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Dos viajeros arman su casa rodante para llegar hasta Alaska

Mientras esperan definiciones sobre la posibilidad de viajar, restauran su camioneta modelo 96 con el objetivo de recorrer y documentar su trayectoria por el continente.

Una jornada cualquiera, hicieron una pausa. Se detuvieron a observar cómo corrían sus días y entendieron que necesitaban cambiar el rumbo, alejarse de las agendas apretadas que apenas les alcanzaban para pagar el alquiler y dedicarse a lo que deseaban de verdad: viajar por el continente. Aunque la pandemia puso sus planes en espera, un neuquino y su novia siguen trabajando a buen ritmo para construir una casa rodante que les permita viajar lento hasta Alaska.

Santiago Mango y Julieta Gugliottella se conocieron en Buenos Aires por la militancia social que compartían. Él, estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y director técnico de fútbol femenino. Ella, estudiante de Comunicación Social en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y trabajadora del Sedronar. Él, neuquino. Ella, fueguina. Ambos muy comprometidos con la realidad social que los atraviesa y con un gusto compartido: el amor por los viajes.

El flechazo fue instantáneo y, a los dos meses de conocerse, ya se mudaron juntos a un PH en el barrio de Flores. Combinaban sus trabajos con los estudios universitarios, la militancia social y una nutrida vida con amigos. Sin embargo, y a pesar de tener salarios en blanco, tenían dificultades para afrontar sus gastos cotidianos.

“Vivíamos al palo y llegábamos a nuestra casa cansados y estresados, sólo a dormir”, cuenta Julieta desde Neuquén, su parada técnica para restaurar la camioneta que se transformará en su casa rodante. Sus ingresos les alcanzaban para pagar el alquiler de una casa que prácticamente no usaban, porque pasaban el día entero en la calle.

Su primera alarma sonó el día que les llegó una boleta de cinco mil pesos de luz. La vida cotidiana se hacía demasiado costosa y los alejaba de los viajes, que eran su verdadero deseo. Durante sus años en pareja, Santiago le había propuesto viajar juntos a Cuba, un país que él ya conocía y que lo había dejado fascinado.

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Con casi un año de planificación y una estrategia cuidadosa de ahorros, concretaron ese viaje. Pero ese mes de vacaciones en Cuba los dejó endeudados por varios meses. “Era demasiado costoso, no sólo en dinero sino en el tiempo que nos demandaba”, expresó la joven fueguina.

Julieta ya había recorrido, como mochilera, Bolivia y el Norte argentino. Ya había aprendido a viajar lento y desde chica tenía una admiración inexplicable por los motorhomes. Decidió sumar ambos conceptos y le propuso a Santiago dejar el departamento y viajar por el continente en su propia casa.

Al principio, él pensó que era una propuesta demasiado arriesgada. Pero muy pronto se convenció. Comenzó a hacer preguntas y descubrió una gran comunidad de viajeros que dejan sus zonas de confort para convertirse en nómades, personas que trabajan mientras recorren distintos países. De pronto, la idea ya no parecía tan exótica.

Cuando finalizó su contrato de alquiler, los jóvenes intercambiaron su auto por una Mercedes Benz 180 modelo 1996, a la que apodaron “La Mecha”. Vendieron todos sus muebles y se quedaron sólo con dos bolsos con ropa y una importante colección de libros, con las que piensan construir una biblioteca viajera.

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Hace un año y medio, abandonaron la capital para regresar a Neuquén, a la casa de los padres de Santiago. Se subieron a La Mecha sin conocerla siquiera, y viajaron durante 23 horas hacia el sur. Afrontaron lluvia, granizo y un calor agobiante de 40 grados. Entre los climas extremos y con el motor a punto de fundirse, arribaron a tierras neuquinas.

Desde entonces, y con nula experiencia en mecánica, se sumergieron en el mundo de su Mercedes Benz. Leen los manuales originales y celebran cuando sacan un panel o logran llenar el sapito de agua. Cada avance es un pequeño triunfo y, entre ellos, cuentan haber encontrado a un mecánico neuquino que sabe arreglar ese modelo extinto de camioneta.

Mientras tanto, siguen trabajando. Julieta asiste a las familias más vulnerables de Toma Norte y 7 de Mayo, mientras que Santiago trabaja como director técnico en Atlético Neuquén. A eso sumaron un emprendimiento de comida vegana, que les ayuda a reunir dinero para los arreglos y que es la semilla de su sustento durante el viaje que quieren emprender.

Su plan original tenía un día de diciembre como fecha de partida, con una fiesta previa de casamiento y despedida. Pero la pandemia se inmiscuyó en sus calendarios y ahora no hay certezas sobre las fechas para poder salir a la ruta. “Nosotros seguimos con la cabeza en diciembre y arreglando La Mecha para poder salir ese día”, afirma Julieta.

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Cómo será su viaje

Hasta esa fecha, se entretienen planificando, ahorrando y soñando con su viaje. Santiago espera con ansias conocer Bolivia, y Julieta está convencida de que se va a fascinar con México. Ambos, en el fondo, saben que cualquier pueblito de cualquier país puede darles una grata sorpresa. Y también saben que no van a hacer turismo tradicional.

“No queremos visitar grandes capitales ni ciudades, viajamos para conocer a la gente”, dice Julieta. El compromiso social que se les cuela en las palabras también estará presente durante el viaje. Quieren saber cómo se interpreta el feminismo popular en cada nación, qué luchas y qué consignas enarbolan, y cómo juegan las chicas al fútbol.

Como comunicadora, Julieta quiere armar su propio medio o un canal de YouTube para plasmar entrevistas de los personajes que planea conocer en el camino. Como DT, Santiago duda. Dice que un técnico debe quedarse quieto, enfocarse en un club y empezar a construir un equipo. Sin embargo, ella lo incentiva a que aporte sus conocimientos de la disciplina en cursos o talleres.

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-> Cómo viajar sin ser ricos

Esas tareas, junto a la biblioteca viajera, son los motores del viaje. Sin embargo, saben que las comidas veganas serán su principal fuente de ingresos para comer y llenar el tanque. También llevan ahorros para gastos mecánicos imprevistos, y el costoso cruce del canal de Panamá.

“Si bien es cierto que se puede viajar lento sin necesidad de ser ricos y vivir de vacaciones, también hay que reconocer que muchos viajeros tienen propiedades en alquiler o apoyo de su familia para emprender estos viajes largos”, explican los jóvenes.

“No creemos en la meritocracia, esa que dice que cualquiera puede ser médico o contador sólo con esfuerzo; el esfuerzo es importante pero también es necesario ir a una buena escuela y que tu familia te apoye con los estudios”, dice Santiago y aclara: “Lo mismo pasa con los viajes”.

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Tanto Santiago como Julieta son conscientes de los privilegios que les permiten soñar con esta aventura por América. Cuentan con el apoyo de su familia, con salarios para ahorrar y tenían su auto, que fue el capital inicial para poder comprar su camioneta. Por eso, reconocen que viajar lento no es imposible, pero que tampoco depende sólo de los sueños.

Como ya llevan un año y medio de preparativos, lograron sumar una verdadera comunidad que es testigo del proceso de restauración de La Mecha. Documentan cada avance en su cuenta de Instagram, larutamadree, y ya sumaron a más de diez mil seguidores que los animan a continuar.

En un contexto de incertidumbre y viajes suspendidos, Santiago y Julieta siguen convencidos del camino que eligieron. Todavía no saben cuándo podrán subirse a la ruta. Puede ser en diciembre. Puede ser una jornada cualquiera.

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