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A 50 años de Campora-Solano Lima: de la euforia a la frustración

Un 25 de mayo de 1973, miles salieron a la calle a celebrar el fin de la dictadura y el retorno del peronismo. Un repaso de qué ocurrió.

En un clima de alegría y movilización popular, el 25 de mayo de 1973, Héctor Cámpora asumió la Presidencia de la Nación. Ese día, el Pueblo se volcó a las calles para celebrar el fin de la dictadura y el retorno del peronismo al poder después de 18 años de proscripción.

El 25 de mayo fue el gran momento de gloria de la Juventud Peronista. En Plaza de Mayo, inundada de jóvenes, sobresalían los enormes carteles de FAR y Montoneros. Los propios dirigentes juveniles reemplazaron dentro y fuera de la Casa Rosada a la custodia militar y pudo verse en el balcón asomarse junto a Campora, a Dante Gullo y otros dirigentes de las Regionales.

Era el momento tan esperado durante 18 años, se vivía un clima de unidad del peronismo, a tal punto, que días después, las 62 Organizaciones en un comunicado público alabaron la brillante actuación de la JP en el acto.

Plaza 25 mayo Campora-Solano

Gran parte de la izquierda no peronista también se sumó a los festejos ya que veían en la llegada, de Cámpora la expresión de un cambio de época. La presencia del “Chicho” Salvador Allende y de Osvaldo Dorticos, ambos representantes de los gobiernos socialistas de la región, daban sustento a esta percepción.

“Se van… se van… y nunca volverán!!” cantaban las columnas juveniles en la cara de los militares que presurosos abandonaban los actos protocolares para ir a refugiarse en los cuarteles.

Para la mayoría de la clase trabajadora peronista, significaba el tan anhelado regreso del peronismo al gobierno con el recuerdo de los diez años de felicidad. Para las distintas fuerzas políticas progresistas significaba el retorno de la democracia, y el alejamiento (que se creía definitivo) de los militares del poder.

Para los jóvenes setentistas ese 25 de Mayo de 1973 era el arañar con las manos el cielo de la revolución. Los jóvenes vinculados al activismo de las organizaciones armadas y la izquierda, a decir verdad no estábamos muy interesados y entusiasmados con la democracia. En el imaginario juvenil lo que llegaba era el inicio de la revolución, donde las palabras: estado de derecho, representación parlamentaria, división de poderes, eran conceptos de la democracia burguesa, que no tenían demasiado valor. En esa confusión de valoraciones ya comenzaban a incubarse los gérmenes de la posterior tragedia.

Como se llega al 25 de Mayo de 1973

A mediados de 1972 la dictadura militar iniciada por Onganía en 1966, entraba en su etapa final. La progresiva conflictividad social, la creciente actividad de los grupos armados, y la estrategia desarrollada por Perón de unir a todas las fuerzas políticas, convocando a sus viejos adversarios radicales y frondicistas, para exigir una salida electoral sin proscripciones, estaban forzando la retirada de los militares.

Lanusse finalmente convocó a elecciones para el 11 de marzo de 1973, pero puso una clausula legal que impedía presentarse como presidente a todo aquel que no tuviera residencia permanente en el país antes del 25 de agosto de 1972. Perón respondió que volvería cuando él lo decidiese.

Abal Campora Peron.png

Según cuenta Abal Medina en su libro “Conocer a Perón”: Duilio Brunello relató que Perón le dijo: «Lanusse se equivocó si piensa que ahora yo debería ir a Iberia a sacar un pasaje para la Argentina, debe saber que la fecha de mi regreso la voy a decidir yo. Lanusse quiere que yo produzca movimientos que alboroten a sus generales y así tener la excusa para postergar las elecciones. Pero no le voy a dar el gusto, porque si hay elecciones, ganamos. Ese es nuestro objetivo.”

Del primer momento Peron tenía muy claro el objetivo: que levanten la proscripción del peronismo que ya llevaba 17 años, y que permitiesen votar en libertad.

Finalmente Perón retorna transitoriamente al país el 17 de noviembre de 1972. Y ante la insistencia de Lanusse de mantener su proscripción, decide que la formula sea Campora-Solano Lima .

Campora Solano acto.png

Cámpora era uno de los tantos dirigentes de la rama política del Justicialismo, que había tenido funciones destacadas antes y después del 55. Pero de ninguna manera era un dirigente que tuviese un poder que excediera en mucho, al de sus pagos de San Andres de Giles. Era un buen secretario, una persona honesta y confiable. Básicamente era un hombre con una lealtad a toda prueba, que no dudaría “saltar a un precipicio” o ser candidato en cualquier puesto, si ese era el deseo del General. Vicente Solano Lima era un conservador popular, que había sido duro opositor al peronismo del 45 al 55, pero que había cambiado de opinión y se había convertido en amigo de Perón durante su exilio en Madrid.

