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Pascual Marrazzo: de trabajador y empresario exitoso a luchar por la subsistencia de su fábrica

El cipoleño Pascual Marrazzo trabajó de muy niño y se convirtió en un empresario exitoso. Ahora lucha por la subsistencia de su empresa, que está en riesgo.

El empresario y escritor Pascual Marrazzo empezó a trabajar a los 10 años de edad y siendo muy joven ya fue copropietario de una bicicletería. Su vida siempre fue así, de un constante entusiasmo como empleado y como patrón. Ahora tiene 83 años y en su vida ha conocido períodos mejores y peores. Pero nunca tan complicados como el actual.

Nacido y criado en la localidad de Martínez, en el partido de San Isidro, provincia de Buenos Aires, Marrazzo, emprendedor y optimista por naturaleza, no puede, sin embargo, ocultar su preocupación por la realidad de su empresa Moviman, fábrica de autoelevadores, que este 2025 cumplió 56 años de existencia.

Prácticamente, está luchando por "la subsistencia" de su firma, el típico emprendimiento nacional que apostó por el mercado interno, y por ayudar con su actividad al despegue y la expansión de otros sectores de la economía, y por jugarse a la creatividad y al desarrollo de diseños y tecnología propios, todo, en su conjunto, vivificante, además, para el entramado profundo de la sociedad.

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El cipoleño Pascual Marrazzo empezó a trabajar de niño y se convirtió en empresario, primero, como dueño de una bicicletería y, luego, como fabricante de autoelevadores. En la actualidad, su firma atraviesa una realidad muy complicada.

El cipoleño Pascual Marrazzo empezó a trabajar de niño y se convirtió en empresario, primero, como dueño de una bicicletería y, luego, como fabricante de autoelevadores. En la actualidad, su firma atraviesa una realidad muy complicada.

Hoy, los indicadores económicos a los que debe enfrentarse a diario son ampliamente negativos y ha tenido que recurrir a algunas medidas casi desesperadas para poder seguir adelante. Con una labor personal casi febril y una vocación inclaudicable, Pascual no piensa en aflojar, aunque, claro, ya no es el pibe que arrancó su vida independiente, manteniéndose por su cuenta, desde los 10 años de edad.

No, ya no es el niño que, al quedarse huérfano de padre, se rebela y decide seguir adelante solo, aparte de sus otros familiares, y trazarse un destino personal a fuerza de temple, voluntad y sacrificios. Así es, eligió volcarse, en cuerpo y alma, al trabajo como única alternativa de progreso y salvación. Hoy, por supuesto, no es el chico enérgico y precoz de entonces, no, pero la llama interior sigue siendo la misma.

Vio la luz del mundo un 8 de junio de 1942, es decir que es un geminiano con rasgos llamativos. Y es que, al azar, buscando en la web las características de los geminianos de aquel día y aquel mes, se encuentra esta definición sobre ellos: "Son supervivientes con mucha más resistencia emocional que el Géminis típico. No importa cuántas veces sufran reveses o decepciones, se recuperan y empiezan de nuevo. Son muy trabajadores y se entregan por completo a todo lo que hacen". ¿Coincidirá con Marrazzo, la persona Marrazzo? Se verá, en el relato que él mismo hace de su vida, se verá. A cada cual corresponden las conclusiones.

Un peso para todo el día

Pues bien, cuando cumplió la primera década de su vida Pascual trabajaba repartiendo diarios y colaboraba en una bicicletería. Recordando esos tiempos iniciáticos, rememoró que solía ganarse 1 peso diario, lo que le alcanzaba "para un bife ancho y un pan". El monto era cuanto "tenía para gastar en un día". El bife lo cocinaba en "una parrilla" improvisada, colocada a medio metro del suelo, a la que suministraba calor con "el fuego de maderitas que yo mismo juntaba".

Alrededor de los 12 años, dejó el reparto de diarios y se dedicó por completo al oficio de bicicletero. A los 15, luego de que, en la práctica, asumiera el manejo de la bicicletería, debido a un tiempo prolongado que no pudo estar presente su patrón por enfermedad, llegó a ganar 80 pesos mensuales. Y mientras estuvo a cargo, no dejó de llevarle puntualmente a su empleador las ganancias que generaba el establecimiento.

