Ante el fin de la rosca, es necesario más periodismo

En 26 años que llevo como periodista tuve la suerte de no tener que pautar entrevistas con gobernadores, intendentes, ministros y jefes de policía. Solo bastaba acercarme al edificio respectivo, golpear la puerta del despacho y una secretaria me hacía esperar unos minutos. Luego, la charla se extendía por un par de horas por lo que café y mate eran parte de la tertulia.

En esos años, no hace mucho, había cierto peso del periodismo por lo que convocábamos a referentes de distintos partidos en el mismo bar y a la misma hora, y salían entrevistas más que jugosas.

En Mendoza, recuerdo, algunos periodistas solíamos juntarnos a "rosquear", como se decía en ese entonces, en un café que estaba frente a la Legislatura en plena peatonal. Cuando diputados y senadores nos divisaban, se sumaban a la mesa. El mozo cada vez que nos veía sonreía, porque sabía que tendría buena propina y que la ronda sería amplia.

Y en verdad era amplia, en una oportunidad llegamos a tener unos once políticos, de distintos colores, charlando de los más diversos temas. Había sonrisas incómodas, indirectas, chistes cruzados y chicanas entre oficialismo y oposición. El abanico de integrantes de esas mesas era plural, pero lo mas valiosos es que ninguno se escondía detrás de una puerta o varías, o se refugiaba en un encargado de prensa o un comunicado que remitían por las redes sociales.

Les bastaba con su capacidad intelectual para poder sentarse mano a mano con un periodista sin que existiera una pauta o una grilla de preguntas acordadas. Estos seres, debo anunciar, están prácticamente extinguidos.

Los políticos de ahora solo hacen actos oficiales con sus referentes de prensa, el que escribe y el que filma, para que no se filtre ninguna pregunta incómoda y así poder vender sin cuestionamientos su discurso que remiten a los medios por gacetilla.

La prensa, guste o no, es un elemento de control necesario en democracia, más aún en un año electoral donde es sumamente importante que al ciudadano le llegue la mayor información posible.

Que los políticos lo transmitan está bien, pero el rol de quien interpela es sumamente necesario para evitar lo nefasto del monólogo. Vale aclarar, que si los medios no están convencidos del rol que les toca, poco se puede hacer ante el discurso vacío. Cosas veredes.