Recuerda Abal Medina : “ Yo tuve que manejar el tema de la candidatura del doctor Cámpora en el Congreso del Crillón. Como tarea preparatoria, había hablado con José Rucci y le había dicho, tal cual me había sugerido el General, que era un candidato para una presidencia muy breve, el tiempo necesario para preparar las renuncias y el proceso para una nueva elección que llevara Perón a la presidencia.(…) Cámpora me relató el ofrecimiento del General y textualmente me dijo que él le había manifestado que lo aceptaba por no haber otra posibilidad, pero al solo efecto de renunciar de inmediato para que se realizara un proceso abierto.”

Luego relata lo sucedido en el Congreso del PJ en el Crillon: “Hubo una catarata de oradores insistiendo, con todo tipo de argumentos, en la necesidad de mantener la candidatura del General.”

“Era claro que algunos lo hacían por «corrección peronista», pero otros fueron mucho más enfáticos y se adivinaban sus intenciones. Había en esto dos grupos definidos. Uno, el de mayor número, estaba compuesto por unos veinte congresales encabezados por Rogelio Coria y el aceitero Estanislao Rosales. Procuraban demorar el tema con distintas argumentaciones, pero era indudable y ya muy público que estaban alineados con Lanusse y sus posiciones eran de mala fe.”

“El otro grupo, que encabezó Gustavo Rearte, eran compañeros peronistas duros, desde alternativistas hasta integrantes de las primeras juventudes peronistas posteriores a 1955.” “Consideraba que las elecciones sin Perón constituían una claudicación y que en ningún caso se podían aceptar. La oratoria encendida y su conocida militancia le daban a Gustavo un ascendiente importante en otros congresales.(...) Conseguí que Romero cerrara la lista de oradores y propuse votar para ratificar la candidatura del general Perón. La moción fue aprobada por unanimidad, y en ese momento comenzó la verdadera batalla.”

Insistir en nominar a Perón en la formula, era volver a la proscripción del peronismo. Perón conducía bajo la permanente presión de “apresurados” y “retardatarios”, y muchas veces ambos grupos coincidían en entorpecer la conducción . El grupo de Coria lo impulsaba de mala fe. Y el grupo de Rearte lo hacía por convicción pero también llevaba a un callejón sin salida. En cambio Perón tenía clara la estrategia: “que nos dejen votar y ganamos, ese es nuestro objetivo”.

Luego de muchas discusiones se dispuso enviar un telex a Perón (que ya estaba en Paraguay) ratificando su candidatura. A lo que Perón respondió “les agradezco, pero escuchen a Abal Medina que tiene expresas indicaciones mías”. Se reanudo el Congreso y se voto por unanimidad a Héctor J. Campora.

Finalmente el 11 de marzo de 1973, triunfó la formula Campora-Solano Lima, con el 49% de los votos. Seis meses después, tras la renuncia de Campora y nuevo llamado a elecciones sin proscripciones, la formula Peron-Peron obtuvo el 63% de los votos. El objetivo estaba cumplido.

La violencia que no cesa con el nuevo gobierno

Después de 18 años de proscripción, el peronismo regresa al poder. El nuevo gobierno tiene sobre sus hombros una difícil tarea: comenzar a reconstruir el tejido social y económico dañado por las sucesivas dictaduras; dar inicio a un proceso de Liberación Nacional ; pacificar la nación y hallar equilibrio político que devuelva definitivamente los militares a los cuarteles. La mayoría de las fuerzas políticas y sociales del campo nacional estaban dispuestas a acompañar estas propuestas.

Pero, no todos entienden los pedidos de Perón y de Campora, de cesar en la lucha violenta para permitir avanzar en el camino de la reconstrucción en paz.

Peron Campora Nino.png

Ya el 1 de abril de 1973 el Ejercito Revolucionario del Pueblo, ERP (que no había presentado candidatos el 11 de marzo) en un comunicado manifiesto su decisión de continuar la lucha armada durante el gobierno constitucional, decían: “el ERP no atacara a ningún representante del gobierno. Pero si, a las empresas y fuerzas armadas. Aclaraban que suspendían los ataques a la policía, “mientras ella permanezca neutral”. Esta definición era un absurdo , ya que era imposible pretender que la policía no interviniera cuando se estuviese realizando atentados a empresarios o militares.

En verdad el ERP jugaba a que los militares no entregaran el gobierno y/o que el mismo durase lo menos posible. En esa demencial teoría de “cuanto peor, mejor” o “acelerar las contradicciones”; al ERP le molestaba la “formalidad democrática” y prefería la dictadura abierta para “luchar cara a cara con el enemigo”. Por desgracia tiempo después la misma postura del PRT-ERP, va a ser la asumida por la conducción de FAR y Montoneros.

El 29 de abril, el ERP 22 de Agosto emboscó y mató al almirante Hermes Quijada. Tres días antes que asuma el nuevo gobierno, el 22 de mayo, el sector denominado “FAP Nacional”, ejecutó en La Plata al dirigente sindical del SMATA, Dick Kloosterman. En su comunicado dirán que “no alcanza con depositar la confianza en nuestro Líder”, “vamos a seguir aplicando la justicia revolucionaria”, y que “no habrá bandera blanca”.