Cuando se reincorporó el dueño, su situación dio un vuelco espectacular. Visto el buen desempeño del muchacho y los ingresos que se habían acrecentado, aquél no tuvo mejor muestra de reconocimiento y agradecimiento que convertirlo en parte de la empresa, copropietario del local. De laburante pasó a convertirse así en propietario, con tantas expectativas y ambiciones que después, a los 18, sumó a su haber una segunda bicicletería.

Estudios y lectura de los clásicos

En el interín, el joven no dejó nunca de prepararse y adquirir más conocimientos y se las arregló para continuar sus estudios secundarios, que los realizó con vistas a convertirse en dibujante técnico de maquinarias. Aparte, desde sus años de repartidor de diarios, se había aficionado a la lectura de textos y pronto sumó, en su avidez por la letra impresa, la lectura de clásicos como el ruso Fiódor Dostoievski.

Aprovechaba, al efecto, las colecciones de libros que, entonces como ahora, circulaban, facilitando el acceso a las maravillas de la literatura a miles y miles de personas, acá y en todo el mundo. También leía los textos de un variado abanico de autores que, durante varias generaciones, estuvieron al alcance a través del Reader's Digest, la destacada y miscelánea publicación norteamericana.

Mecánica Popular del empresario

Además, le gustaba leer la revista Mecánica Popular, proverbial publicación que ayudó a educar a muchos argentinos, a lo largo de varias décadas, en asuntos técnicos de diverso tenor. Su lectura lo aleccionaba sobre los mejores caminos para solucionar problemas prácticos y para satisfacer sus anhelos profundos de ser "un inventor". De hecho, con el correr de los años, en su actividad laboral y de empresario pudo efectuar ingeniosas innovaciones de las que se mostraron sorprendidos, alguna vez, incluso, especialistas chinos.

Viendo que los ingresos que obtenía en su primera bicicletería tenían un tope casi infranqueable, comenzó a trabajar en la primera fábrica de autoelevadores de Latinoamérica, Alcides SRL, en donde volvió a destacar como empleado. Sus ingresos mejoraron sustancialmente, ya que por la primera quincena de labor ganó 77,50 pesos. O sea, en medio mes, casi hacía lo máximo que podía conseguir en un mes entero como bicicletero.

Con el tiempo, la empresa Alcides se convirtió en la firma Autoelevadores Argentinos SA, que marcó todo un jalón en el desarrollo de la industria nacional.

Alcides y la multinacional

A todo esto, todavía como trabajador de Alcides, Pascual, siendo un obrero técnico especializado, se volvió un colaborador muy requerido de un núcleo fabril importante de la multinacional Coca-Cola, que lo buscaba para tareas de reparación y mantenimiento de maquinarias.

Y fue en la Coca donde participó de su primer "ágape" por una fiesta de fin de año y donde, cumpliendo sus tareas, pudo consumir con generosidad la gaseosa dominante en el mundo, pero que en esos años todavía no era tan asequible y menos aun en grandes cantidades. La del ágape "fue una Navidad extraordinaria, porque yo no estaba acostumbrado a tener" tales posibilidades de disfrutar y pasarla bien, o sea, como es debido.

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En su despacho empresario, junto con libros y otros textos, Pascual Marrazzo no pierde el entusiasmo y trata de seguir adelante. Para él, la edad no importa. Octogenario, no para en buscar respuestas a un duro presente industrial.

En su despacho empresario, junto con libros y otros textos, Pascual Marrazzo no pierde el entusiasmo y trata de seguir adelante. Para él, la edad no importa. Octogenario, no para en buscar respuestas a un duro presente industrial.

El instante clave, según Borges

Tenía 15 años y la vida le sonreía. Esa conjunción de ser bicicletero, empleado de Alcides y encargado de las refacciones que precisara la Coca Cola fue el momento que él destaca como "clave" de su historia personal. Clave al modo que el escritor Jorge Luis Borges consideraba que en la vida de todas las personas hay instancias precisas, especiales y únicas, que marcan su destino para siempre.

