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La última rebelión: a 10 años del acuartelamiento policial

Bajos salarios y un jefe de Policía disociado de la tropa formaron el cóctel perfecto para que se produjera el levantamiento de los suboficiales y retirados.

Una cadena de desatinos producto de la obsecuencia política del jefe de la Policía, Raúl Laserna, derivó en el crispamiento de todos los suboficiales, familiares y parte de los retirados que tomaron la sede de la jefatura de la calle Richieri entre el 5 y el 8 de diciembre de 2013.

A 10 años del último levantamiento policial, contamos los detalles de una negociación que tuvo dos actores clave y pragmáticos para poner fin al conflicto: el subsecretario de Seguridad Gustavo Pereyra y el ministro de Energía Guillermo Coco.

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El gato con traje

El contexto es sumamente útil y necesario.

Raúl “Gato” Laserna fue designado jefe de Policía por el gobernador Jorge Sapag al inicio de su segundo mandato.

En su despacho de jefatura, Laserna supo tener colgada una imagen suya como jefe que rezaba “Jefe de la Policía (2011-2015)”. Lo cierto es que su mandato caducó en 2014 cuando el propio gobernador le soltó la mano porque la cadena de mando estaba fractura hasta con el Consejo Asesor Superior (CAS), la cúpula.

Cierto es que Laserna supo seducir al poder con su buen porte, piel trigueña que combinaba a la perfección con sus ojos verdes, unas pocas canas que peinaba por esos años, y una sonrisa amplia y blanquecina. Además, vestía un traje impecable que usaba mucho más que el uniforme de la fuerza a la que representaba.

Todos los detalles hablan de uno. Al Gato le gusta el poder y se floreaba.

De entrada coqueteó con los medios, realizó sendos análisis criminológicos, envió algunos mensajes a los legisladores y a la Justicia. Luego, entraba en temporadas de hibernación.

Sus manejos nunca pasaron desapercibidos. Rechazaba vincularse con su jefe directo, el subsecretario de Seguridad que en ese entonces era Gustavo Pereyra, un ex subcomisario que, una vez retirado, demostró ser muy pragmático, motivo por el cual el ministro de Seguridad Gabriel Gastaminza lo reclutó.

Laserna, siempre altanero, pensaba que no tenía por qué rendir cuentas a un ex policía y encima de menor rango.

Sapag se lo permitió y prácticamente era su único interlocutor.

Lo que está claro es que el poder lo encegueció y se precipitó en su propio abismo. Así caen los hombres del poder, por obstinados y tercos.

El ministro de Seguridad, Gabriel Gastaminza, estuvo acompañado por el subsecretario Gustavo Pereyra y el jefe de la Policía, comisario general Raúl Laserna.

Efecto Caleta Olivia

A principios de 2013, el gobierno provincial había advertido que no habría aumento para la Policía y encima, Laserna le puso un tope a la cantidad de horas de adicional que podían hacer los efectivos que buscaban, mediante esas horas extra, mejorar sus ingresos.

El malestar policial no era algo exclusivo de Neuquén, el clima tenso afectaba a todo el país.

El 1° de julio, efectivos de la Policía de Santa Cruz se autoconvocaron con sus familias y tomaron las comisarías de Caleta Olivia y Río Turbio, en reclamo de mejoras salariales y condiciones de trabajo. Pretendían un salario por encima de los 9 mil pesos.

Ese reclamo fue como una onda expansiva. En Neuquén, el malestar se hacía sentir en la tropa y la jefatura no reaccionaba ante el runrún que crecía día a día.

Los policías y sus familias, por lo bajo, hablaban de la necesidad de un aumento superior al 70 por ciento debido a la depreciación que había sufrido el salario a lo largo del año.

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A la jefatura

Entre el 31 de octubre y el 4 de noviembre, policías, incluso oficiales de alto rango, llamaban para describir la crítica situación y advertían que era inminente que algo pasara.