El 20 de mayo el ERP asaltó un puesto policial en Merlo, donde mueren un policía y un guerrillero.

El 21 las FAR secuestran al Presidente de Coca Cola. El 23 balean a un empresario de la Ford que muere días después.

Los pedidos de “tregua” y pacificación de Campora y de Perón no fueron recibidos con mucha atención por parte de los grupos guerrilleros.

La liberación de los presos políticos

El nuevo gobierno había asumido el compromiso de aprobar una ley de amnistía al iniciar su mandato, para liberar a todos los presos políticos.

Sin embargo una movilización juvenil frente a la cárcel de Devoto, iniciada desde la tarde por una columna del PRT-ERP, a la cual se sumaron mas tarde los grupos de JP que volvían de Plaza de Mayo, obligó la libertad de los presos sin esperar ninguna norma legal. Para la militancia juvenil fue un acto de justicia y de enorme alegría. Para el nuevo gobierno, un primer traspié de desborde a su autoridad.

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El ERP no quería reconocerle al nuevo gobierno democrático el acto de liberación de los presos. Un mes antes habían secuestrado al contraalmirante Aleman y al gendarme Nasiff y habían entablado negociaciones con la Marina para canjearlos por 30 militantes presos. Si los presos eran liberados por una ley del nuevo Congreso significaba “reconocerle” ese acto al gobierno peronista. Hasta hoy seguimos escuchando el relato que “los presos fueron liberados por la movilización popular”, cuando la realidad es que fueron liberados por decisión de Perón y el nuevo gobierno democrático.

El testimonio de Juan Manuel Abal Medina

Esa noche del 25 de Mayo, Juan Manuel Abal Medina, que no tenía ningún cargo formal en el gobierno, se apersona en la cárcel de Villa Devoto y da la orden de liberar a los guerrilleros presos. Este es su testimonio en el libro “Conocer a Perón”:

“A las ocho de la noche, el teléfono sonó de manera insistente y finalmente atendí. Era el General, en persona. Me dijo: «Doctor, ¿qué está pasando?». Le dije que había desórdenes, pero que no tenía más información fuera de la pública. (…) Estábamos por despedirnos cuando me dijo, muy nervioso : «No, doctor, espere, espere… Mejor deje eso y ocúpese de la cárcel de Devoto, que me dicen que ya está tomada por el ERP». Le contesté: «A sus órdenes, mi General. Me ocupo», y él me dijo: «A los presos los liberamos nosotros, que eso quede claro». Le pregunté si debía hacerlo sin esperar la amnistía o, al menos, el indulto. Me contestó: «Libérelos de una vez». Dije: «¿A todos, mi General?». «A todos, a todos… No podemos hacer otra cosa», me contestó.”

“La situación en Devoto era realmente caótica. El ERP, encabezado por Pedro Cazes Camarero, tenía el control de la calle, y adentro Cazes dirigía las negociaciones. Hablaba por teléfono con Righi, que le pedía tiempo. Traté de demorar las cosas al máximo, pero aquello explotaba, y finalmente decidí ordenar que los presos salieran. No me gustaba aquello, pero lo contrario habría sido una batalla campal con quién sabe cuántos muertos.”

“Yo no tenía ninguna autoridad formal, pero mi posición en el movimiento y el ser conocido en el mundo político que siempre actuaba siguiendo las directivas del General me daban margen para hacerlo.”

“No tengo un recuerdo alegre de esa noche; todo lo contrario. Era sencillamente absurdo liberar a quienes proclamaban que iban a continuar en la «guerra revolucionaria» . Ver salir a los miembros del ERP, formados y saludando con el puño en alto, de manera evidente a seguir la «guerra revolucionaria», era el cumplimiento de la pesadilla que había imaginado desde el comienzo de la campaña electoral.”

El sol del 25 que no terminaba de brillar

Las posiciones del ERP frente a los acontecimientos de Devoto pusieron entre la espada y la pared a la organización Montoneros, cuya dirigencia se vio “corrida por izquierda”, y en lugar de defender al gobierno de Campora terminó acompañando al ERP en su estrategia. Esta ambigüedad se va a repetir en los meses posteriores, hasta que finalmente Montoneros pase a la clandestinidad y se sume a la misma estrategia de guerra revolucionaria contra el gobierno democrático.

Roberto Perdía, en su libro, reconoce: “Nuestro espacio político estaba presionado por dos fenómenos concluyentes. Uno era la presión del PRT – ERP, con sus críticas político – ideológicas y la continuidad de su accionar militar, todo lo cual impactaba fuertemente en los sectores más juveniles. Otro, el de los grupos peronistas más duros: el Peronismo de Base; la revista Militancia, cuyos referentes eran Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Duhalde.”

El sol del 25 que venía asomando se veía opacado por algunas nubes, que en pocos meses se trasformarían en nubarrones de tormenta.

“La tarea es que el recuerdo se mantenga vivo pero también que la sacralidad de la memoria se ponga en discusión.” Tzvetan Todorov en “Los abusos de la memoria”

(*) El columnista es autor de Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Peron

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