La destacada artista y docente era hija de Humberto Ligaluppi, el fotógrafo que captó icónicas imágenes de la historia neuquina.
Se llamaba Idalia Ligaluppi, pero todos la conocían como la maestra Pirucha Ocampo, por el apellido de su marido, un reconocido profesor de historia que supo dar clases en las escuelas de Neuquén, igual que ella.
Pirucha falleció este martes, con 96 años, después de una larga vida de enseñanza y pasión por las artes. Heredó de su padre Humberto Ligaluppi, el primer fotógrafo de Neuquén, el amor por las imágenes, la pintura, la literatura y todas las expresiones hermosas que pueden crearse a partir del talento y, por supuesto, la constancia y las ganas de hacer.
Pirucha heredó toda esa sensibilidad y siguió sus pasos, aunque sabía que primero tenía estudiar y capacitarse. Como tantas jóvenes de la época, en Buenos Aires siguió la carrera de magisterio. "Acá no había nada para estudiar; teníamos que irnos afuera para poder hacerlo", recordó en una entrevista a LMNeuquen, en 2021, en plena pandemia.
Con el título bajo el brazo, volvió al pueblo para trabajar y comenzar a proyectar una familia. Fue la primera profesora de dibujo en la Escuela Profesional de Mujeres de Neuquén, luego fue preceptora en el Colegio San Martín y luego ejerció como docente y tuvo cargos directivos en la vieja Escuela N°2. Fue ella la que formó a miles de niños neuquinos que la llamaban la “Señora de Ocampo”, por el apellido de su marido, Benedicto.
En el departamento donde vivía en pleno centro de la ciudad había recuerdos por todos lados que ella se encargaba de mostrar con orgullo. No solo las pinturas y fotos de su autoría, sino también viejas imágenes en blanco y negro que hoy son muy conocidas por los neuquinos cada vez que se publican en los medios artículos sobre la historia de la capital.
"La gran mayoría de las imágenes viejas que se ven por todos lados las tomó mi papá, pero nadie pone la fuente", dijo aquella vez a modo de crítica. Y tenía razón. Las icónicas postales neuquinas casi nunca estaban acompañadas por el hombre que las tomó, Humberto Ligaluppi.
"Mi papá era un hombre muy completo, con una sólida formación intelectual", recordó en aquella entrevista. De hecho, Humberto no sólo era fotógrafo, sino también músico, compositor, poeta y artista plástico. Indudablemente, un hombre multifacético y talentoso.
Humberto llegó a la capital en 1920 desde su 9 de Julio natal, para trabajar como fotógrafo y fue quien retrató mil veces los paisajes y la vida social del pueblo, a medida que iba creciendo. La Avenida Argentina, irreconocible, agreste y pintada por una fuerte nevada de invierno, la inauguración de la Plaza Roca, la construcción del puente carretero, son postales que ya se convirtieron en íconos del pasado de la capital.
Pirucha vivió sus últimos años de vida en ese pequeño ambiente bohemio que estaba cuidadosamente guardado en su departamento.
Allí escribió poseía japonesa con el orgullo de haber sido premiada en un certamen literario internacional que organizó la embajada del país nipón y otros relatos relacionados con el amor, la vida y vivencias personales.
Cuando el tiempo y su salud se lo permitían, adoraba salir por las calles de la ciudad que la vio crecer para tomar fotografías, retratar gentes y recrear paisajes que alguna vez fueron viejos, pero que habían cambiado con el paso del tiempo y del urbanismo. Y también amaba volcar sus sentimientos y expresiones con pinturas y dibujos.
Pirucha tuvo una larga vida feliz y murió de vieja, cumpliendo el inexorable ciclo que tienen las vidas.
Hoy la van a extrañar familiares y amigos. Pero también muchos hombres y mujeres que la tuvieron en el aula cuando eran niños y hoy la mantienen en sus recuerdos como la seño de mirada serena y gestos amables que les permitió abrir las primeras puertas del conocimiento para vivir mejor y comprender el mundo.
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