Una cucharada de historia: el origen de la crema pastelera
Del renacimiento a las panaderías de Argentina; el recorrido de la crema pastelera sigue siendo sinónimo de placer y tradición. Receta y data del bien.
La crema pastelera es, para muchos, un ingrediente invisible. Está ahí, siempre presente, en medialunas, cañoncitos, tortas y facturas, pero rara vez se le da el protagonismo que merece. Sin embargo, este relleno suave y sedoso, hecho a base de leche, huevos, azúcar y almidón, tiene detrás una historia de siglos, una evolución atravesada por cocinas palaciegas, alquimistas culinarios y panaderos anónimos que la mantuvieron viva hasta nuestros días.
Origen de la crema pastelera
Su origen se remonta a la Europa del Renacimiento, un momento de esplendor para el arte, la ciencia y también para la gastronomía. Es en ese contexto donde aparece la crème pâtissière, como la llaman los franceses, o custard para los ingleses. No hay una fecha exacta que marque su nacimiento, pero sí un consenso en torno a su lugar de origen: Francia.
Se dice que fue un cocinero llamado François Massialot quien, en el siglo XVII, dejó por escrito la primera receta reconocible de crema pastelera. En su libro Le Cuisinier Royal et Bourgeois (1691), aparece una preparación muy similar a la actual: leche infusionada con vainilla, yemas batidas con azúcar y almidón, cocidas a fuego suave hasta espesar. Massialot fue chef de varios miembros de la nobleza francesa y sus recetas marcan un antes y un después en la historia culinaria europea.
De los banquetes reales a la pastelería moderna
La crema pastelera se convirtió rápidamente en un comodín dentro de la repostería francesa. Su textura suave y su sabor delicado le permitían adaptarse tanto a preparaciones sofisticadas como a elaboraciones más rústicas. Con el tiempo, fue incorporándose a recetas clásicas como los éclairs, los profiteroles, la tarta Saint-Honoré y la mil hojas. Siempre como relleno, siempre en segundo plano, pero infaltable.
Al expandirse la cocina francesa por Europa, la receta cruzó fronteras y se instaló también en Italia, donde pasó a ser la “crema pasticcera”, y en España, donde se la conoce como crema pastelera a secas. En Inglaterra, mientras tanto, el custard se desarrolló en paralelo, con algunas variantes, como el uso de crema en lugar de leche o la cocción al horno en vez de en cacerola.
América Latina la adoptó a través de la influencia hispánica y, más tarde, por el arrastre de la inmigración europea. En Argentina, la crema pastelera llegó con los panaderos gallegos, catalanes, franceses e italianos, que replicaron en estas tierras los sabores de su infancia y sus saberes técnicos.
La crema en la cultura argentina: facturas, vigilantes y cañoncitos
No se puede hablar de crema pastelera en Argentina sin mencionar su lugar en las panaderías de barrio. Es la reina de las facturas, junto con el dulce de leche. Está presente en las medialunas rellenas, en los cañoncitos, en las berlinesas, en los vigilantes y, por supuesto, en la clásica torta de cumpleaños con frutillas.
Lo curioso es que, a pesar de ser tan común, es una de las preparaciones que más respeto impone entre los cocineros amateurs. Su cocción requiere atención: si se sube demasiado el fuego, se corta; si no se bate bien, se llena de grumos. Pero cuando sale bien, no tiene rival. Su textura cremosa, su dulzura sutil y su perfume a vainilla conquistan paladares sin distinción de edad ni clase social.
Hoy en día, los reposteros profesionales la han vuelto a poner en primer plano, jugando con variaciones que incluyen infusiones de hierbas, frutas, chocolates o licores. Incluso en la alta pastelería, la crema pastelera vive una especie de renacimiento. Ya no es solo un relleno, sino un elemento noble por derecho propio.
Receta de crema pastelera clásica
Rinde: aproximadamente 500 ml
Tiempo total: 20 minutos
Ingredientes
500 ml de leche entera
4 yemas de huevo
100 g de azúcar
40 g de maicena (fécula de maíz)
1 cdita de esencia de vainilla (o 1 chaucha de vainilla)
25 g de manteca (opcional, para darle brillo y suavidad)
Desarrollo
Calentar la leche:
En una cacerola, poné a calentar la leche a fuego medio. Si usás chaucha de vainilla, abrila al medio, raspá las semillas y agregalas junto con la chaucha. Si usás esencia, reservála para el final.
Mezclar yemas, azúcar y maicena:
Mientras la leche se calienta, en un bol mezclá las yemas con el azúcar y la maicena. Batí enérgicamente con batidor de mano hasta lograr una mezcla homogénea y sin grumos.
Templar las yemas:
Cuando la leche esté bien caliente (pero sin hervir), agregá un chorrito sobre la mezcla de yemas mientras batís. Esto es para "templar" y evitar que las yemas se cocinen de golpe.
Unir todo y cocinar:
Volcá la mezcla de yemas en la cacerola con el resto de la leche caliente. Cociná a fuego medio-bajo sin dejar de revolver con cuchara de madera o batidor. La crema se va a espesar gradualmente. Seguí batiendo para evitar que se pegue o se formen grumos.
Agregar la vainilla y la manteca:
Cuando la crema espese y tenga textura de “danette”, retirala del fuego. Agregá la esencia de vainilla (si no usaste chaucha) y la manteca (opcional). Mezclá bien hasta integrar.
Enfriar correctamente:
Pasá la crema a un bol limpio. Cubrí con film en contacto (el plástico debe tocar la superficie de la crema) para evitar que se forme una costra. Dejá enfriar a temperatura ambiente y luego llevá a la heladera hasta usar.
Tips útiles
Si te quedan grumos, podés pasarla por un colador antes de enfriar.
Se conserva en heladera hasta 3 días.
Para una crema pastelera más ligera (ideal para postres), podés mezclarla con crema chantilly cuando esté fría: eso se llama “crema diplomática”.
Más allá de la receta: un símbolo de lo simple y lo compartido
La crema pastelera no necesita sofisticación para ser memorable. Sus ingredientes son modestos, accesibles, presentes en casi cualquier cocina. Tal vez por eso mismo ha logrado perdurar tantos siglos y tantas fronteras. Porque representa lo universal del gusto por lo dulce, lo casero, lo reconfortante.
Es también una receta que se transmite de generación en generación, casi siempre de manera oral. Una abuela que enseña a remover con cuchara de madera, una madre que explica cómo evitar los grumos, un abuelo que recuerda “el secreto” de dejarla enfriar tapada con papel film para que no se le forme costra.
En un mundo donde la gastronomía se ha vuelto cada vez más experimental y tecnificada, la crema pastelera sigue siendo un refugio. Una cucharada tibia de infancia. Una promesa de que lo simple, bien hecho, todavía puede emocionar.
Te puede interesar...
Lo más leído
Leé más
Milanesas de merluza: una receta clásica de las mesas argentinas
-
TAGS
- crema
- pastelera
- receta
- El Comedor
Noticias relacionadas
Dejá tu comentario