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Cuando Bruce Lee, Sandro y la Coca Sarli hacían delirar a los neuquinos en el Cine Belgrano

Aníbal Ferrari, quien fue encargado, contó anécdotas y recordó parte de la historia de la icónica sala del Bajo neuquino, que hoy es un estacionamiento. "Los sábados en 30 minutos se agotaban las entradas", afirmó.

Alfonso, Fortunato y Domingo Esteban fueron pioneros en traer el cine al Alto Valle. Corría 1935 cuando los hermanos decidieron arribar a Neuquén, tras el incendio del hotel Toscano en General Roca, uno de los espacios precursores en el Séptimo Arte. Tuvo que pasar una década para que la familia solicitara permiso para edificar su propia sala, que llevaría el nombre de Cine Teatro Odeón. Sin embargo, al requerir la habitación del local, ya había sido rebautizado como Cine Belgrano.

Ese negocio revolucionaría la vida de miles de neuquinos, que de lunes a domingo copaban la sala de la calle San Luis 579 para ver su película favorita. Las de cowboy, guerra, karate, superhéroes, terror y hasta las denominadas condicionadas. Esas producciones en donde Isabel Coca Sarli prendía fuego todo. Ni hablar de algún título extranjero como Garganta Profunda. Ir al cine era una fiesta, era una salida familiar, era encontrarse con amigos y también era hacer nuevos lazos de amistad.

Aníbal Ferrari, neuquino de pura cepa, fue uno de los actores protagonistas de esa época en la que el Cine Belgrano se convertiría en un ícono de esta ciudad. El hombre, de 76 años, desde pibe respiró esa industria: primero fue caramelero (vendedor de golosinas), después acomodador, luego daría un salto a la boletería hasta llegar a ser encargado.

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A sus 13 años, Aníbal Ferrari, comenzó a trabajar de caramelero en el Cine Español. Luego de unos años pasaría a ser encargado y boletero del Cine Belgrano, que se ubico en la calle San Luis.

A sus 13 años, Aníbal Ferrari, comenzó a trabajar de caramelero en el Cine Español. Luego de unos años pasaría a ser encargado y boletero del Cine Belgrano, que se ubico en la calle San Luis.

“De chico comencé a trabajar en el Cine Español cuando el encargado era don Cándido Pérez. El Cine Belgrano ya estaba. Eso fue a mediados de los 60, tenía 13 años”, contó Aníbal.

“Iba a la Escuela N°2 que estaba en Av. Argentina y Carlos H Rodríguez. Le pedía permiso a la señora Brown, que era la directora, para salir del colegio apenas tocaban la campana y no llegar tarde al cine”, agregó.

Aníbal nació en la calle Bahía Blanca 280, pegado a la Cooperativa Calf. “Ahí estaban los enormes motores que generaban energía eléctrica. En mi casa había que sacar las copas de los muebles porque temblaba todo”, recordó. Tiempo más tarde se mudaría al barrio Mariano Moreno, detrás de la cancha del club Pacífico.

Cine Español y Cine Belgrano

“Siempre tuve dos trabajos. Primero iba a la farmacia Fittipaldi, de ahí a la escuela y después me cruzaba la avenida para ir al Cine Español que estaba enfrente. Ganaba un montón de plata como caramelero. Salía con la bandeja y todo el mundo me compraba. Las golosinas en el cine siempre fueron caras y me daban el 10% del total de las ventas”, detalló.

Los hermanos Esteban también desarrollaron la actividad en Cipolletti y General Roca. El Cine Español lo alquilaban para exhibir los films de mayor renombre. En el Cine Belgrano se proyectaban las películas más populares.

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El Cine Belgrano fue una apuesta grande de los hermanos Esteban. La sala fue inaugurada el 9 de octubre de 1946.

El Cine Belgrano fue una apuesta grande de los hermanos Esteban. La sala fue inaugurada el 9 de octubre de 1946.

“Al Cine Belgrano fui cuando tenía unos 11 años. Iba los sábados de Matiné con mi amigo Daniel Mafrici. Pagábamos la entrada con algunas moneditas. Se hacían largas colas para ingresar. Todo el mundo iba al cine porque algunos no teníamos tv”, contó.

“Las matiné comenzaban a las dos de la tarde y pasaban dos películas. Muchas de Cowboy y guerra. También daban El Zorro, Tarzán, El Llanero solitario, Flash Gordon y las de Charles Bronson”, rememoró. Durante los intervalos se proyectaba Sucesos Argentinos, primer noticiero cinematográfico.

Además del Belgrano, en la cuadra de San Luis y sus alrededores se encontraba el hotel Limay, la tienda de don Botti, una de las delegaciones de Gendarmería, Feria Franca y Sportman & Suxtil. Una cuadra atrás, hacia la Ruta 22, se ubicaba la terminal de la empresa de colectivos El Petróleo y la casa del doctor Salvador Nogara, reconocido profesional a quien le decían Pichón. Tiempo después, en la misma cuadra del cine, se instalaría la heladería Las Delicias y el hotel Charbel.