Es imposible creer que no la vieron venir en el CAS. Prefirieron creer que no pasaría y subestimaron el malestar.

El jueves 5 de noviembre, un grupo de esposas, madres y novias de suboficiales fueron hasta la jefatura para exigir un aumento y el pago en término de los adicionales.

Lentamente se fueron sumando más familiares, policías retirados y los suboficiales que salían de sus guardias.

Cuando se hizo de noche, más de 200 personas permanecieron en la calle Richieri bloqueando el ingreso a la jefatura.

Dos integrantes de la cúpula salieron a poner la cara y hablaron con las mujeres que estaban a la cabeza del reclamo, que no solo no dieron el brazo a torcer sino que una de ellas le dio un cachetazo a uno de los comisarios generales, que se retiró atónito.

La exigencia era que Laserna se hiciera presente y dialogara con ellas, pero el Gato escapó de la jefatura tras saltar por uno de los paredones laterales. ¡Vergonzoso!

El viernes, el Gobierno anunció, en ese marco, que la próxima semana atendería a Salud y Policía, una tradicional práctica de dilación que siempre ha utilizado el MPN ante los conflictos.

La respuesta no se hizo esperar, quemaron una camioneta Ford Dutti que no funcionaba y que se utilizaba como casilla para resguardar a los policías consignados a custodiar los escombros del derrumbe de la Cooperativa Obrera que estaban cerca del Z1 en el oeste neuquino.

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En paralelo, en la jefatura cada vez eran más las personas que estaban reclamando, por lo que el ministro Gastaminza mantuvo un encuentro con un grupo de esposas de policías que se mostraron intransigentes ante la ausencia de una propuesta concreta.

Alrededor de las 15 se retiraron y, minutos después, unos 500 manifestantes tomaron la sede de la calle Richieri mientras la cúpula montaba una sala de reunión para esta situación de crisis en la sede de Lanín y Saavedra.

El efecto llegó a Cutral Co, donde tomaron la sede de la Dirección de Seguridad. Lo mismo pasaba en Junín de los Andes y en la Dirección de Tránsito.

En Neuquén, todo era tensión porque las calles se fueron vaciando de policías y móviles. Los comerciantes comenzaron a temer, y oficiales que todavía respondían a la cúpula aconsejaban cerrar los comercios.

Hubo muchos comisarios y directores de área que salieron a patrullar para intentar garantizar la seguridad en la capital neuquina.

En ese escenario, un grupo de diputados salió a recordar: “La Policía de la Provincia es representante y depositaria de la fuerza pública en su jurisdicción, quedando inhibida de ejercitar el derecho a huelga en reclamo de sus derechos”.

Pasadas las 21:30 del viernes, se conoció el incremento salarial propuesto por el Gobierno, del 15 por ciento para las categorías más altas y del 45 por ciento para las más bajas, lo que llevarían el sueldo de un agente de $5100 de bolsillo a poco más de $7000.

Esa noche –perdón la intromisión–, estuve presente en la asamblea abierta que hicieron los policías acuartelados y la oferta no cayó para nada bien en la tropa.

La pretensión a esas horas rondaba los 12 mil pesos de bolsillo y estaban todos de acuerdo.

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El detrás de escena

Acá entran en escena testimonios de fuentes reservadas que participaron activamente y que fueron lentamente encaminando una negociación que parecía imposible.

El problema en un principio radicaba en la falta de interlocutores porque la rebelión fue espontánea. Por momentos hubo un grupo de mujeres que la lideraban y lentamente comenzó a aparecer la figura de un joven cabo, Sergio Arregui, y dos compañeros de armas.

Pero en el mientras tanto, las autoridades provinciales presionaron sin éxito. Mandaron un grupo de fiscales a la jefatura para advertir que si no despejaban el ingreso y dejaban retirar los móviles, pasarían a estar cometiendo un delito.

En paralelo, un Laserna que desteñía, amenazaba con severas sanciones disciplinarias. El absurdo total. Laserna nunca supo interpretar las necesidades de la tropa que ya a esa altura no comandaba.

