Sin chalecos ni elementos refractarios surcan las calles en horas oscuras y sombrías dejando sus vidas a merced del azar. ¿Qué pasó con las campañas viales?
Esto es una cotidiana de los meses fríos, de días cortos y noches largas. Es un relato silencioso que escala a los medios cada vez que una bicicleta está involucrada en un accidente o peor aún, suma un muerto. Elemento que le da mayor notoriedad producto del morbo que hay por saber de quién se trata.
La movilidad en la región tiene sus particularidades y sus actores. Uno de esos actores son los ciclistas suicidas una variedad que todos ven, pero, inclusos ellos, no suelen admitir su existencia. ¿Negacionismo? Una dosis de ironía es bastante recomendable para estos casos.
Madrugadas temerarias
Movilizarse en las primeras horas del día, esas que son oscuras, frías, con un asfalto húmedo y congelado por tramos, es un gran desafío en la región.
Quienes pedalean para acudir a sus trabajos o estudios lo hacen porque se encuentran a distancias que no son ni cortas ni largas, el transporte público le queda a trasmano o sencillamente por una cuestión económica.
Este bloque de ciclistas tan particulares, está integrado por adolescentes hasta jóvenes adultos que no han tomado conciencia de lo importante que es su vida por lo que la ponen en riesgo como oferta en el supermercado.
Lo que no saben estos ciclistas sin chaleco refractario es que con solo invertir entre 2 o 3 mil pesos pueden poner en resguardo su integridad física porque si bien andar en bicicleta es saludable, también es cierto que no solo se mueven por ciclovías y que, a la hora del choque, ellos ponen el cuerpo en juego.
Lejos de promocionar la venta de chalecos refractarios, atendemos a preservar la vida ya que es una cotidiana verlos aparecer de la nada con ropas oscuras y en medio de la noche por las sombrías calles de la región.
Más de una vez los conductores de autos los advierten en forma fantasmal a milímetros del impacto.
A veces, en la danza de luces cruzadas que se da entre autos, surgen estos espectros pedaleando sin percibir que solo un milagro los salvó de no ser arrollados.
Que lleguen a sus empleos o colegios en esas condiciones parece ser una cuestión del azar. Pero para lo que buscan algo más de profundidad podría decirse que es cosa del destino, uno bastante incierto.
Procrastinar la seguriad
Antes que aparezca el discurso del “no hay plata”, que abunda en estos tiempos, hay que aclarar que la mayoría de los ciclistas no tienen el chaleco o algún elemento refractario que los visibilice por pura dejadez. La seguridad también se suele procrastinar.
No obstante, si bien se hacen campañas de seguridad vial destinadas a este grupo tan heterogéneo de ciclista, parece no generar la conciencia suficiente.
Tiro una idea: los municipios de la región podrían armar algún tipo de campaña en conjunto con petroleras y empresas de servicios que son las que más adquieren este tipo de elementos.
Luego, coordinar con escuelas para que les entreguen el chaleco a los estudiantes que acuden en bicicletas. Lo mismo se podría hacer con fábricas, galpones y demás empresas que tengan empleados que van a trabajar pedaleando.
De corolario de cierre se puede decir lo dicho: es imperativo entender que un simple descuido puede terminar en tragedia y la vida es demasiado valiosa como para dejarla a merced del azar.
Te puede interesar...
Lo más leído
Leé más
Guillermo Monzani: "Estamos poniendo en crisis a uno de los poderes del Estado"
Noticias relacionadas