Hace un tiempo sus sospechas de que era un hijo adoptado se hicieron realidad y supo entonces que en la “ciudad del viento” había quedado una madre de 16 años que nunca más lo volvió a ver.
El valor de la identidad es único y nos permite arraigar un sentido de pertenencia con los afectos y con el lugar de nacimiento. Sin embargo, hay circunstancias que se atraviesan en el camino del destino de la vida, donde todo eso es brutalmente “arrancado” y que deja huellas de dolor, incertidumbre y angustia para siempre. Este es el caso que le “tocó en suerte” a Luciano Ezequiel Posat, quien actualmente reside junto a sus dos hijos en la ciudad de Mar del Plata, pero tiene sus orígenes en la provincia del Neuquén, más precisamente en la ciudad de Zapala.
“Hoy tengo 48 años y hace unos años me enteré que era adoptado y la información que tengo es que soy zapalino y que mi fecha de nacimiento fue el 24 de octubre de 1976 en el hospital local”, contó el hombre en contacto con LMNeuquén. A renglón seguido detalló la historia que pudo develar por averiguaciones propias.
“Fui adoptado por una pareja de Bahía Blanca donde mi padre adoptivo trabajaba en YPF. Sus nombres eran Néstor Posat y María del Carmen Pachiello, hoy ambos fallecidos”. Tras la desaparición física de sus “progenitores”, Luciano relató que se acrecentaron sus sospechas de que no era hijo biológico de aquel matrimonio. A la par de la dolorosa confirmación de que era un hijo adoptado, le nació la enorme necesidad de saber de dónde venía y quiénes eran verdaderamente sus padres. “Los datos que pude recolectar me confirman que mi madre biológica al momento de darme a luz tenía entre 16 y 19 años aproximadamente, en cuanto a mi padre tendría entre 19 y 21 años”, apuntó Luciano.
En este sentido y con el deber implícito de honrar la memoria de sus padres, sin resentimiento o juzgamiento alguno, este zapalino de nacimiento desde el año pasado viene realizando una fuerte campaña en redes sociales para obtener más información y para poder conocer personalmente a sus progenitores biológicos, a sus hermanos, tíos y primos. “Sería hermoso encontrar a mi familia real y acortar el tiempo en un fraternal abrazo y cerrar mi historia con mis orígenes verdaderos. En mi búsqueda no hay odio alguno, solo amor y deseos de conocer mi identidad”, apuntó con esperanza.
La incertidumbre
La apropiación de menores fue una práctica sistemática de la última dictadura militar mediante partos clandestinos y adopciones ilegales. Ese fue uno de los mayores “fantasmas” (por la coincidencia de fechas) que rápidamente apareció en la cabeza de Luciano al momento de confirmar que no era hijo sanguíneo de quienes desde siempre le habían dicho que eran sus padres. Sin embargo, las sospechas habían comenzado muchísimos años atrás al notar una abismal diferencia de carácter entre sus padres y él.
“Yo empecé a tener dudas a los 20 años por la forma de ser y la realidad de cómo afrontar algunos problemas que tenía la familia en ese momento. Mi madre era depresiva crónica y mi padre empezó a tener problemas de bipolaridad. En los momentos difíciles ninguno se anteponía ante la situación, y yo sí lo hacía”, recordó Luciano. Sin embargo, pasó el tiempo y las dudas siguieron. Al cumplir los 37 años, fallecieron sus padres.
“Fue en ese momento que decidí recurrir a la Asociación Madres de Plaza de Mayo para hacerme una prueba de ADN por las dudas que tenía sobre mi verdadera identidad”, indicó. Los resultados tampoco brindaron respuestas hasta el presente. Ahora, con 48 años, emprendió un duro, pero esperanzador camino a través de internet para afianzar la posibilidad de que esta herramienta tecnológica le permita multiplicar su tarea de búsqueda con todos los datos certeros que logró colectar con el pasar de los años.
“En mi contacto con Madres tuve la oportunidad de hablar de mi caso y de compartir mi experiencia de búsqueda de identidad con hijos e hijas que también pasaron por lo mismo y que felizmente lograron recuperar sus orígenes”, dijo.
La adopción
Con el pasar de los años y con el transcurrir de su propia historia, Luciano Posat pudo desentrañar algunos misterios que rodeaban y que rodean a su verdadera identidad. En esta huella pudo confirmar que sus verdaderos padres, en su gestación, tuvieron que enfrentar muchos dilemas morales y sociales de ese momento y luchar con las frías diferencias de clases y poder adquisitivo. Fue quizás este último motivo el que de alguna manera los obligó a desprenderse luego de su hijo recién nacido.
“En mi búsqueda, como dije siempre, no pretendo juzgar ni guardo resentimientos. Me pongo en el lugar de mi madre porque tal vez no tenía los recursos para mantener un hijo o tal vez se vio envuelta en miles de obstáculos. Hoy yo solo quiero encontrarla para abrazarla infinitamente”, contó Luciano con la mano en el corazón.
