Alberto dedica parte de sus días para ayudar desinteresadamente. Su trabajo, junto al de muchos voluntarios, es vital para contener a cientos de personas - que están en las calles de Neuquén- que no tienen un techo ni un plato de comida.
La tarea no es fácil para quienes se acercan voluntariamente a ayudar a las personas que están en situación de calle y que hoy tienen un lugar- al menos por el invierno- para dormir calentitos en una cama, disfrutar de una ducha y ropa limpia. Son muchos quienes deciden destinar parte de su vida para contener a quienes atraviesan un duro momento. Alberto es uno de ellos. Un jubilado docente que desde hace casi dos décadas eligió darle espacio a ese impulso que tenía. Ayudar a quienes necesitaban una mano amiga se convirtió en parte de su vida y hoy contagia a muchos ese trabajo desinteresado que lo atraviesa a diario.
Los días de temperaturas extremas bajo cero, que alcanzaron números récords en la última semana de junio, golpeó lamentablemente a los sectores más vulnerables en distintas partes del país. Un abrigo o un plato de comida caliente se convirtieron en algo vital para quienes están en situación de calle soportando el intenso frío y las heladas. La ciudad de Neuquén no escapa a este difícil contexto, pero gracias a quienes vienen llevando adelante un trabajo solidario y desinteresado – sumado a la decisión de las autoridades- se pudo instalar un parador nocturno, que alberga a unas 100 personas por día.
Red Solidaria es una organización sin fines de lucro que trabaja desde hace casi 20 años con distintas acciones desinteresadas, pero hace un poco más de 15 años que ayuda a la gente en situación de calle con recorridos nocturnos por las calles de la capital neuquina, tratando de proveer un plato de comida caliente y algo de abrigo.
Alberto Cámpora es referente de Red Solidaria Neuquén y es quien impulsó este espacio en la ciudad. Trabaja como martillero público, pero es un docente jubilado con una marcada vocación de servicio. Y hoy es uno de los que pone el cuerpo para atender a las cerca de 100 personas que se acercan al parador nocturno que se habilitó para albergar a gente en situación de calle.
Siempre trabajó en la educación pública como docente de inglés en la escuela nocturna. En el año 1983 comenzó a dictar clases en el CPEM 60. Fue ahí donde comenzó a brotar esa necesidad de poder dar una mano a sus alumnos, ya que muchos tenían situaciones complicadas. Sin duda eso fue el puntapié inicial para una tarea solidaria que lo atraviesa hasta ahora.
“Por elección me fui quedando en esa escuela. Primero fue por una cuestión práctica, me permitía tener dos trabajos, y después no quise dejarlo, porque la educación media para adultos es como una proveedora para hacer un montón de cosas, donde el adulto elige estudiar, elige hacer, elige concurrir, elige hacer todo. Entonces, es un feedback, una ida y vuelta muy importante”, explicó en diálogo con LMNeuquén.
Y recordó que en la escuelan comenzaron a aparecer casos de necesidad de chicas embarazadas y por eso se iniciaron las redes de contención entre profesores y alumnos. “Yo intenté preocuparme más, a involucrarme un poco más y fue una simple preocupación que bueno, terminó en esto”, afirmó.
En una de esas jornadas de clases, allá por el 2005, que la curiosidad lo llevó a tratar de explorar internet – con las limitaciones de aquel momento -para tratar de interiorizarse más sobre las tareas solidaria. Sin saberlo, ese era el inicio de un camino que ya lleva unos 20 años.
Una inquietud y un mail que cambiaron su vida para siempre
“Una noche entré a la página, busqué la palabra solidaridad en los buscadores de la época, que hace 20 años no era como ahora, y me apareció la imagen de Juan Carr (referente de Red Solidaria en Argentina), auxiliando justamente a personas en situación de calle. Y me quedé enganchado”, reconoce. Fue así que unos días después buscó la manera de comunicarse con él. “Entré a la página de ONG y vi que Neuquén estaba vacía, había una sede en Cutral Co, así que primero me comuniqué con Buenos Aires, me atendió Juan justamente, y él me dijo que Graciela Castro, que estaba acá me podía ayudar para organizar mi cabeza, y también Manuel Lozano, que en ese momento era como jefe de la red, que ahora está en Fundación Si”, explicó.
Alberto recuerda todavía ese primer correo que recibió hace dos décadas atrás, daba inicio a su primer desafío solidario. décadas atrás. “La tarea empezaba con un correo, después le llegaba un correo a mi amigo, a mis contactos, donde decía que tal persona necesita un par de patines, por ejemplo, y al otro día abría el correo electrónico que era la forma que teníamos de comunicarnos, y confirmábamos que ya estaban las patines gracias a la ayuda de alguien y así empezó. La forma de empezar con eso fue a través de correos electrónicos”, aseguró.
“No le decíamos que no a nada y con un grupo de amigos que se iban sumando íbamos haciendo distintas cosas. Empezó uno, después cayó otro y ya hicimos un equipo, hoy somos amigos y algunos están, otros ya se fueron, pero se fue agrandando y después entramos como en la conciencia de lo social”.