Las películas

Ferrari comenzó con su labor en el Cine Belgrano bajo la gerencia de Juan Carlos Gigena, quien vivía arriba del edificio. “Si uno pasaba a la salida de la matiné ya sabía de qué película se trataba. Los chicos se escondían atrás de los coches y simulaban que se tiraban tiros. Eran todos cowboys. Y si el film era de karate veías como algunos tiraban patadas al aire o fingían que peleaba. Las de Bruce Lee (artista de artes marciales, actor, cineasta) eran las favoritas”, detalló.

Me di cuenta lo increíble que era el cine. El efecto que causaba en ese momento. No sé si ahora pasa lo mismo, no creo. Era otra época”, acotó.

Si hay que hablar de las pelis para niños los clásicos de Disney era las predilectas: Blancanieves, La noche de la narices frías, La Cenicienta, La Bella Durmiente, Dumbo y Bernardo & Bianca. También estaban las de Tom y Jerry y Las aventuras de Hijitus.

CINE BELGRANO BRUCE LEE

El Cine Belgrano tenía una capacidad para unos 650 espectadores, según reveló Ferrari. Sus butacas eran confeccionadas en madera, cuerina y estaban sujetadas con tachas. “Estaba abierto de lunes a domingo. En 30 minutos se agotaban las entradas. Era una locura. Los sábados, únicamente, se vendían 2.600 entradas. Los martes se daban las populares que podían ser nacionales o españolas. Por lo general eran dos del mismo género”, contó.

“Tenías la matiné, la función de las 22, el trasnoche y doble trasnoche. Me terminaba yendo a mi casa como a las cinco de la mañana. La doble trasnoche se daba cuando quedaba mucho público afuera del trasnoche. Por eso después se volvía a pasar la misma película. El señor Galván fue quien estuvo muchos años a cargo del proyector”, agregó. El domingo solo había ronda y noche.

Las matiné siempre desbordaban. Muchos padres dejaban a sus hijos en el cine y luego regresaban a su casa para aprovechar a dormir una larga siesta. Es que la primera película iba a las 14 y con la segunda proyección el horario se extendía hasta las 17 o 18: “En paralelo trabajaba en OK. Deportes, negocio que quedaba sobre calle Mitre. Los sábados salía a las 13 y tenía que salir corriendo abrir”.

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Las colas para adquirir una entrada se repetía todos los sábados para ingresar a la Matiné.

Las colas para adquirir una entrada se repetía todos los sábados para ingresar a la Matiné.

Ferrari se la pasaba contando billetes y a veces no le dan las manos ante las demanda de entradas. “En la boletería tenía un frasco de alcohol y permanentemente me lo pasaba por las manos porque tenía contactos con los billetes y monedas. En verano parecía que habían salido de una pileta y era que estaban pasados de transpiración”, expresó.

Zapateo e intervalo

Entre las historias y anécdotas que transcurrieron en más de dos décadas, Aníbal recapituló qué pasaba cuando fallaba el proyector y la cinta se cortaba. “Era un griteríos tremendo. Y después todos comenzaban a zapatear el piso que era de madera. Una vez sobre el final de una película se cortó de golpe. Pasó que faltaba una lata (usada para almacenar y transportar las copias de una película) que se la habían olvidado en el cine de Roca. La gente comenzó chiflar y tuve que salir a pedir disculpas. A la salida y antes las quejas tuve que entregar entradas para otra función”, reveló el ex acomodador.

Los intervalos de 15 minutos que se daban al finalizar la primera película servían para tomar un poco de aire o ir al kiosco del cine a comprar algo. El bombón helado que venía envuelto en un papel metálico era uno de los preferidos de los chicos junto con los caramelos de leche de gran tamaño, chicles Jirafa, Toffee y Sugus en caja (confitados). El maní con chocolate era otro de los clásicos. “El bombón helado era de Noel y no se vendía en muchas partes”, sostuvo.

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Aníbal Ferrari en el centro de los que fue la sala que albergaba 650 espectadores. En el fondo se puede apreciarla clásica arcada que lucía el escenario, que aún resiste el paso del tiempo.

Aníbal Ferrari en el centro de los que fue la sala que albergaba 650 espectadores. En el fondo se puede apreciarla clásica arcada que lucía el escenario, que aún resiste el paso del tiempo.

Entre las diabluras que solían hacer los chicos que prácticamente tomaban la sala, Ferrari reveló que a veces aflojaban las tuercas de la butaca y la persona que se iba a sentar terminaba casi en el suelo. Los chicles a veces acababan pegados en el pelo de alguien: “Una vez un niño quedó pegado a la butaca porque habían dejado un enorme chicle. No se podía creer. Tuvimos que traer un cuchillo para despegarlo del pantalón”.

En tiempos en que el servicio militar era obligatorio en todo el país, muchos jóvenes del interior realizaron la colimba en esta ciudad. Y si bien estaba la Casa del soldado (Avenida Argentina y Juan B. Justo) para que puedan dispersarse, muchos eran los que se acercaban al cine. “La mayoría no tenía plata. Si era un día tranquilo y la sala no estaba muy llena los dejaba pasar. A la salida del cine después varios me agradecían porque por primera vez habían ingresado a un cine”, relató.

