Trenes tomados por asalto, tickets aéreos con aumentos de tarifas, filas récord para salir de París... Como en el tiempo de la peste medieval, y por tercera vez en un año, miles migraron hacia sus segundas casas o lugares de vacaciones antes de que la capital francesa se cerrara. Y resulta inevitable, a pesar de que el presidente Emmanuel Macron asegure que “esto no es un bloqueo” sino un modo para “frenar al virus sin encerrarnos”. Desde las cero hora de hoy, y por un mes, no se puede entrar o salir de las regiones “rojas”, un área en el norte del territorio nacional, con “vigilancia reforzada”. Son 16 departamentos, París incluido).
Desde el jueves que el gobierno le ofrece señales a su gente para que se organice y se mantenga fuera de casa, al aire libre, y evitando aglomeraciones. Tras los bloqueos de un año atrás y de septiembre pasado, esta tercera restricción se presenta con modalidades menos rígidas. Pero la gente de París que tiene la posibilidad, ante la incertidumbre, cedió al viejo reflejo de partir y tomar por asalto las plataformas de reservas de los trenes interurbanos, cargar los baúles de sus autos o sacar boletos de vuelos de cabotaje.
Fueron 73.000 boletos de tren vendidos en un puñadito de horas, con carga completa los que van directo a Bretaña, en el sudoeste, o a Lyon. Y los pasajes de los viajes subieron enseguida: un ParísBurdeos, que normalmente cuesta 15 euros, pasó a valer 160. En La Baule, una de las localidades más populares de la costa occidental atlántica, que tiene 180 mil habitantes, se duplicó con el masivo arribo de los parisinos.
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