Las grietas no son santas

Recientemente, el papa Francisco designó al obispo de Río Gallegos, Jorge García Cuerva, como arzobispo de Buenos Aires. La medida levantó cierta polvareda en el ala más conservadora de la curia porteña, que tampoco nunca pudo digerir el hecho de que Jorge Bergoglio haya llegado a donde llegó.

Genera cierto recelo, entre los más críticos, el trabajo en las villas que tuvo García Cuerva, así como su pasado juvenil de militancia peronista, atributos que comparte con su jefe en Roma. Pronto, el nuevo arzobispo será designado cardenal, lo que le permitirá ya votar en el cónclave que designe al sucesor del papa argentino.

Pero no hay que ir tan lejos, al pasado juvenil de García Cuerva, para encontrar la afilada mirada del religioso relacionada al quehacer político nacional.

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Recientemente, en un mensaje por la Pascua que difundieron los obispos patagónicos, entre ellos el titular de la diócesis de Neuquén, Fernando Croxatto, se reconoce el puño y letra de García Cuerva respecto de los perjuicios de la grieta entre oficialismos y oposición, en coincidencia con la celebración de 40 años de democracia. Incluso, en la misiva, los religiosos dan algunas sugerencias respecto de la actitud que, consideran, la gente tendría que tener en cuenta a la hora de ir a las urnas. “No nos dejemos robar la esperanza, ni tampoco nuestra historia, nuestras raíces y principios”, señalan.

La cuestión de la grieta es una constante en las homilías del designado arzobispo primado de Argentina. Unas grietas, que, sin embargo, García Cuerva tendrá que comenzar a pavimentar en el seno de la propia institución de la que forma parte donde Bergoglio sigue haciendo líos.