La Coca Sarli, Sandro y los gitanos

A fines de la década del '70 e inicio de los '80, los títulos de comedias argentinas tuvieron su auge de la mano de Alberto Olmedo, Jorge Porcel, Susana Giménez y Moria Casán. También figuraban Los Súper agentes, que tenían a Delfín (Victor Bó), Tiburón (Ricardo Bauleo) y Mojarrita (Julio De Grazia). A pesar de ello, quien enloquecía a toda una masa de gente en la pantalla grande era Sandro, quien filmó más de 10 películas entre 1965 y 1980.

“Se llenaba de gitanos. Y si la pasábamos un mes, venían todos los días a verla. Las familias de gitanos eran los Costich, Traico, había varios, vivían en el barrio Mariano Moreno. Tenían unas carpas. Después otros estaban en Villa Farrel. Estaban dispersos”, reveló.

“A la salida de las funciones teníamos fotos de Sandro para vender y compraban todas. No quedaba nada”, sostuvo. En algunos pasajes de cada película, el cantante desplegaba su voz y todo el público en la sala terminaba cantando.

CINE BELGRANO COCASARLI

"¿Qué pretende usted de mí?". Fue la frase, del film erótico Fiebre, que inmortalizó a la fama a Isabel Sarli, uno de los mayores íconos del cine local, quien falleció a los 83 años en 2019. La Coca protagonizó una seguidilla de películas eróticas, que fueron parte de la cartelera del Cine Belgrano.

“Por lo general desde Buenos Aires prohibían ese tipo de películas y la verdad no tenían nada. Las entradas se vendían todas. Y cuando había alguna duda si algún espectador era menor, se le pedía el DNI para no tener problemas”, contó.

Libertad Leblanc fue otra de las que hacía películas más bien eróticas. Pero la Coca Sarli arrasaba. Era todo un símbolo sexual. Cuando me fui después se exhibieron films que eran condicionados como los de la Cicciolina (actriz porno y ex diputada italiana),”, manifestó.

Jorge Edelman, el Señor del Radio teatro

La Compañía de Teatro Independiente Amancay nucleó a grandes figuras artísticas de la zona. De allí, surgiría la figura de Jorge Edelman, “El Señor Radioteatro”, que llevaría el género radioteatral a su máximo nivel a través de la histórica emisora LU5.

“Él (por Edelman) y su compañía hacían giras por La Pampa, Rio Negro. Y siempre tenía una fecha en el cine. Venía mucha gente a verlo y se compenetraba mucho con las obras. Después se iban de acá y hacían lo mismo en algún paraje, en alguna escuela. Yo recuerdo a Gualumba, el indio y después la obra que tenía a un comisario que era tan malo que le pegaba hasta la madre”, rememoró Aníbal.

“La gente se compenetraba tanto con la historia que a la salida esperaba al actor que hacía el personaje y quería pegarle. A veces había tenía que intervenir”, acotó entre risas.

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La estructura del cine con sus paredes despintadas y descascaradas. Arriba, en el fondo, se puede observar lo que fue la sala de proyección de las películas.

La estructura del cine con sus paredes despintadas y descascaradas. Arriba, en el fondo, se puede observar lo que fue la sala de proyección de las películas.

La escena musical tuvo su hora en ese escenario con destacados artistas como el grupo del folklore Los Fronterizos, Los Cantores del sol naciente, Los Andariego, Jorge Cafrune, Piero y León Gieco, entre otros.

Pura nostalgia

Aníbal Ferrari podría estar días enteros hablando de muchas historias y vivencias en el Cine Belgrano y de la ciudad. Su alejamiento del cine se dio cuando ya asomaba la década del 90, momento que decidió tomar las rienda de la comisión Vecinal del barrio San Lorenzo, en donde reside hace largos años. Además, en ese periodo, muchas salas comenzaron a cerrar sus puertas por la crisis y baja de la industria del celuloide.

“Era una época muy linda. Había mucho respeto, la gente se saludaba, había cultura al trabajo, era otra cosa. Un apretón de mano valía más que cualquier documento. Era otro Neuquén. Cuando cerró el cine no pasé por esa cuadra durante más de cinco años. Me causaba mucha nostalgia”, aseguró.

Tras el cierre de telón, el Cine Belgrano fue utilizado por una iglesia evangélica. Y luego se trasformó en un estacionamiento que actualmente utiliza el Hotel Rosello. Parte de lo que fue el frente de la fachada del edificio aún se conserva –la planta de arriba en donde tenía sus oficinas y vivía el gerente-, mientras en su interior la inolvidable arcada aún se puede apreciar al igual que el techo que presenta una figura de ovalo. Ambos persisten aún el paso del tiempo en un lugar en el cual cada neuquino que fue testigo puede contar su propia película. Y la propia historia de un pedazo de su vida.

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