Sin piedad: el linchamiento a Homer el Mero Mero, un hijo del Cutralcazo
Luego del incidente del rapero neuquino en Vélez, cuando se descompensó en el multitudinario evento Párense de Manos 2, miles de personas se volcaron a las redes a insultarlo. ¿Qué nos lleva a escupir odio a un ser humano que sufre?
Hace unos meses, Homer el Mero Mero, el joven rapero de Cutral Co, presentaba su nuevo disco ante un Ruca Che repleto de seguidores que llegaban a verlo desde diferentes lugares de la provincia. Atravesando un operativo policial impresionante, miles de pibes iban a conquistar la hazaña de llenar el estadio, como muy pocas veces se lo vio para celebrar a uno de los nuestros. No fue una noche cualquiera: un príncipe sin corona, conquistaba la gloria de volver a casa ostentando una fortuna de espejitos de colores, de haber logrado el éxito que muchos de nuestros hijos peligrosamente persiguen.
Homer brilló y de alguna forma u otra, todos sentimos que lo hacíamos con él por un instante. Lejos de regodearse de su triunfo, aprovechó el micrófono para hacer lo que mejor hace: rapear fuerte, real, construir una pared de rimas poderosas con los entornos hostiles que se viven en los barrios y que tan bien nos sale ignorar, hasta que tenemos que llorar los coletazos de la violencia que engendran el hambre, la droga y el olvido. Pero no sólo eso: les pidió a los pibes que se cuiden de los consumos, de la hipocresía de los poderosos, que no compren el cuento de los infiernos de los que él mismo surgió.
Sin embargo, aunque no pudimos percibirlo, Homer luchaba con sus demonios, estaba roto y el otro día, finalmente, dio el paso en falso. Convocado por el streamer Coscu, se presentó en el estadio José Amalfitani del club Vélez Sarsfield, para cantar dos canciones en el Párense de Manos 2, un mega evento de boxeo amateur que podría pasar como la versión argentina de Le Velada de Ibai Llanos, pero organizada por Luquitas Rodríguez, la figura más relevantes del inmenso imperio de los generadores de contenido.
Parado sobre el ring, ante miles de personas que seguían el evento en vivo y por redes sociales, Homer empezó a cantar sobre una pista, pero enseguida comenzó a titubear, quedó paralizado mientas la música seguía sonando, se acodó sobre las cuerdas y sufrió una suerte de colapso que obligó a los organizadores a bajarlo del escenario, donde luego de una escena confusa, terminó convulsionando y desvaneciéndose.
El show del horror
Y aunque todo podría haber pasado como una mala jugada de las drogas, las presiones y la vida, la hostilidad de miles de seguidores, comentaristas y juzgadores compulsivos, decidieron volver a subirlo al ring hasta el nock-out. Un sinfín de comentarios negativos en las redes, cientos de videos atacándolo, medios de comunicación difundiendo la foto donde se lo ve más quebrado, nuestros pibes compartiendo todo eso con comentarios en apariencia graciosos. De pronto, como una nueva normalidad, y sin medir ningún tipo de consecuencia, se montó en la opinión pública un espectáculo paralelo sobre una persona con problemas de adicción para terminar de destrozarlo. ¿Qué frustración nos lleva a linchar a un pibe ya roto? ¿Qué placer perverso encontramos en alimentarnos de la carroña? ¿Qué hace disfrutable golpear a un hombre caído?
Después de lo sucedido, Homer el Mero Mero fue trasladado a una clínica, mientras sus representantes difundieron un comunicado donde aclaraban que el rapero estaba bien, siendo atendido y donde transcribían las palabras del propio músico: “Sepan disculparme. Gracias a todos los que se están preocupando. Ahora voy a tomarme un tiempo que necesito para mí. Voy a volver más fuerte que nunca”. El mismo Coscu, no tardó en aclarar que Homer atravesaba una situación familiar compleja y que batallaba contra una adicción, que había aceptado la propuesta feliz, porque la vivía como una oportunidad.
De pronto, lo que quizá podría haber sido una posibilidad para pegar un salto que le hiciera justicia al gran artista que es Homer, se terminó volviendo una trampa. ¿Por qué una persona herida se expone a eso? ¿Nadie pudo percibir que no estaba en condiciones de subirse al escenario? ¿Cuánto vale el show del horror? Vivimos inmersos en una maquinaria que nos impulsa a avanzar a la ilusión del éxito sin importar que en eso rifemos el alma. Vivimos de la lógica del clic, donde intentamos transformar el odio de las audiencias en un beneficio, sin considerar que ahí dejamos en carne viva el corazón.
Hijo del cutralcazo
Homer el Mero Mero es cría Peñi Trapún. Nació en Cutral Co en 1990, pasó su infancia y su adolescencia esquivando las esquirlas de la caída de un pueblo próspero que tocó fondo bajo las políticas neoliberales del menemismo, hasta que decidió salir a la calle en el Cutralcazo a conquistar un nuevo rumbo. Nunca tuvo una vida fácil, pero jamás se victimizó: aprendió a mirar a la bestia a los ojos, en un territorio donde la violencia, las armas, las drogas eran moneda corriente. Tenía poco más de 20 años cuando su hermano Troca le presentó el mundo de las batallas de Freestyle que los pibes se construyeron en las plazas de sus barrios y ciudades para rimar sus realidades y subsistir a la no mirada de los adultos.
Hasta que un día, juntó fuerzas, luchó y salió a desafiar su destino junto a su compañero y amigo CRO, con el que formaron Bardero$, su proyecto de música urbana al que volcaron una identidad patagónica. Juntos y por separado, pisaron cientos de escenarios de Argentina y Latinoamérica. Sus canciones cuentan con más de 250 millones de reproducciones en Youtube. Colaboró con importantes artistas de la escena urbana como Bizarrap, Cazzu, L-Gante, Duki, Ysy A. Llegó al cine con un protagónico en Panash, la película del director alemán Christoph Behl, que hace un recorte de la realidad de las villas argentinas y su enamoramiento con el Freestyle.
Homer es un rapero respetado por los suyos, por su capacidad sólida de hacer belleza con las miserias, de ser genuino con el dolor crónico de las heridas abiertas que llevan los nadie. Pero, sobre todo, es un artista necesario, que aún desde su derrota, nos permite mirar de cerca la realidad con la que lidian nuestros pibes todos los días sin que podamos comprenderlos. Ningún tropezón debería bajarle el precio a Homer, porque desde su oscuridad nos ayuda a visibilizar las contradicciones y miserias de este presente que supimos construir.
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