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La Mañana Rolando Figueroa

El repaso de Rolando Figueroa: ¿Qué piensa sobre Gutiérrez, Sobisch, Salvatori y los Sapag?

El gobernador de Neuquén realizó un balance de año, lo que va de su gestión y lo que viene. Cuatro ejes atraviesan su mandato y su visión como líder provincial.

La entrevista con el gobernador Rolando Figueroa en el podcast “Palabra Neuquina” se presenta como una gran oportunidad para ir más allá de los spots oficiales a los que estamos acostumbrados: cómo concibe el poder quien hoy gobierna Neuquén. No sólo qué dice, sino con qué semblante lo dice.

Hay cuatro ideas que atraviesan toda la conversación y que funcionan como columnas de su gestión: el orden fiscal como condición del Estado presente, la lectura histórica de quienes gobernaron la provincia, su relación personal con el poder y una apuesta explícita por formar a la nueva generación de dirigentes.

Orden fiscal: sin cuentas claras no hay Estado presente

Figueroa insiste en un concepto que estructura toda su gestión: no hay política social posible sin orden fiscal previo. A diferencia de lo que plantean los gremios estatales, Figueroa asegura que el dinero en Neuquén no sobra: aun con récords productivos en Vaca Muerta, Neuquén hoy recibe menos regalías reales que en 2023, con un precio del petróleo que cayó 30%, una inflación que corrió muy por delante del tipo de cambio y un Estado nacional que margina a Neuquén con una coparticipación mezquina “cada 100 pesos que aportamos en Neuquén nos vuelven 50, a otras provincias como La Pampa cada 100 pesos le vuelven 200 o llegamos al caso de provincias como Formosa que cada 100 pesos que aporta un formoseño a la provincia le vuelven 700”.

La respuesta del gobierno provincial consistió en reordenar el Estado: eliminación de gastos superfluos, reducción drástica de la planta política externa y una decisión fuerte sobre los planes sociales. Para Figueroa, el Estado no se mide por su tamaño sino por su capacidad de cumplir: salarios pagados en término, clases que empiezan a tiempo, hospitales que funcionan y seguridad que se sostiene.

Hay una definición ideológica clara que lo diferencia del presidente Javier Milei, aunque él no la formule como tal: el orden no es un fin en sí mismo, es la condición para redistribuir. Desde esa lógica se explica la insistencia en que el Estado presente sólo es posible si primero es eficiente.

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Los gobernadores y la historia: aprender sin idealizar

Uno de los momentos más reveladores de la entrevista es el repaso por los gobernadores de Neuquén. No hay ajuste de cuentas, pero tampoco idealización. Figueroa mira la historia con distancia crítica.

De Omar Gutiérrez, rescata la entrega y el esfuerzo, pero introduce una observación clave: no se preparó para ser gobernador y terminó sufriendo el cargo. Allí aparece una crítica implícita al final del Movimiento Popular Neuquino, convertido en una estructura de capas superpuestas de poder que limitaban la autonomía del gobernante.

De Jorge Sapag, destaca la construcción personal del liderazgo. No heredó el poder: lo caminó. Lo reconoce como una figura central para el desarrollo de Vaca Muerta y como alguien que entendía profundamente la realidad neuquina.

Sobre Jorge Sobisch, fue más tajante. Reconoce su capacidad para interpretar la provincia en distintos momentos, pero marca un quiebre claro: “Creo que la última etapa no fue buena. Me parece que el enfocarse en buscar otros escenarios y perder el foco en la provincia lo llevó a cometer muchos errores”.

A Pedro Salvatori lo define como un administrador sólido, un gobernador de contextos difíciles, con probidad y capacidad técnica.

Y en Felipe Sapag encuentra casi un arquetipo: visión estratégica, fortaleza personal y humildad. Incluso gobernando con el barril a nueve dólares, dejó una huella que Figueroa no discute. No es casual que lo ubique como una figura de la historia argentina, no sólo provincial.

Este recorrido nos permite ver que, para Figueroa, gobernar Neuquén requiere comprender su historia, pero no quedar atrapado en ella y así poder hacer la propia.

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El poder: preparación, distancia y serenidad

Tal vez el rasgo más singular de la entrevista aparece cuando el gobernador responde sobre su propia figura. Figueroa afirma que se preparó toda la vida para ser gobernador. No como ambición coyuntural, sino como proyecto vital. Cada decisión —estudios, cargos, experiencia— desde su niñez, estuvo orientada a ese objetivo.

Pero, al mismo tiempo, sostiene que el poder no lo modifica, que está preparado para tenerlo y para no tenerlo. No suena a frase hecha. Lo dice con la serenidad de alguien que parece haber naturalizado la transitoriedad del cargo. Incluso confiesa que lo único que le resulta extraño es cuando dejan de tratarlo como “Rolo”. Ese detalle revela la tensión permanente entre la persona y la investidura.

En su concepción, el poder no es un lugar para quedarse, sino una herramienta para atravesar una etapa histórica. Por eso insiste en la idea de desafío generacional más que político, y en la necesidad de formar dirigentes mejores que los actuales. Y ahí aparece uno de los núcleos más profundos de su proyecto.

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Formar dirigentes: gobernar pensando en el día después

Cuando Figueroa habla de crear un instituto de formación de dirigentes, está planteando que gobernar sin cuadros formados puede arruinar una generación entera.

Neuquén ya no es una provincia para aprender sobre la marcha: es, en palabras del propio gobernador, un “Fórmula 1” institucional, que exige preparación técnica, comprensión del Estado y capacidad de administrar recursos escasos.

Ahí aparece una definición: el poder se valida cuando prepara relevos. No es casual que a lo largo de la entrevista destaque a ministros y ministras jóvenes, ni que subraye la incorporación de una nueva generación con formación y experiencia en gestión. Tampoco es casual la creación de un Ministerio de Juventud, Cultura y Deporte como espacio político y simbólico: Neuquén es una provincia joven, que crece rápido y necesita dirigentes capaces de acompañar ese ritmo sin improvisación.

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Esta mirada también explica su distancia respecto de los partidos. Si el desafío es generacional y no partidario, la pertenencia política pasa a segundo plano frente a la capacidad de gestión. En sus palabras, “Nosotros pegamos un sacudón en la política. La verdad que yo ya no separo a nadie por partidos políticos. La verdad que no me interesa de qué partido político es la gente.”

A esta altura de la gestión, resulta evidente que Rolando Figueroa ha cerrado su primera mitad de mandato en términos claramente positivos. Con las cuentas públicas ordenadas, acuerdos salariales alcanzados con todos los gremios, un importante plan de obras en ejecución y sin una oposición política visible que por ahora logre disputar sentido o rumbo, el gobernador transita esta etapa con una calma poco frecuente en la política argentina, que le permite pensar en un futuro más allá de las urgencias coyunturales.

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