Rocío Paredes tiene 21 años, en 2021 se anotó para el curso de bombera y desde este año es chofer de una autobomba del Cuartel 6 del barrio Hipódromo.
“Hacer el curso me abrió un mundo que desconocía totalmente”, afirma Rocío Paredes en una de las salas del Cuartel 6 de la División Bomberos del barrio Hipódromo de la capital neuquina. Dos años después de acercarse hasta la Dirección Bomberos ubicada sobre la calle Libertad para realizar el curso de Agente Técnico Bombero, esta joven neuquina de 21 años siente que fue la mejor decisión de su vida. Una decisión que durante un tiempo la mantuvo en secreto para que no se enterara uno de los miembros de su familia.
A la hora de contar por qué ocultó que estaba realizando el curso, la voz de Rocío refleja emoción. Pasaron quince años de un hecho que marcaría para siempre su vida. Cuando tenía 6 años su padre, Roberto Paredes, que es policía, sufrió una herida de bala cuando intervenía, a pedido de los vecinos, en un enfrentamiento entre dos familias en el barrio Confluencia que se extendió durante varias horas. Como consecuencia del ataque ocurrido en noviembre de 2008, su padre permaneció durante un tiempo internado en terapia intensiva en una clínica de la capital neuquina. “Estuve medio año sin poder ver a mi papá porque estaba internado en terapia recuperándose. Los diarios lo daban por muerto. A partir de entonces me surgieron muchas dudas con lo que era ser policía y después me llamaba mucho la atención lo que mi papá pensaba de todo lo que le había ocurrido. Sin duda todo eso de alguna manera me atrajo”, explica.
El 2 de febrero de 2021, un día después de su cumpleaños, Rocío se inscribió en la Escuela de Cadetes de la Policía de Neuquén. “Me anoté sin que supiera mi papá. Lo hice todo a escondidas de él. Después de que mi papá se recuperó nos sugirió a mí y a mi hermano más chico nada de ser policías ni nada de armas”, cuenta en la tarde soleada y calurosa de jueves que por ahora se mantiene tranquila pero todo puede en forma inmediata cambiar ante un llamado por una emergencia. Cuando debía presentarse en la Escuela de Cadetes no lo pudo hacer porque estaba de vacaciones. “Cuando volví de las vacaciones me presenté y me comentaron que se habían abierto las vacantes para la carrera de técnico bombero”, acota. A pesar de no tener idea en qué consistía el curso se inscribió. “Solo sabía que los bomberos estaban para apagar los incendios y nada más”, confiesa.
Rocío asistía al curso y solo su madre y su hermano sabían que lo estaba haciendo. Su padre se enteró mucho tiempo después. “La reacción de mi padre cuando se enteró no fue buena, reaccionó mal pero después aflojó y durante el curso me apoyó mucho”, explica.
La cantidad de conocimiento y destreza que fue adquiriendo a lo largo del curso “me abrió un panorama que desconocía por completo y cada vez me empecé a interiorizar y a gustar más”. Rocío concluyó el curso en diciembre de 2021 y en enero del año siguiente se incorporó al cuartel de calle Novella y Necochea.
La joven recuerda su primera salida para combatir un incendio el mismo día en que se incorporó al cuartel. “Fue un momento de mucho nerviosismo para mí porque me decían que hiciera tantas cosas que no sabía qué hacer y para dónde ir. En el cursado había hecho muchas prácticas pero ahora me enfrentaba a la realidad y fue algo imponente ese primer incendio en el primer día de trabajo. Con el tiempo me fui habituando gracias a mis compañeros y a las prácticas y capacitaciones que hacemos constantemente”, describe Rocío, que es una de las 8 mujeres que forman parte de la dotación de bomberos del cuartel. Asegura que tanto varones como mujeres “acá hacen todos lo mismo, nos hicieron incluir muy bien, el apoyo es muy importante y la manera en que los más experimentados te van enseñando. Pasar tantas horas de guardia en el cuartel es como que haces una familia nueva”.
Rocío cuenta que mientras hacía el curso más de una vez los profesores la incentivaron para que hiciera también el curso de choferes profesionales para conducir vehículos de emergencia. En ese entonces, se había dado a conocer que Irina Landaeta se había convertido en la primera bombera chofer de autobomba de Neuquén. Esa noticia la incentivó a la joven neuquina. “Alguna de ustedes podría salir chofer”, les sugerían los profesores durante las clases. “Siempre nos tiraban a modo de chiste esos comentarios, y yo me dije por qué no, siempre me gustó manejar y si ya había cumplido una meta por qué no podía ir por la próxima, así que me metí a hacer el curso para chofer”.
Este año, el comisario, jefe del Cuartel de Bomberos 6, Mario Pino, le preguntó a Rocío si estaba lista para manejar la autobomba y convertirse en la primera chofer de esa división. “Venía practicando y escuchaba los consejos y recomendaciones de los choferes más experimentados. Al principio me costó el tema del espacio, no es lo mismo un auto o una camioneta que una autobomba, y saber cómo funciona cada equipo que usa la dotación”, manifiesta.
Rocío comenta que cuando se les informa de un evento lo primero que hace es encender la autobomba y preparar todo lo necesario para asistir al lugar del incendio o del accidente. “Mi casco y guantes están arriba de la autobomba, busco la dirección, unos abren el portón, los compañeros se cambian rápidamente, preparamos todo para que nada falte, chequeamos el equipamiento. Lo importante es no provocar ningún accidente, que la dotación llegue bien”, describe. En el trayecto, la chofer mantiene comunicación permanente por radio con las dotaciones que están en el lugar para conocer la situación con la que se van a encontrar. “Es todo muy vertiginoso”, define. Además de conducir este vehículo pesado, Rocío está a cargo de “todas las tareas que tiene que ver con el despliegue de las mangas, el encastre de bomba, y todo lo que tenga que ver con la presión del agua que van solicitando los bomberos dentro del lugar del siniestro”.
Rocío tiene por objetivo seguir capacitándose en su carrera. Por ahora, lejos quedaron sus logros como deportista en patín carrera que practicó durante varios años en el Club Alta Barda, donde obtuvo numerosos premios. “Por mi trabajo y horarios no puedo estar enfocada en el patín. Lo practiqué desde muy chica y logré algunas medallas en competencias. Cambié los patines para conducir algo más grande como una autobomba”, afirma con una sonrisa.
La vuelta al cuartel, el momento más difícil
Rocío Paredes disfruta las horas de guardia en el cuartel del barrio Hipódromo debido a la gran camaradería con sus compañeros. Siente que son los momentos más felices de su trabajo porque todo cambia cuando suena la sirena y el deber los convoca para combatir las llamas o asistir a los heridos en un accidente, entre otras tantas situaciones, la mayoría de ellas complejas y difíciles de olvidar.
“Muchas veces lo hablamos con los compañeros y compañeras, es lo más difícil de este trabajo porque, por ejemplo, cuando nos avisan que hay que ir a un incendio salimos con toda la energía y la expectativa, te diría como eufóricos, te cambias rápido, pensas en todo lo que tenes que llevar y recordas lo que tenes que hacer”, describe la joven neuquina. Pero toda esa expectativa, esa adrenalina comienza a descender al regresar al cuartel, muchas veces lamentando lo visto en el lugar de los hechos. “Capaz lo que para nosotros es importante porque llevamos adelante todo por lo que nos hemos capacitado y aprendido, y también es una manera de seguir perfeccionándonos; en cambio para las personas que resultaron afectadas o fueron víctimas de ese hecho es algo malo, que puede marcarlos de por vida”, concluye.
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