En una entrevista en Moscú, los Dultsev contaron como fueron sus años como agentes encubiertos en Buenos Aires y Eslovenia.
La historia de Artiom Dultsev y Anna Dultseva, la pareja de espías rusos que vivió con sus hijos en la Argentina, parece copiada de la serie "The American". Vivieron años encubiertos en nuestro país, para luego viajar a Eslovenia donde activaron una red de espionaje al servicio de la guerra con Ucrania.
Estuvieron un año y medio detenidos en Eslovenia, para reaparecer en Moscú el pasado fin de semana como integrantes del mayor canje de prisioneros entre Rusia y Occidente desde la Guerra Fría. Fueron recibidos con honores junto a otros espías, incluso por el propio presidente Vladimir Putin.
Esta semana dieron una entrevista a canal ruso RT, donde contaron algunos detalles de la vida que llevaron como espías encubiertos y la reacción de los chicos argentinos, que desconocían no sólo la verdadera historia de sus padres, sino tampoco que eran rusos.
Los hijos se enteraron que eran espías en el vuelo a Moscú
Es tan llamativa la historia de esta pareja, de 40 años, que dio vuelta al mundo. La gran mayoría de los medios internacionales relataron paso a paso cómo habían vivido estos años.
El Kremlin, por su parte, admite que fueron espías y los muestra con orgullo como una operación exitosa. Por eso los expone en los medios.
Las primeras confesiones
En la entrevista con la televisión pública rusa, Anna recordó el particular momento en que les contó a sus hijos - Sofia (10 años) y Danya (8)- que eran rusos y no argentinos, durante el vuelo que los llevaba a Moscú.
“Le dijimos a los niños que somos rusos, que ellos son rusos y que en realidad somos los Dultsev”, explicó Anna. Y Artiom agregó que la nena “lloró un poco” al conocer la verdad, mientras que Danya “se lo tomó con más calma y muy positivamente”.
“Cuando le dijimos a Sofía quiénes éramos y que volveríamos a casa, nos preguntó si ella también podían ser espía”, afirmó la madre.
Cuando arribaron a la Argentina, la pareja dejó de hablar ruso
La pareja también explicó que nunca habló ruso con sus hijos, sino solo español. Hasta el punto de que a Anna aún le cuesta hablar en su lengua materna.
“Cuando uno está en inmersión, no piensas en tu idioma, te controlas permanentemente”, afirmó la mujer. “Al regresar nos dimos cuenta de que no podíamos hablar ruso en absoluto. Y ni siquiera entendemos a las personas que nos rodean que hablan nuestro propio idioma”, señaló.
Anna remarcó que sentía una “gran gratitud” hacia Putin y que ambos seguirán “sirviendo a Rusia”.
De Buenos Aires a Eslovenia
Si bien no se cuentan con todos los datos del movimiento de la pareja, se sabe que vivieron en Buenos Aires, donde se casaron, entre 2012 y 2017. Aquí tuvieron a sus hijos.
Vivían en un departamento buen poder adquisitivo en el barrio de Belgrano, bajo el nombre de Ludwig Gisch y María Rosa Mayer Muños. Así consiguieron la ciudadanía argentina, que les permitía viajar por el mundo con un pasaporte que pasaba desapercibido.
En 2017, la familia dejó su departamento para viajar a Eslovenia, donde los esperaba una misión diagramada por los servicios de inteligencia rusos. Allí se instalaron como una familia de argentinos expatriado.
La pareja servía de enlace entre Moscú y otros espías en Europa
Anna, originaria de la ciudad de Nijni-Novgorod, tenía una galería de arte en Eslovenia. Su marido, de la región de Baskortostán, fundó una “start-up informática”. Eran las dos pantallas para su verdadero trabajo, el de agentes encubiertos.
Según medios de Gran Bretaña y Estados Unidos, la pareja era soporte de otros espías que circulaban por el espacio de la Unión Europea, con el fin de recabar información y cometer sabotajes en países que le suministraban armas a Ucrania.
Se cree que eran un enlace con Moscú y que manejaban fondos para comprar los materiales que utilizaban sus colegas del servicio de inteligencia.
Pero fueron descubiertos por los servicios de Inglaterra y Estados Unidos, quienes le pasaron el dato al gobierno esloveno. Así terminaron detenidos en diciembre de 2022. Las autoridades dejaron a sus hijos con una familia de acogida.
Según contaron en la entrevista reciente, los eslovenos no fueron tan rígidos con ellos. Dijeron que un agente ruso los visitaba regularmente en la prisión e, incluso, “les pasó un saludo” de Putin.
“En uno de los encuentros un oficial del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia nos transmitió saludos del presidente y aseveró que Vladimir Putin y los servicios especiales estaban haciendo todo lo posible para nuestra liberación. Eso fue, por supuesto, un gran apoyo”, explicó Artiom.
Anna, en tanto, sostuvo que la amenazaron con sacarles a los chicos. “Nos decían que Argentina supuestamente quería quitarnos la custodia de nuestros hijos. Decían que los niños podían ser asignados a otra familia”. Pero que en realidad era una treta para presionarlos.
Estrellas en Rusia
La pareja y sus hijos son tratados como verdaderas estrellas en Rusia. Y el gobierno los muestra como figuras que representan la lealtad al régimen.
En el intercambio de prisioneros con Estados Unidos y las potencias europeas, Putin pidió especialmente por esta pareja.
Putin pidió especialmente que la pareja estuviera en el canje
De hecho, el mandatario ruso accedió a liberar a algunos de sus más acérrimos críticos internos, algunos de ellos ex colaboradores de Alexei Navalni, el disidente que murió en la cárcel del Ártico, para obtener el regreso de Anna y Artiom
Sus casos abren muchos interrogantes, entre ellos cuántos espías “dormidos” tiene Rusia en otros países. La Argentina recibió en los últimos años, desde que estalló la guerra con Ucrania, a numerosos rusos.
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