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El increíble periplo de un viejo avión neuquino

Salvó vidas, transportó pasajeros, casi termina en un lago y ahora fue rescatado de una chacarita.

Nació en una fábrica muy lejos, voló miles de kilómetros sobre Neuquén y otros territorios, salvó vidas, transportó pasajeros, casi termina en el fondo de un lago y quedó abandonado como chatarra. Tan curiosa como nostálgica es la vida que tuvo el avión Turbo Commander LV-MAW que alguna vez perteneció a Transportes Aéreos Neuquén (TAN).

Un grupo de ex empleados de esa empresa decidió comprar los restos en una chacharita del Parque Industrial para restaurarlo y construir un monumento para recordar una parte del glorioso pasado que tuvo la aeronavegación neuquina.

La historia del avión comenzó en 1977, cuando el entonces gobernador José Martínez Waldner aprobó la compra de tres nuevas aeronaves para reforzar la flota que tenía TAN. Por aquel entonces, los servicios de la institución creada en la década del 60 tenían una fuerte demanda no solo en el transporte de pasajeros, sino en los vuelos sanitarios que se hacían a distintos lugares de la provincia.

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Uno de los Turbo Commander, en el interior de Neuquén.

Uno de los Turbo Commander, en el interior de Neuquén.

La flota de aquella época estaba compuesta por cuatro Piper Navajo TA-31 que habían sido adquiridos en 1970, pero el crecimiento de TAN, que funcionaba bajo la Dirección de Servicios Aéreos de la provincia, necesitaba más aeronaves.

Un grupo de seis pilotos neuquinos partió a mediados de 1977 rumbo a Estados Unidos para traer tres Turbo Commander 690-B, que se habían fabricado en la fábrica Rockwell, en Oklahoma.

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Los pilotos Jorge Pereyra, Aldo Mástice y uno de los instructores de vuelo en Estados Unidos (Archivo familia Mástice).

Los pilotos Jorge Pereyra, Aldo Mástice y uno de los instructores de vuelo en Estados Unidos (Archivo familia Mástice).

Alfredo Pujante, Aldo Mástice, Jorge Pereyra, Néstor Tarruella, Miguel Tiemroth y Oscar Reguera fueron los encargados de trasladar las nuevas aeronaves con destino a Neuquén. José Talachia y Jorge Mussi los acompañaron como mecánicos. Fue una extensa aventura área, teniendo en cuenta que hubo que hacer varias escalas en países latinoamericanos hasta llegar finalmente a la provincia.

Más allá de las matrículas correspondientes (LV-MAW, LV-MAU y LV-MAV), los tres aviones fueron bautizados como “Collón Cura”, “Aluminé” y “Nahueve” para darle una impronta local a través de los nombres de ríos neuquinos.

A lo largo de los años, las modernas aeronaves surcaron cielos locales y foráneos cumpliendo todo tipo de servicios, aunque los más importantes fueron los que trasladaban a pacientes que requerían asistencia médica que no había en sus lugares de residencia o llegando a lugares del interior ante problemas climáticos o emergencias.

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Los tres Turbo Commander en vuelo, todavía con la matrícula provisoria de fábrica (Foto: Mark Checkley)

Los tres Turbo Commander en vuelo, todavía con la matrícula provisoria de fábrica (Foto: Mark Checkley)

Sin embargo, el destino de cada uno de estos tres aviones gemelos fue distinto.

El “Nahueve” (LV-MAV) tuvo su peor y prematuro final en 1984 cuando se estrelló apenas despegó del aeropuerto Chapelco mientras trasladaba a una beba de Las Coloradas que necesitaba atención urgente. Aquel fatídico 12 de septiembre, Reguera, uno de los pilotos que trajo los aviones de Estados Unidos, encendió los motores del Turbo Commander, pero uno solo respondió. Confiado en que la aeronave tendría la fuerza suficiente para despegar y sabiendo que la nena no tenía chance de sobrevivir si no viajaba, decidió hacer el vuelo.

El avión carreteó por la pista, despegó, pasó entre medio de los cerros Los Pinos y Del Perro, giró hacia la izquierda, pero en un momento dado, volvió a girar a la derecha y entró en un tirabuzón descendente del que no pudo salir. En cuestión de minutos la máquina se estrelló contra el suelo y se incendió. Sus ocho ocupantes murieron.

El “Aluminé” (LV-MAU) tuvo más suerte. Fue vendido un año antes de que quebrar la empresa (privatizada en 1995). Voló en la Argentina, luego en Estados Unidos y el último registro de 2006 indica que estuvo prestando servicios en Sudáfrica. Un periplo que debe encerrar mil historias desconocidas, algunas felices otras dramáticas, como las que vivieron sus dos hermanos.

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El LV-MAU

El LV-MAU "Aluminé", el único que siguió volando.

El “Collón Cura” fue el que tuvo un final más largo y penoso ya que quedó como chatarra en una chacarita de Cipolletti. Podría haber tenido otro destino más insólito, ya que fue comprado por el Club de Buceo de Neuquén con el objetivo de hundirlo en el lago Mari Menuco como un atractivo para los socios, pero nunca se consiguió el permiso para hacerlo. Así, los restos fueron nuevamente vendidos y terminaron en otro lugar de descarte de metales.

La primera idea de rescatar los restos había sido de Diego Wonham, un controlador aéreo que comenzó a investigar la historia de TAN y que plasmó todo lo recopilado en el libro “Transportes Aéreos Neuquén. Alas neuquinas para la integración regional”, publicado en 2015. Fue él quien se comunicó con viejos pilotos para tratar de comprar los restos del “Collón Curá” para luego restaurarlos, pero el precio en aquel momento era muy elevado.

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El "Collón Cura", durante un vuelo sanitario en Aeroparque. Una ambulancia espera al paciente. (Foto: Luciano Potenze)

Poco tiempo atrás, Wonham y un grupo de ex empleados de la empresa reflotaron la idea de rescatar la aeronave y comenzaron a pedir colaboración a través de las redes sociales, ya que el dueño de una chacarita del Parque Industrial, última morada del avión, le dejaba el precio de costo por lo único que había de valor: el aluminio.

La noticia despertó expectativas e ilusiones entre los ex empleados de TAN. Pilotos, azafatas, mecánicos y administrativos se mostraron entusiasmados ante la posibilidad de volver a revivir aquel avión que tanta nostalgia les traía.

La campaña no duró mucho y los interesados aparecieron rápidamente. Varias personas -entre ellas tres empresarios que prefirieron el anonimato- donaron el dinero necesario hasta completar los 180.000 pesos que costaban los restos.

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El "Collón Cura" espera una mejor suerte.

Ahora el proyecto apunta a buscar o fabricar las piezas que faltan, restaurar la estructura en su totalidad, pedir autorización a las autoridades municipales y construir un monumento en inmediaciones del aeropuerto, como una forma de homenajear a la empresa, a los empleados que pasaron por ella y también a esa máquina que tantos servicios prestó durante años.

"Estamos esperando los permisos para poder llevarlo al aeropuerto y empezar a trabajar en la reconstrucción. Sería lindo poder hacer un monumento para recordar lo que fue TAN", dijo Wonham a este diario.

Ideas hay muchas, pero el diseño final todavía no está resuelto. Será cuestión de paciencia y tiempo.

Mientras tanto, el viejo avión duerme su sueño de chatarra a la espera de otra oportunidad, aguardando un final más acorde a su pasado que lo saque para siempre de la indiferencia, del óxido y del olvido.

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