En la empresa de autoelevadores, pronto se convirtió en jefe de servicio mecánico y luego en jefe de fábrica. A los 18 años, había alcanzado ya éste reconocimiento y su proyección laboral resultaba inmejorable. Además, tenía su bicicletería y, en tren de dar nuevos pasos en este rubro, le había a un amigo abrir entre ambos otro local de ciclismo. El segundo, para Pascual. Lo consiguió, pero el nuevo emprendimiento no le duró mucho.

Alsogaray y pasar el invierno

Por esa época, había hecho su aparición un economista de infausta memoria en los anales de la industria argentina, el capitán ingeniero Álvaro Alsogaray. Siendo ministro de Economía del presidente Arturo Frondizi, Alsogaray lanzó, en 1959, su ahora proverbialmente negativa frase de que "hay que pasar el invierno", con la cual llamó a aguantar uno de esos ajustes y recortes a los que se han aficionado tantos gobiernos del país. Con consecuencias siempre desastrosas para la industria, el comercio y los bolsillos de amplias masas de trabajadores.

Fue el primer gran revés que enfrentó Pascual en su entonces doble carrera de empleado y empresario. En el presente, en este 2025 y a la distancia, evalúa que no tendría que haber cerrado la bicicletería nueva, sino la vieja, que ya era la propia. La nueva estaba mejor ubicada y, quizá, hubiese prosperado. Pero fue una época difícil, en la que de poco le valió tener ya algo de experiencia acumulada, por cuanto igual "se fundieron todos".

Mal que mal, fue transcurriendo la década de los '60 y la empresa Alcides terminó por transformarse en Autoelevadores Argentinos. Cerca de los 27 años de edad, ya era "el hombre fuerte" de la empresa, "tenía 32 personas a mi cargo" y se había vuelto "socio" de la firma. Como jefe de fábrica, pasó a integrar el directorio y por sus labores le pagaron "con acciones" de lo que era la nueva sociedad empresaria.

En Roca, por Autoelevadores Argentinos

A fines de ese decenio, fue enviado por Autoelevadores Argentinos a resolver un desperfecto que había mostrado un equipo vendido a una empresa frutícola del Alto Valle de Río Negro. Se hospedó en un hotel principal de General Roca y, cuando tuvo la oportunidad, se trasladó a Allen, a las instalaciones de la empresa Soldimar. Allí solucionó sin mucho esfuerzo, casi al toque, la falla en cuestión, que no era de fábrica, sino que había sido ocasionada por el largo trajín que soportó la máquina durante su transporte desde Martínez.

Fue su primer contacto con la región, a la que enseguida aprendió a entender en su naturaleza y en el carácter de su gente. "Llegué en avión a Neuquén y vi como una película en sepia. Los alrededores eran un arenal, ¿viste? Me tomé un taxi y recién cuando cruzo el puente hacia Cipolletti empiezo a ver algo de verde", recuerda ahora, en los días finales de noviembre, sentado en su oficina personal, que está en su fábrica, ubicada en Alem 1165.

Esperando el avión, recorriendo en taxi

Estando en Roca, pudo admirar con más atención lo que era el Valle. Y la suerte, y el destino, quisieron que empezara a quedarse. Ocurrió que para volver en avión tenía que esperar una semana, tiempo que aprovechó para recorrer la zona. A tal fin contrató a un taxista por 5 pesos al día más la comida y, en esas recorridas, concretó la venta de otra máquina, también en Allen, en la cooperativa Frutivalle.

A su regreso a Martínez, se sorprendieron que gran parte del costo del autoelevador hubiera sido pagado en efectivo. En su empresa, quedaron impactados y no tuvieron mejor idea que pedirle a Pascual que fuera él mismo quien trajera la máquina, haciéndose cargo así de su "entrega técnica". Cumplió el cometido y, de paso, esta vez en Centenario, vendió su segunda máquina en la región.

