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La Mañana Javier Milei

Javier Milei, los diputados y el macartismo 2.0

Pensar y votar sin aparecer en listas negras es un signo de libertad y salud democrática.

Ya no es noticia. Las redes sociales son, más que nunca, el campo de batalla de la política. Y así lo demuestra el resultado abrumador de un candidato a la presidencia que no necesitó más impacto territorial que esas caravanas austeras que encabezaba con una motosierra y un enorme dólar de cartón.

Su triunfo fue ahí, en la liquidez del universo digital, que pronto se convirtió en un triunfo de boletas y urnas del mundo analógico. Como en las redes sociales las reglas son, por lo menos, confusas, dan lugar a puntos grises en los que pareciera que todo vale. Pero, ¿todo vale?

Nadie se desayunó esta semana con los exabruptos de Javier Milei. Antes de ser candidato era, sobre todo, una persona temperamental. Y aunque ese rasgo tan suyo y su lucidez para los diagnósticos lo hacían el panelista ideal de la televisión, hoy tiene que asumir un rol que requiere algo más de diplomacia.

Su lista negra de diputados traidores al pueblo, difundida oficialmente por la cuenta de la presidencia, esa versión más austral del POTUS que se planta como voz institucional, no ayuda a la construcción de consensos, a ese oficio de hacer política cosechando apoyos y sacrificando pretensiones.

Ese ajedrez de conquistas y renuncias es el arte de la paz. Y para nuestra historia, con heridas abiertas que todavía nos sangran, es también la fortaleza de las instituciones, de una democracia lastimada y defectuosa- en la que hay mayorías, pero no liderazgos absolutos.

Más allá de la virulencia y el odio que escupen los trolls en redes sociales, más allá del hartazgo con la inflación y la inseguridad, más allá de ese basta hay un trasfondo que exige sensatez y diálogo. Y nunca macartismos ni listas negras.

En esta puja por la libertad, seamos libres de pensar. Lo demás no importa nada.

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