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La Mañana mundial

El neuquino que estuvo 20 días en coma y se despertó como campeón del mundo

Nicolás Soto, de 30 años, pasó gran parte del Mundial internado en Cipolletti. Abrió los ojos el 27 de diciembre y una médica terapista le dio la noticia que lo llenó de emoción.

Cuando abrió los ojos y vio el cielorraso de una habitación desconocida, notó que una traqueotomía en la garganta le impedía emitir cualquier sonido. Buscó con la mirada algún elemento familiar, mientras los pitidos incomprensibles de una máquina biomédica marcaban sus signos vitales. Se topó con los ojos de Romina, una médica terapista que no daba crédito a la visión de su paciente despierto.

- ¿Te acordás de tu nombre? -le preguntó la profesional y le indicó que respondiera sólo con un gesto de la cabeza.

Nicolás Soto asintió.

- ¿Sabés dónde estás? -continuó el interrogatorio, y tuvo que explicarle todo: su neumonía, las complicaciones, las cirugías y el coma inducido para intubarlo. Él no se acordaba de nada.

- ¿Te gusta el fútbol? -siguió.

Y Nicolás respondió con un gesto tímido de la cabeza, que no era suficiente para ilustrar su pasión irrefrenable por el deporte y, especialmente, por la Scaloneta y Lio Messi, su capitán. La mirada de Romina se iluminó.

- Tengo que darte una buena noticia. ¡Somos campeones del mundo!

Esta vez, Nicolás no movió la cabeza. Pero sus ojos, recién abiertos después de veinte días en coma, se lavaron con lágrimas emoción. Y aunque se perdió casi todos los partidos de un Mundial inolvidable, despertó con una realidad diferente y llena de alegría, que lo impulsa ahora a recuperar su salud para ilusionarse con la celeste y blanca.

Liliana Herrera, la mamá de Nicolás, relató la historia de una enfermedad repentina que los descolocó a todos. El joven de 30 años nunca había tenido síntomas de mala salud. Justo después del partido de octavos de final, cuando Argentina enfrentó a Australia, sintió un dolor intenso en el omóplato derecho.

Intentó todo para calmarlo, pero el dolor no cedía. La presión ya era tan intensa que no podía respirar. En una consulta médica, le hicieron un estudio por imágenes y descubrieron que tenía una neumonía que ya se había apoderado de todo el pulmón, mientras que el otro presentaba un coágulo y un derrame. "Ya estaban pasando el otro partido de Argentina, pero no lo pudo ver porque lo internaron de urgencia", relató su mamá.

nicolas soto clinica -VERTICAL-

Ahí empezó el suplicio de su familia, con visitas constantes al área de terapia intensiva en donde Nicolás dormía, intubado, a partir de un coma inducido. "Era un día a día, su vida pendía de un hilo y fue muy doloroso para nosotros como familia", relató Liliana, que trataba de contener a Eros, el hijo de 11 años de Nicolás, que seguía l fiebre mundialista añorando vivir cada nuevo partido con su papá.

"Empezamos a hacer cadenas de oración y mucha gente nos acompañó", señaló Liliana, que atravesó la consagración de la Scaloneta y hasta la Nochebuena con un nudo en la garganta. Cada alegría multitudinaria se desteñía para ellos, con Nicolás conectado a una máquina que lo ayudaba a respirar. "Un 80% de la respiración la hacía la máquina, y el 20% lo hacía él", explicó.

Después de atravesar dos cirugías para combatir las infecciones, Nicolás fue sometido a una traqueotomía. Ya conseguía competir contra la máquina para respirar por su cuenta y, a paso lento, empezó a mejorar. El 27 de diciembre por la mañana, sus ojos de abrieron después de veinte días.

Fue entonces cuando Romina le dio la noticia que tanto había esperado. "Él nunca había visto a Argentina campeón, y estaba ilusionado por este mundial porque era el primero que iba a compartir con Eros, que ya está más consciente para disfrutar del fútbol", señaló la mujer, que se lamenta de la oportunidad perdida pero agradece el final feliz de la historia.

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Aunque Nicolás también pasó Año Nuevo aislado en la clínica, recibió el alta médica en los primeros días de 2023. Afuera, su familia lo esperaba con globos y carteles, todos con los colores celeste y blanco del equipo campeón. "Lloraba y se abrazaba con Eros, y también lloraban todos los empleados de la clínica", señaló su mamá.

Todavía débil, el joven se quedó en la casa de su mamá en Cipolletti, ya que no pudo retomar su vida neuquina, donde trabaja como guardia de mantenimiento en la cooperativa CALF. Y de a poco, empezó a reunirse con sus primos para vivir el mundial de fútbol en diferido: miró los partidos a sabiendas del resultado, pero con la emoción de verlos por primera vez. Sus primos prepararon un asado para la final y revivieron el épico juego contra Francia también al borde de sus asientos.

Mientras se recupera, Nicolás mira cada video de la Scaloneta. Las jugadas, las entrevistas, la caravana de campeón. "Me dice que quiere ir a ver a la selección cuando se jueguen los partidos en marzo, quiere llevarlo a su hijo, pero todavía no sabemos si va a estar del todo bien", señaló su mamá, con la ilusión de que vuelva a tener los pulmones fuertes para gritar un nuevo gol.

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