Con el éxito alcanzado y sabiendo que el Alto Valle era un mercado más que favorable, el joven emprendedor solicitó a su firma que lo nombren representante en la región. Así fue como se creo una agencia, en la que tuvo un "poder muy amplio de acción". Había mucho para hacer y ofrecer, con una fruticultura en expansión y con plantas de empaque y frigoríficos que se modernizaban e incorporaban implementos y equipamientos técnicos, entre ellos, autoelevadores.

El Cipolletazo, justo a tiempo

La agencia decidieron que se abriera en Cipolletti, en un inmueble ubicado en calle Sáez Peña. Y así se hizo. Sin embargo, eventos históricos se cernían sobre la ciudad y tan fue así que Pascual, llegando una vez de Roca, se encontró en esos tiempos iniciales de su biografía local con la agitación política y social que marcó el Cipolletazo.

Las cosas se le precipitaron de este modo. El taxi que lo trajo desde Roca había tomado por calle Fernández Oro y, al doblar por Sáenz Peña, que entonces tenía un sentido de circulación contrario al actual, se encontró con una partida de "milicos" que le apuntaba con luces y algo más. Era la noche misma del levantamiento popular del 12 de septiembre de 1969, en defensa del inolvidable intendente Julio Dante Salto. Para fortuna de Pascual, no le pasó nada.

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La fábrica Moviman es una de las empresas emblemáticas de Cipolletti. Tuvo momentos de auge y atravesó con éxito períodos desindustrializadores. Hoy enfrenta tiempos que, ojalá, no se la llevan puesta.

La fábrica Moviman es una de las empresas emblemáticas de Cipolletti. Tuvo momentos de auge y atravesó con éxito períodos desindustrializadores. Hoy enfrenta tiempos que, ojalá, no se la llevan puesta.

Por lo trascendente de la jornada en que se iba a hacer cargo de la agencia y el impacto emocional, afectivo y espiritual que le provocó el Cipolletazo, Pascual adoptó el día del inicio del Cipolletazo como la fecha fundacional de su empresa en la ciudad. Todavía era Autoelevadores Argentinos, pero no pasó mucho para que la sede se transformara en Moviman, con un 70 por ciento del capital total perteneciente al joven de Martínez.

Auge productivo en la ciudad y la región

La pueblada fue "sorprendente" por su masividad, por la convicción y el ingenio en la lucha que desplegó la gente y por el reconocimiento que tenía Salto en la comunidad. Eran hechos que revelaban un mundo distinto al de su ciudad natal, un mundo de vecinos muy activos y protagonistas, comprometidos y volcados a hacer valer sus derechos. Y un mundo de gran actividad económica, en pleno auge de la producción.

Se vinieron años de crecimiento de las ventas, en un contexto en que todo prosperaba. Pero nada dura para siempre y se vino entonces la dictadura militar de 1976, en que cerraron muchas empresas en todo el país y se cometieron crímenes atroces. Fue un período siniestro, aunque, en materia industrial y económica, para Pascual nada ha sido peor, específicamente, que la década de gobierno de Carlos Saúl Menem, en que casi todo se derrumbó.

En su valoración personal, el menemismo vino a destrozar un período de recuperación y nuevo despegue que había impulsado el presidente Raúl Alfonsín. Luego del menemismo, las mejoras que abrió el presidente Néstor Kirchner volvieron a levantar la actividad de Moviman y de la industria argentina en general, pero en esta Argentina tan cambiante, los años más recientes han marcado un nuevo declive.

Luchando por la subsistencia

Y en eso se llega a la actualidad. Marrazzo, como nunca antes en su larga vida, observa con inquietud la posibilidad de que no pueda seguir adelante con su empresa. "Estamos luchando por la subsistencia de Moviman", afirma y revela algunas medidas extremas que ha debido adoptar, como la venta de ciertos insumos que utiliza su fábrica, para enfrentar, con los fondos obtenidos, otras obligaciones y plazos perentorios. Es un día a día que lo tiene luchando a brazo partido por continuar desarrollando su pasión de empresario, su pasión de niño trabajador que se forjó un porvenir. "El proyecto más grande que tengo ahora como empresario es cómo sobrevivir", sostiene.

