El cutralquense Máximo Ramírez conquistó el título de Campeón Nacional de Malambo, mientras que Isaid González y Zulema Retamal ganaron como pareja de Danza Tradicional y la música se quedó con el mejor conjunto instrumental.
Hace casi 60 años, el Festival Nacional de Malambo se convirtió en la meta de cientos de miles de bailarines y músicos de todo el país. Alguna vez, el locutor neuquino Lorenzo Lorente, que durante 18 años fue la voz oficial de Laborde, lo bautizó “corazón palpitante del país”. No es una instancia más, es quizá el certamen más federal, el que reúne a representantes de todas las provincias para premiar trabajo e identidad popular, pero también es ritual, poder colectivo, retumbo de bombo legüero. Es ilusión y encuentro profundo con la tradición.
Este año, Neuquén brillo más que siempre sobre el escenario de la pequeña localidad cordobesa y arrasó en las premiaciones. Un reconocimiento necesario, que no solo válida una cultura que sostiene una porción importante de artistas de nuestra provincia, sino el esfuerzo de cada recorrido. Cientos de horas de ensayo; juntar cada peso para comprar los trajes, instrumentos, pagar pasajes; construir un tejido de camaradería tan necesario para salir adelante: la vida puesta al servicio del folklore.
Para esta edición, la delegación neuquina de Laborde estuvo por primera coordinada por Martín Sandoval, “el Puma”, un bailarín y hacedor cultural de Cutral Co que siempre soñó con llegar a esta instancia, quizá desde su infancia, cuando comenzó a zapatear a los 8 años. El año pasado, cuando Máximo Ramírez salió subcampeón del certamen, volvía en el auto junto al músico Quito Riffo y otros compañeros y empezaron a soñar en voz alta lo que implicaría armar una delegación. Se pusieron a trabajar, presentaron el proyecto y lo consiguieron.
“Laborde es un pueblo chiquito, pero para nosotros es lo más importante. Significa algo especial para los que amamos el folklore. Ahí está toda la potencia del país. Este año, con mucho esfuerzo, logramos cosas muy importantes. Hubo personas increíbles que se pusieron la camiseta de Neuquén y dejaron a la provincia en lo más alto”, explica.
Neuquino y campeón
Máximo Ramírez es de Cutral Co. Cuando tenía 7 años, empezó a bailar folklore en la agrupación Petrolero Argentino de Plaza Huincul. Pronto sintió que eso era lo de él, la danza lo hacía muy feliz y le daba tranquilidad. En ese camino estaba cuando se encontró con el Malambo y desde entonces se dedicó a estudiar y perfeccionarse, le entregó la vida. Comenzó a competir en Laborde en 2019, para lo que se preparó sin pausa, acompañado por quienes considera sus pilares fundamentales, como Rulo Hernández, quien fue campeón de Laborde en 2017 y desde entonces es su preparador; Martín Sandoval, el actual delegado de la delegación neuquina; Ariel Andrada, bailarín cordobés, que fue su profesor en estilo norteño; y su familia, que le inculcó los valores y el amor por el folklore.
En 2024, logró convertirse en subcampeón y este año lo conquistó todo. Seguro, elegante, extraordinario: una presentación sin fallas que lo llevó a ser Campeón Nacional de Malambo. “Son muchísimos años con esto, una vida. Este reconocimiento es el cierre de una etapa hermosa, de mucho sacrificio, mucho esfuerzo. Lo imaginé de mil maneras y lo trabajé muchísimo. Cuando uno anhela tanto algo y la perfección de la realidad lo hace posible, no es otra cosa que cumplir un sueño”, asegura. Y agrega: “El malambo es la forma de expresar lo que soy, lo más profundo de mi ser, de mi sentir. Es mi forma de entender e interpretar la vida. Siento una libertad absoluta cuando bailo, porque es la transparencia total, puedo mostrar mi alma”.
Arriba y brillando la cueca neuquina
Isaid González y Zulema Retamal se conocieron desde muy pequeños en el norte neuquino, cuando sus familias se juntaban a pasar el verano en Buta Ranquil. Y aunque el juego selló la infancia, la danza los unió en la vida. Hace décadas que su historia se va nutriendo en el movimiento: estudiaron, se capacitaron una y otra vez, crearon academias y compañías de danzas folklóricas en Centenario, Neuquén y Plottier, obtuvieron decenas de premios. También formaron una familia a la que educaron no solo en el folklore, sino en el hacer con amor por el arte y por Neuquén.
“La danza es la vida”, suele decir Zulema. Quizá por eso, revisando el propio camino, decidieron trabajar fuerte sobre la cueca neuquina, para bailar en la música un territorio, una historia y un sentir profundo por lo que ellos mismo son: pueblo de jarilla, río y estepa. Formaron cientos de bailarines en una tradición que muchos creen olvidada, pero que subyace al norte neuquino. Por eso, cuando bailan dejan huella profunda y en sus pañuelos se funde el canto de las cantoras campesinas, la sencillez de los que habitan los cerros, lo sagrado de las fiestas de santos y fogones.
En esta edición, Isaid y Zulema obtuvieron 1er premio como Pareja de Danzas Tradicionales después de haberlo intentado por cuatro años consecutivos llevando la cueca neuquina a Laborde. Ya habían sido consagrados en el año 93 y son una de las pocas parejas que ostentan un doble título. “Estamos emocionados, felices, orgullosos. Buscamos mucho este premio, porque se trataba de nuestra danza, de nuestra cueca. A nivel nacional nos permite resignificar la danza de nuestra provincia. Es una consagración que avala a grandes artistas sobre la esencia pura de sus danzas y esta vez le tocó a la cueca neuquina, es un hecho histórico”, explica Zulema.
Lo festejaron entre lágrimas y abrazos, rodeados por quienes conocen a fondo su historia de convicción y esfuerzo. Se consagraron en Laborde, aunque mucho antes lo hicieron en la vida y en la identidad del Neuquén profundo.
Una delegación brillante
Neuquén no solo se dio el lujo de volver con el campeón, también el trío que conforman los exquisitos músicos, Quito Riffo, de Las Lajas; Jonatan Pelliza, de Cutral Co y Matías Hermosilla de Zapala, fueron distinguidos como Mejor conjunto instrumental. “Para todos es un logro muy importante tanto a nivel artístico como a nivel humano. Se nos dio, pero atrás hay un trabajo de mucho esfuerzo, sacrificio, dejar horas que son de familia, para ensayar toda la semana. En mi caso preparar punteos de todas las provincias, hacer arreglos nuevos, buscar qué le aportábamos al festival. Soy testigo de lo que pusieron todos para conquistar estos reconocimientos, porque no se trata de un premio económico, trasciende lo material: es el orgullo nacional que pone en valor nuestro trabajo, nuestra dedicación y nuestro amor por la cultura”, dice Quito Riffo.
Además de estos reconocimientos, el Dúo vocal Morales Epullán, la agrupación La Pasto Verde de Zapala y el inmenso Tahiel Fernández Pizarro, que compitió en categoría infantil, obtuvieron menciones por su participación.
La edición 57° edición de Laborde seguramente quedará para siempre marcada en la cultura neuquina. Nos permite la alegría de ver triunfar a nuestros artistas, de disfrutar la potencia de lo colectivo, de emocionarnos con el esfuerzo de los campeones, pero también nos recuerda la importancia de poder revalorizar nuestra propia cultura. Ellas y ellos nunca bajan los brazos, no se trata solamente de lo que estos reconocimientos implican para sus recorridos individuales, sino que lo hacen por aman profundamente Neuquén. Todo por aprender, todo por celebrar.
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