En este sentido, destacó cómo pudo confirmar finalmente que era un hijo adoptado por los Posat. Para esto fue crucial el aporte de información suministrada por el círculo íntimo de la familia. Sus averiguaciones fueron constantes una vez que sus padres fallecieron y un día en una suerte de juego “mentira-verdad” pudo ratificar que las sospechas de su identidad tenían un fundamento pleno y real. “Yo supuestamente había nacido en Bahía Blanca, pero con el tiempo me di cuenta que estaba todo “truchado”. Allí empecé a hacer memoria de conocidos de mis padres de aquella ciudad y decidí llamar telefónicamente a un amigo de mi padre haciéndole una “trampa”.
"En medio de una cordial comunicación, le dije 'sabés que me enteré de que soy adoptado' y le pregunté si sabía algo. Él me dijo que sí y se alegró de que lo hubiera sabido. Al mismo tiempo me preguntó cómo me había enterado, entonces ahí yo le dije que él me lo había acabado de confirmar”, relató Luciano. Sorprendido por la situación, este conocido comenzó a esquivar todo tipo de preguntas y desvió la charla a otros temas. Esto lo obligó a indagar entre otros familiares. Allí supo que su padre durante muchos años “se había encargado de embarrar la cancha para que él no supiera nunca la verdad sobre mis padres biológicos”, remarcó.
“Soy de Zapala”
Luciano relató que, a partir del fallecimiento de su esposa Noelia (por una cruel enfermedad) en el año 2020 -apenas una semana antes del inicio de la eterna cuarentena- y al quedar a cargo y al cuidado de sus hijos Lucia y Lucas, sintió con más fuerza la necesidad de saber sus orígenes y de encontrar a su familia biológica. En ese camino decidió no contar con su familia política debido a que ya habían dado muestras evidentes de no colaborar y que, al contrario, prefirieron alejarse de su vida y de su círculo social. Por esta razón, comenzó a buscar por amigos y allegados laborales de su padre, que entonces se desempeñaba como subgerente de la divisional Mar del Plata de la empresa estatal YPF, al ser trasladado desde el sur del país. En esa travesía por la identidad emprendida se fue encontrando con diversas versiones que lo alejaron bastante de la verdad.
Sin embargo, quiso la fortuna que diera con una amiga de la infancia, hija de una familia amiga de sus padres adoptivos. “Al fallecer sus padres esta amiga me confió lo que tanto andaba buscando. Me orientó sobre el lugar de mi nacimiento y cómo fue mi llegada a la familia adoptiva”, refirió Luciano. Además, le dio detalles de cómo llegó a manos de sus padres, ya que ella apenas con 10 años había sido testigo directo de la situación.
“Ella estuvo presente acompañando a sus padres, quienes a su vez acompañaban a mi madre adoptiva. Tiene algunos años más que yo y tiene memoria y se acuerda de todo. Me dijo que había sido en Zapala y me hizo una descripción de mis padres biológicos. Recuerda a una mujer muy joven, entre 16 y 19 años, con un poder adquisitivo muy malo, muy pobre y un chico joven, soldado raso, que vendría a ser mi padre. Ella lo que más recuerda es la cara de miedo, de duda y de susto de aquel conscripto”, relató con la ansiedad de aquella verdad.
“Fui comprado”
En su conmovedor relato, Luciano recordó que a él lo vinieron a buscar a Zapala y que vivió en Bahía Blanca hasta los 3 años, ya que luego su familia adoptiva se radicó en Mar del Plata. “Quiero aclarar que mi búsqueda no persigue ningún fin económico. Lo único que me interesa es encontrar a mi verdadera familia, mi familia biológica, nada más”, enfatizó.
Más adelante detalló cómo fue su “adopción”, según varias fuentes que accedieron a confiarle la verdad. “Supuestamente, había nacido en Bahía Blanca el 24 de octubre de 1976, lo cual mis verdaderos papeles tampoco se encuentran porque obviamente que se ha hecho todo de manera ilegal, por decirlo de alguna manera”, admitió Luciano. Añadió que “cuando me preguntan si yo soy hijo de desaparecidos o hijo de una violación o hijo de una compra o de lo que sea yo a todo eso le tengo que decir que sí lo soy porque no tengo nada en claro de quién soy y de cómo realmente yo estoy en esta vida con mis 48 años en la actualidad”.
A esta dura realidad que le toca afrontar y después de muchas averiguaciones y confesiones de allegados a la familia adoptiva, es que pudo determinar que fue un “bebé comprado” en la ciudad de Zapala. “Lo más firme que tengo hoy es que fui comprado a mi madre biológica, que entonces era muy joven y de escasos recursos, por lo cual mis padres adoptivos pagaron todo el embarazo y el parto. A pesar de esta verdad, siento que soy un todo y a su vez un nada porque no sé cuál es mi origen, por eso es la absoluta necesidad de encontrar a mis padres biológicos, a mis hermanos y a mis tíos”, exclamó. Por último, volvió a señalar que “no hay rencor, ni dolor, ni culpa hacia mi madre y padre biológicos, ni a la familia en general. Solo ganas de saber mi identidad y poder transmitírsela a mis dos hijos”.
Te puede interesar...
Dejá tu comentario