"Quizá parezca una broma, pero cuando me preguntan qué estoy encarando ahora, a mi edad como, empresario, respondo que encaro la supervivencia. Y no es poco eso, ¿eh? Hay que poner mucho, mucha creatividad y mucha fuerza", enfatiza.

Y explica, para ilustrar, que tuvo que "vender todo el rezago de plomo con que contaba para pagar las semanas estas que pasaron y ahora voy a ver qué desarmo del cobre y la semana que viene no sé qué carajo voy a hacer. Y bueno, veremos".

Los años oscuros de la dictadura

En una de sus tantas vidas, las vidas que ha vivido dentro de esta su única vida, Pascual, además de empresario y de lector, se fue haciendo a sí mismo lentamente escritor. Un escritor autodidacta, que escribía esporádicamente. Sin embargo, llegaron los años oscuros de la última dictadura militar y ahí la cosa cambió.

Corría la época del tristemente célebre ministro de Economía de la Nación, José Alfredo Martínez de Hoz "y la crisis fue tan grande acá, en el Valle, que yo, de tener 14 personas trabajando, me quedaron dos y me sobraban. A tal punto que jugábamos a adivinar a cada cuántos minutos pasaba un auto por la avenida Alem", evoca, serio, sonriente y con pena.

Era para enloquecer a cualquiera, literalmente. Así, "un domingo que vine a darle de comer a la perra guardiana que tenía acá en el taller" pasó que "al agacharme, me pareció sentir el ruido de la fábrica, de los tornos, de la soldadura. Y me levanto y veo todo limpito, todo. Y ahí me di cuenta que tenía que hacer algo porque, si no,... ¿viste?". Podía volverse loco. Había sido una alucinación. El estrés. La tensión.

Con Ghiglione y con Hilda con H

En ese entonces, leyó en un diario sobre una reunión del Centro de Escritores Patagónicos. Se juntaban en la calle Salta, en Neuquén. "Me aparecí ahí, estaban Roberto Ghiglione, Hilda López, es decir, Hilda con H, y otros escritores más, entre ellos, unos cuantos pibes que, si no llegabas a poner yanqui de mierda en la poesía, te miraban mal. A mí, me miraban como si fuera de la SIDE", la oscura Secretaría de Inteligencia de Estado, se ríe, al evocar.

A partir de ese momento, alrededor de 1983, comenzó a tomarse muy en serio el oficio personal de escritor. Desde entonces, ha publicado varios libros como narrador, tiene en su haber, además, entre otros textos, un monólogo que le gustó mucho al recodado dramaturgo y profesor Alejando Finzi, y participó en la fundación, primero, de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y luego, hace 41 años, del Centro de Escritores César Cipolletti, del que sigue siendo un referente histórico. También fue impulsor junto a otros escritores de la Feria del Libro de Cipolletti.

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Pascual Marrazzo el empresario, Pascual Marrazzo el escritor. La doble vocación de un bonaerense nacido en Martínez y que se encariñó y afincó en Cipolletti en la década de los '60 del siglo pasado. Literal, la literatura lo salvó de la locura durante la última dictadura.

Pascual Marrazzo el empresario, Pascual Marrazzo el escritor. La doble vocación de un bonaerense nacido en Martínez y que se encariñó y afincó en Cipolletti en la década de los '60 del siglo pasado. Literal, la literatura lo salvó de la locura durante la última dictadura.

La experiencia obliga a leer

"No es que yo se lo agradezca, no, pero fue lo único que yo saqué de la experiencia de Martínez de Hoz", afirma, en relación a su vuelco al mundo de la literatura, su otra gran pasión necesaria. Ahora, en una era nuevamente muy complicada, en su opinión y vivencia, para la industria, comparte esfuerzos para la promoción de la lectura. "Tenemos grandes problemas y en lo que estoy tratando de trabajar es en que la gente lea", concluye.

Llegado a este punto, vale preguntarse si la particular caracterización de geminiano que, por destino, le cabe, será la más cabal, o no, para él. A cada cual le corresponde opinar.

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