Y con el correr de las horas, Jorge Sapag se vio obligado a dar el visto bueno para que la Gendarmería Nacional saliera a realizar tareas de prevención mientras se buscaba generar líneas de acercamiento a los suboficiales sublevados.

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Acá es donde entró en escena un actor secundario, Gustavo Pereyra, el subsecretario ninguneado por Laserna.

Pereyra, pese a que se retiró en su momento con el rango de subcomisario, era un hombre con mucha llegada a los policías por sus años de participación en la mutual policial y porque supo ser buen compañero.

Lo primero que se intentó fue un acercamiento con las asociaciones policiales para ver si podían hacer las veces de nexo con los uniformados rebeldes.

Los ex policías intentaron un acercamiento, pero no prosperó. No obstante, Pereyra tuvo la suerte de dar con el joven cabo que habló el viernes a la noche a todos los suboficiales y tuvo buena llegada.

Arregui aceptó acudir a una reunión en el sede de la Subsecretaría de Seguridad. Después de varias horas de diálogo, “se llegó a un acuerdo que incluía un salario de bolsillo de 8500 pesos y un principio de amnistía para todos los que participaron de la rebelión, pero no un compromiso porque eso era competencia de Laserna”, confió una fuente que estuvo en esa sala.

Gastaminza, agotado y frustrado, se había retirado a descansar y apagó el celular, por lo que no se lo pudo ubicar para que reaccionara rápido al principio de acuerdo. El plazo venció y la toma continuó.

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El principio del fin

Jorge Sapag estaba en ese entonces en San Martín de los Andes y Laserna le vendía espejitos de colores para minimizar el alcance la protesta.

Sapag, un hombre con muchos ruedos encima, pidió hablar con Pereyra porque alguien le había dicho que fue el que estuvo más cerca de lograr un acuerdo con los manifestantes.

La charla entre Sapag y Pereyra, palabras más palabras menos, comenzó con un “le están mintiendo gobernador” y luego el subsecretario de Seguridad brindó un detallado panorama de la situación provincial.

A partir de ese momento Sapag cortó el diálogo con Laserna y se comenzó a manejar con Pereyra que se comprometió a generar un nuevo encuentro con los suboficiales acuartelados.

La medianoche del sábado y madrugada del domingo se llevó adelante un nuevo encuentro con Arregui y otros acuartelados en el que también participó el ministro de Energía Guillermo Coco.

Esa madrugada fue intensa. Los suboficiales pedían 12 mil pesos y los funcionario lo llamaban al ministro de Economía Omar Gutiérrez que hacía cuentas pero los números del déficit se les caían del Excel así que les bajaba el pulgar.

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Se dialogó, se negoció, se regateó hasta que llegaron a los 10 mil pesos de bolsillo. Gutiérrez ratificó que era inviable desde lo presupuestario.

Estaba entrada la madrugada del domingo cuando llamó nuevamente Sapag para ver cómo iba la negociación. Pereyra explicó una parte y contaron que Gutiérrez no les había dado el Ok para los 10 mil pesos de bolsillo.

Fue en ese instante, cuando amanecía y todo parecía desvanecerse, que Sapag le pidió a Coco que se pusiera al teléfono y le preguntó en forma directa qué hacer.

El pragmatismo de Coco salió a relucir: “pagá los 10 mil y se termina el conflicto”, dijo en resumidas cuentas el ministro.

A las 6 de la madrugada del domingo se firmó un acta informal y se dieron cita a las 18 para rubricar el acuerdo.

Para la foto aparecieron varios funcionarios del gabinete y esa noche la Policía volvió a su cauce natural.

Lo cierto es que ya nada sería como antes. La relación con Laserna había quedado dinamitada. Un año después, Sapag le daría una salida elegante y mantendría al subjefe Raúl Liria a cargo de la fuerza hasta que concluyera su mandato, pero esa, esa otra historia.

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