El expresidente brasileño lucha contra un crítico estado de salud, mientras la Justicia lo arrincona con una causa por intento de golpe.
El expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, atraviesa uno de los momentos más complejos desde que abandonó el poder. Internado en una unidad de cuidados intensivos en el Hospital DF Star de Brasilia, su estado de salud se deteriora. A esto se suma una situación judicial que avanza con velocidad, generando tensiones tanto dentro del hospital como fuera de él.
En estas circunstancias, su cuerpo lidia con las consecuencias de una cirugía intestinal, el líder derechista enfrenta el inicio de un juicio por su presunta participación en un intento de golpe de Estado. En medio de este panorama, el futuro político y personal de Bolsonaro queda envuelto en incertidumbre.
Deterioro físico sin señales de mejora
El parte médico difundido en las últimas horas encendió las alarmas. El expresidente presentó un cuadro de presión arterial elevada y valores hepáticos alterados. Estas señales preocupan a los médicos, quienes decidieron mantenerlo bajo estricta vigilancia en terapia intensiva. Además, continúa alimentándose exclusivamente por vía intravenosa y se encuentra bajo tratamiento preventivo para evitar trombosis.
El cuerpo médico restringió las visitas por completo, y no hay indicios de una posible salida de la UCI en el corto plazo. Mientras tanto, se programaron nuevos estudios de imagen para obtener información más precisa sobre su evolución.
Las complicaciones surgieron tras una operación de doce horas para tratar una obstrucción intestinal. Esta intervención responde, una vez más, a las secuelas de la puñalada que sufrió en 2018 durante un acto de campaña. Desde aquel episodio, Bolsonaro pasó por múltiples cirugías abdominales, además de internaciones recurrentes por infecciones y problemas gástricos.
El proceso judicial avanza sin pausas
Mientras lucha por recuperarse, Bolsonaro recibió una notificación judicial que marcó un nuevo capítulo en su enfrentamiento con el Supremo Tribunal Federal. La entrega del documento ocurrió en pleno hospital, lo cual desató una polémica que tomó fuerza en redes sociales y medios locales.
La causa judicial lo vincula con la planificación de un posible golpe de Estado contra el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. La acusación se relaciona con los disturbios ocurridos tras la derrota electoral de Bolsonaro, que culminaron con una serie de ataques a las instituciones brasileñas.
Desde su cama de hospital, el exmandatario grabó un video en el que expresó su rechazo a la medida, calificándola de "acción autoritaria" y comparándola con regímenes totalitarios. En ese mensaje también denunció una supuesta intención del magistrado Alexandre de Moraes de encarcelarlo.
Las heridas del pasado que no cierran
Desde la puñalada de 2018, Bolsonaro enfrenta un historial médico complejo. Sus visitas a centros médicos se convirtieron en rutina, muchas veces interrumpiendo su agenda política. Las operaciones realizadas buscan corregir daños en su sistema digestivo, pero las complicaciones persisten.
En septiembre del año pasado, fue intervenido nuevamente. Más tarde, en mayo, se vio obligado a internarse por una infección en la piel. Estos episodios reflejan una condición frágil que no logra estabilizarse, y que pone en duda su capacidad para sostener un protagonismo político activo.
El panorama actual combina un cuerpo debilitado con una presión judicial que no da tregua. El destino del expresidente se definirá tanto en el ámbito de la salud como en los tribunales, y por ahora, ninguno de los dos ofrece buenas noticias.
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