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La Mañana recital del Indio Solari

Así fue la odisea de los dos neuquinos que regresaron de Olavarría 11 días después

Rocío y Joaquín, de 16 y 19 años, partieron de Neuquén el domingo 5 y volvieron a casa el último jueves.

Rocío Seijas y Joaquín Luengo, de 16 y 19 años, son unos de los tantos que quedaron a la deriva el sábado que el Indio Solari se presentó en Olavarría y dos personas murieron. Volvieron a reencontrarse con sus familias recién el último jueves, 11 días después.

Sin haber pisado antes Buenos Aires, sin avisar a sus familias y sin celulares, partieron desde Neuquén el domingo 5, en lo que creían que sería una aventura.

Cargaron dos mochilas con frazadas, agua, galletitas y poco más de mil pesos y se subieron a un micro. El plan era llegar primero a Villa Regina, a unos 100 kilómetros de la capital neuquina, y desde allí continuar a dedo hasta Olavarría. En un viaje convencional en auto, sin demorarse demasiado para cargar combustible o estirar las piernas, esa distancia, de unos 800 kilómetros, puede completarse en entre 8 y 10 horas.

Rocío y Joaquín tardaron cuatro días. Llegaron el jueves a la tarde, después de subirse y bajarse de varios autos y camiones. El lunes a la noche durmieron en la plaza de Chichinales, el martes en un parque de Bahía Blanca y el miércoles en la puerta de un banco en Azul, donde encontraron refugio cuando se largó a llover. Al llegar a Olavarría sólo les quedaban 200 pesos. Venían comprando fiambre, pan y agua.

Rocío y Joaquín, que se conocen hace dos meses y aseguran que la música de los Redonditos y del Indio les gusta, pero que no son fanáticos y nunca lo habían visto en vivo, fueron a Olavarría a ver de qué se trataba eso de la “misa ricotera”, en un impulso que tiene que ver más con la efervescencia de su edad y la curiosidad de viajar tipo mochileros que con la devoción por el artista. A pesar de lo duro que sea imaginarlos pasar noches a la intemperie, dicen que hasta que llegaron a destino todo fluía más o menos como lo habían planificado.

Sin embargo, dicen, el espíritu aventurero empezó a derrumbarse cuando llegaron a la ciudad bonaerense. Las imágenes que se les vienen a la cabeza son de gente adulta bajo el efecto excesivo de alcohol o drogas. Si bien no era la primera vez en sus vidas que se encontraban frente a alguna escena típica del mundo de la noche, se sintieron superados por el ambiente.

Rocío y Joaquín habían partido de la terminal de Neuquén junto a dos hombres más grandes que ellos que se separaron y siguieron por su cuenta en Villa Regina, la primera escala del viaje. Les habían dicho que no se preocuparan por la entrada, que no sería necesaria, y así fue. El sábado a la noche, cuentan, después de dormir el jueves en un cobertizo de caballos y el viernes bajo la luna y las frazadas, esta vez en una zona con carpas cercana a La Colmena -el predio delimitado para el espectáculo-, ingresaron al show.

Bastó que pasaran los primeros 20 minutos, cuando el Solari interrumpió el espectáculo por primera vez, para que Rocío y Joaquín decidieran salir de La Colmena. En ese breve lapso recuerdan haber visto a un hombre desnudo tirado en el piso y a otro que les pidió ayuda para esconder un revólver que llevaba en la mano. Se alejaron del predio hasta que llegaron a un fogón y desde ahí escucharon el resto del recital.

Temprano, el domingo a la mañana, después de una noche más a la intemperie, se dieron cuenta que les faltaba una mochila. Sin saber que los diarios hablaban de muertos durante el recital, comenzaron a caminar rumbo a Azul con el estómago vacío. Los ánimos no eran los mismos que una semana atrás y el objetivo era volver a casa.

La mayor parte del trayecto lo hicieron a pie. En el camino, hacen memoria, se cruzaron con un patrullero al que le pidieron ayuda. Dos agentes les solicitaron los documentos y al ver que Rocío llevaba una fotocopia de su DNI se rieron y volvieron a subirse al vehículo. En el último tramo los levantó un hombre en un auto que les compró comida y les dio algo de dinero. Volvieron a pasar la noche en Azul, también a la intemperie.

Al día siguiente, el lunes 13, dieron con otro hombre que les dijo llamarse “Beto Ayala”, que los llevó a Viedma, en Río Negro, donde el jueves 16 los pasaría a buscar la mamá de Joaquín, Valeria Coronel. Pero eso, aún, no lo sabían.

Beto Ayala hospedó a Rocío y a Joaquín en su casa en Viedma la noche del lunes, les dio comida y ropa y los acompañó el martes al ministerio de Salud y Desarrollo Social, donde recibieron unos boletos para viajar a Neuquén esa misma noche. Sin embargo, en la terminal no los dejaron viajar porque Rocío no tenía su DNI. En busca de ayuda, se dirigieron a la Comisaría 1°. “Llegaron hasta acá solos, ahora arréglense”, les dijeron. Esta vez, durmieron en en la Plaza San Martín, en el centro de la ciudad.

Para entonces la búsqueda de Rocío y Joaquín ya había comenzado a circular en el grupo de Facebook Recital del Indio- donde estas? y en los registros de la Red Solidaria. El martes 14 Valeria y Marisa Vega, la mamá de Rocío, hicieron las denuncias formales.

Julieta Laumamn, de 18 años, es la chica que vio a los jóvenes neuquinos deambulando por la calle 25 de mayo el miércoles cerca de las 21. Fue la persona que anunció en Facebook que Rocío y Joaquín estaban en Viedma. Además, les prestó su teléfono, los llevó a la terminal y les dio algo de comer. Cuenta que se los veía abandonados y que se solidarizó porque tenían su edad y porque ella también había estado en el recital.

La publicación de Julieta comenzó a hacerse viral y llegó a las familias de los chicos. Mientras la mamá de Joaquín viajaba en auto hacia Viedma, la de Rocío, Marisa Vega, permanecía en Neuquén atenta al teléfono y a cualquier novedad que pudiera llegar a través de las redes sociales. Hasta no verlos, no bajarían la guardia.

El anuncio de Julieta, a su vez, hizo que muchos vecinos se acercaran a la terminal para asistir a los chicos. Así es que llegó al lugar Verónica Vera, que les ofreció ir a su casa y desde allí comunicarse con sus familias. Ella tomó la foto que ilustra la nota.

El jueves, mientras asomaban los primeros rayos del sol, llegó la mamá de Joaquín para llevarlos de regreso.

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