Con el paso de los años la tarea se va haciéndose tal vez un poco más difícil pero la intención de seguir ayudando sigue intacta. “Hemos hecho cosas que quizá no podría volver a hacer, asistimos a terremoto en Chile con aviones, cosas que eran imposibles, cómo hice, no sé, no tengo ni idea, después asistimos a Comodoro Rivadavia con el temporal, a la ciudad de La Plata en las inundaciones, también en el norte argentino y la inundación de Neuquén del 2014. En la pandemia de Covid con más de 400 voluntarios, éramos los que te llamaban por teléfono, los que limpiaban las sillas, los que hacían los registros, de todo”, valoró.
El duro trabajo de intentar sacar a la gente de la calle
Una de las principales tareas que lleva adelante Alberto con la ONG es la ayuda y contención – en la medida de lo que se puede- a las personas de situación de calle. “Hace más de 15 años que estamos fielmente en la calle, en el último tiempo el trabajo es más duro, es más difícil. Hay muchos voluntarios que se suman por primera vez, pero no algo tan simple de hacer, hay muchos que salen por primera vez y se ponen a llorar, no quieren volver a salir”, reveló.
“Yo creo que hay veces que uno afloja y te pega, pero la mayoría del tiempo yo creo que a mí me salva mi mal humor”, dice entre risas. “Porque yo soy el que grita, el que trata de poner orden por ahí, pero yo tengo al lado personas muy sensibles. Yo siempre digo que soy un pesimista crónico, pero si fuera optimista no haría esto”.
Alberto afirma que intenta no hacer un balance permanente, pero está seguro que son tantas las satisfacciones de las cosas hechas y lo cumplido que prefiere no detenerse a pensar. “Hay una vieja teoría que nosotros tratamos de imponer, que es ni tan cerca que te queme ni tan lejos que te hiele. Te podés acercar tanto al problema, pero el problema va a seguir siendo del otro. Tenés que tratar de ayudarlo a que le mejore la condición, que a veces es momentánea. Pero involucrarse mucho tampoco sirve. Pero todas aquellas personas que hacen esto tienen una cuota de sensibilidad más alta quizás que otros”, afirmó.
“La calle duele, la noche duele, el hambre duele. Hay que aprender a ser empático antes de que la vida te lleva puesta muy rápidamente. Si podés ayudar para que el otro esté un poco mejor lo tenés que hacer. Para mí es una cuenta muy simple que no pienso demasiado. Si me pasa algo y es que me cuesta a veces pensar que no lo podemos hacer, y eso ya es casi psicopático. Siempre digo, si lo puedo hacer yo, lo puede hacer cualquiera”, manifiesta.
“Yo a esto lo tomo como mi trabajo, voy todos los días, pero si es verdad que cuando te ponés a pensar, se te cae alguna lágrima, es inevitable. Pero la satisfacción después es muy grande. Yo creo en la finitud, viste, yo creo que todo se termina entonces hay que aprovecharlo. Esto se acaba, y qué voy a dejar. Si podés dejar una marca, una huella, mejor”.
Con el ejemplo se aprende… de eso no hay dudas
Intentando entender de dónde viene la empatía, el compromiso y valoración del otro, Alberto reconoce que “Siempre fui metido, así metiche”. Pero cuenta orgulloso que su papá era un “buen tipo”.
“A veces cuando era chico, me levantaba con mis hermanos a desayunar y estaban los diareros desayunando y yo pensaba ¿Qué hacen estos tipos en la mesa? Y era mi viejo que los invitaba a sentarse a la mesa, era buen tipo y mi vieja también, entonces he tenido buenos ejemplos. Yo creo que los tuve y lo supe aprovechar. Yo extraño la calidad de gente de mi viejo y de mi vieja”.
Su papá era de la provincia de Buenos Aires, de Las Flores, y vino a Neuquén en el año 40 a trabajar. Fue uno de los profesores, fundadores de la Escuela Nacional de Comercio, de la educación media. Su mamá era de Córdoba y se conocieron en un baile en Pacífico en la calle Córdoba. Estuvieron por carta dos años y medio, se casaron y se instalaron en la capital neuquina. “Ella era una gran cocinera, era maestra de cocina de las escuelas industriales de mujeres”.
Como casi todo lo bueno se trasmite y se contagia, Alberto está orgulloso de tener cuatro hijos que lo ayudan en su tarea solidaria. “Son todos muy comprometidos con esto y están conmigo siempre”, destaca.
Por estos días sus días se reparten en su trabajo y las tareas en el parador nocturno, aunque reconoce que “algunos no estamos en edad de andar tanto al aire frío. Voy todos los días, pero la verdad es que también nos pasamos de frío, pero tenemos que ir. Esto es un paliativo es necesario y urgente, se está trabajando con esta post-pandemia, este post-frío, esta post-refugio para ver cómo hacer para mejorar la condición social de estas personas. Las temperaturas son las peores de los últimos 50 años y la situación es muy compleja, pero no aflojamos”, concluyó. .
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