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Iñaki, el joven neuquino que desafió los obstáculos con su kiosco

Combatió las secuelas de un nacimiento prematuro y el síndrome de Asperger. Después de varios años sin conseguir trabajo, decidió emprender en el rubro del comercio.

La actitud perseverante de Iñaki Almaraz triunfa ante cada obstáculo que le ponen en el camino. Pese a haber nacido microprematuro, con solo 890 gramos, y al diagnóstico de Asperger que le dieron en la niñez, el joven neuquino demostró que el trabajo constante y la contención familiar pueden más que las dificultades de salud. Hoy, con 24 años, asumió el desafío de tener su propio kiosco en el centro de Neuquén y asumir una vida independiente.

"Ser kiosquero no era un plan que tenía de chiquito pero después de la pandemia, cuando buscaba laburo, entré a trabajar en un local de ropa y me di cuenta de que me gustaba el rubro de comercio", contó Iñaki a LMNeuquén. ¿Cómo se dio cuenta de que era capaz de afrontar ese trabajo? Para las fiestas de fin de año, cuando el local era un mar de gente y las tensiones crecían, el joven lograba mantener la calma y concentrarse en las tareas.

"Es como el mate, que no te gusta de chiquito y después te empieza a gustar. Así me di cuenta de que podía trabajar bien el rubro del comercio", afirmó. Para Mariela, su mamá, esa capacidad de calma e introspección, que caracterizan al síndrome de Asperger, son el complemento perfecto para su actitud hiperactiva y también para afrontar los momentos de más tensión en el rubro comercial.

Cuando cesó su contrato en el local de ropa, Iñaki empezó a enviar su curriculum a distintas empresas, pero siempre encontraba puertas cerradas. Así, comenzó a trabajar como vendedor ambulante durante el verano y buscaba empleos eventuales para el invierno. Al principio, era el dinero para "ir remando", pero cuando su mamá vio un anuncio de venta de fondo de comercio de un kiosco y le propuso emprender, todo el dinero que juntaba lo ahorraba para llegar a su objetivo.

Kiosko de Iñaki junto a su mama Mariela- Asperger (7).JPG

Mariela, que es diseñadora del hábitat, se encargó de remodelar el inmueble para dejarlo en buenas condiciones. Mientras tanto, Iñaki se ocupaba de gestionar la licencia comercial y hacer los trámites frente a Bromatología para poder hacer la apertura oficial.

"En abril y mayo nos pusimos a remodelar el lugar, cambiamos los muebles, el aire acondicionado, se reacondicionó la fachada, ¡qué no hicimos!", explicó Iñaki, que ya en junio empezó a vender los primeros productos al público.

"Tenemos un vecino que es kiosquero y es como mi asesor comercial", relató. Así, aprendió qué compras debía hacer primero y qué productos tenían más salida en el local. Hoy, ya tiene algunos clientes fijos, que acuden al negocio todos los días y de los que ya se aprendió sus gustos.

Kiosko de Iñaki junto a su mama Mariela- Asperger (1).JPG

"Cerca del kiosco hay un hotel y Victoria, una de las empleadas, fue de las primeras en entrar al local. Me acuerdo porque se llevó todos los bombones de coco. Ella pasó la voz y ahí empezó a venir más gente", dijo y agregó que otros comerciantes o trabajadores de la zona suelen acudir al kisoco para comprar algo dulce para sus meriendas.

Ya con clientes fijos y en pleno crecimiento, el kiosco se presenta como un espacio seguro para Iñaki. Mariela, su mamá, respira tranquila al saber que cuenta con una fuente de ingresos y una responsabilidad que asume con alegría. "El miedo de todos los papás de chicos Asperger es qué va a pasar cuando nosotros no estemos", aclaró.

"Yo lo estimulo para que sea independiente, él maneja, tiene cuentas bancarias, tarjetas de crédito. Le armé una planilla para que sepa qué tiene que pagar, de dónde sacar los fondos, que le van ingresando", dijo y agregó que ella lo ve enfocado y disfrutando de su nueva actividad laboral.

Kiosko de Iñaki junto a su mama Mariela- Asperger (3).JPG

"La dinámica familiar nuestra es simple: somos él y yo. Somos la hiperactividad y la tranquilidad. Él es mi tranquilidad", dijo Mariela, sin disimular su emoción. "Tiene mucha paz, siempre una respuesta oportuna. Tiene otro tipo de visión, siempre le ve otro lado a las cosas, que es típico de él. Es donde él me ve avasallada, le busca una respuesta simple, no se la complica. Es re comprensivo", contó.

Y así como ella afrontó los obstáculos con la frente en alto, con un equipo de profesionales que apoyaron la estimulación temprana de Iñaki, también el joven afronta su nuevo reto con espíritu emprendedor.

"Hay una idea de que los jóvenes no queremos laburar. Es la guerra generacional que existió siempre", señaló el kiosquero. Hoy, en su nuevo rol, dedica cada rato libre para barrer la vereda o mantener la limpieza del negocio, también revisa el inventario o la fecha de caducidad de los alimentos, siempre con un desafío por delante.

Kiosko de Iñaki junto a su mama Mariela- Asperger (4).JPG

Sin embargo, nunca pierde de vista el enorme peso que tuvo su mamá en el presente que atraviesa. "Ella fue la que aportó la idea, capital, es diseñadora del hábitat y también decoró el local", dijo y aclaró que los distribuidores de golosinas "quedan encantados" al ver cómo quedó decorado el salón, ubicado en calle Tucumán 163.

A sólo un mes de haber levantado las persianas del local, Iñaki ya cosechó a los primeros clientes fieles y aceitó el mecanismo de ventas. Para el futuro, dice que le gustaría sumar heladeras con viandas para las personas que trabajan en el centro y hasta incluir una estantería con otros productos, como pipas o pipas de agua.

Así, no deja de soñar con un futuro que le dé estabilidad económica y que le ayude a demostrar que no hay limitación que se resista a la perseverancia y el acompañamiento continuo de la familia.

La historia de Iñaki y el Asperger

Mariela Almaraz explicó que el crecimiento de su hijo Iñaki fue difícil por las consecuencias de su parto temprano. El bebé nació con sólo 22 semanas de gestación y menos de un kilo de peso. Por eso, desde bebé contó con el apoyo de psicólogos, fonoaudiólogos y profesionales de estimulación temprana.

Recién con cinco años pudo adoptar un lenguaje social y su mamá notaba que tenía una actitud más solitaria e introspectiva. "A los seis años, su psicóloga nos dio el diagnóstico, el síndrome de Asperger", dijo Mariela y agregó que desde entonces realiza tratamientos para poder desarrollarse de manera independiente pese a las limitaciones del cuadro.

El papá de Iñaki les pasa una cuota alimentaria, pero dejó de visitarlo cuando él tenía apenas 3 años. Por eso, Mariela siempre se hizo cargo de su salud y de encontrar formas para fortalecer su autonomía.

Sin embargo, consideró que falta mucha información sobre la afección y que en Neuquén hay pocos espacios para compartir experiencias y consejos para afrontar cada caso, ya que hay muchas diferencias entre cada tipo de Asperger. "Yo me mantengo informada y conectada, pero más que nada con grupos de afuera", explicó su mamá.

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