Gerardo Werthein llega a la Cancillería en un momento clave. No asumirá hasta después del supermartes electoral de Estados Unidos. Los desafíos que tendrá.
Diana Mondino no pudo sobrevivir como canciller después de la última tormenta interna que se desató dentro del Gobierno por la política exterior. Javier Milei la echó por mantener la histórica política argentina de votar en la ONU contra todo tipo de bloqueo económico. La banquera ordenó ratificar el rechazo al embargo que Estados Unidos impone sobre Cuba desde 1960 y la decisión le vino como anillo al dedo al Presidente para echarla.
Los rumores sobre su desplazamiento resuenan desde que Mondino cumplió tres meses al frente del Palacio San Martín. Este miércoles no alcanzó a cumplir los 11, porque el presidente la llamó, le dijo que la sacaba del cargo e inmediato decidió reemplazarla por el embajador argentino en Washington, el empresario Gerardo Werthein.
Desde que se enteró de la nueva designación, el nuevo canciller prepara los detalles para dejar Washington y volver a Buenos Aires, aunque la capital de los Estados Unidos es uno de sus ecosistemas naturales. El nuevo canciller es descendiente de una familia judía rusa que formó el Grupo Werthein, un poderoso holding que llegó a controlar a Telecom durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Nunca pasó inadvertido para el Departamento de Estado y tampoco para la Casa Blanca, porque además de su cabildeo empresario también fue presidente del Comité Olímpico Argentino y también integró el Comité Olímpico Internacional. Tan buena es la ponderación que tiene el gobierno norteamericano de Werthein, que fue el embajador estadounidense Marc Stanley el primero en dar certezas sobre su destino en Washington.
Ahora esa embajada también es un punto estratégico que deberá ser cubierto después del desplazamiento de Mondino. En la Casa Rosada aseguran que Werthein no jurará como canciller ni tampoco se conocerá al próximo embajador en Washington hasta después de las elecciones presidenciales de Estados Unidos que se realizan el próximo martes. Será el duelo entre el expresidente y magnate republicano, Donald Trump, frente a la vicepresidenta Kamala Harris, que buscará revalidar los títulos del partido Demócrata luego de que el presidente saliente, Joe Biden, resignará su nominación debido a las dudas que surgieron sobre su capacidad para pelear un segundo mandato a los 81 años.
Expectativas por las elecciones de Estados Unidos
El duelo entre Harris y Trump se avecina muy ajustado, pero el entorno de Milei cree que el republicano volverá a la Casa Blanca. Si eso sucede, el presidente argentino tiene las esperanzas de ser el interlocutor de Washington en la región. El vínculo deberá ser administrado por Werthein aunque, muy a su pesar, deberá hacerlo a la distancia, cuando se mueve como un pez en el agua entre el Capitolio, el Departamento de Estado y la Casa Blanca para hacer el cabildeo que a Milei más le gusta. Esa misión quedará en manos del próximo embajador. Si gana Harris, el presidente argentino deberá lidiar con una nueva administración demócrata que lo mira de reojo, porque lo encuentra muy similar al expresidente brasileño de ultraderecha Jair Mesías Bolsonaro.
Si gana Trump, podría reeditarse el vínculo que tuvo Mauricio Macri durante la segunda mitad de su mandato presidencial, cuando el magnate le ganó a Hillary Clinton. Macri asumió con Barack Obama en la Casa Blanca y el mandatario demócrata decidió incluir un viaje a la Argentina para respaldar al mandatario electo que había roto con 12 años de peronismo en el poder.
Cuando Obama fue vencido por Trump, el republicano también viajó a Buenos Aires, al calor de un vínculo tejido por el magnate con Franco Macri, cuando el fundador del grupo SOCMA quiso desembarcar en Nueva York. Trump lo sacó de juego en la Gran Manzana, pero a Macri lo trató como un viejo conocido cuando tuvo que tratarlo como mandatario argentino.
Milei aspira a un trato similar, aunque recién conoció a Trump este año, en uno de sus siete viajes a Estados Unidos, dentro de la estrategia de construir un road show con buena parte del establishment norteamericano. En cada uno de esos viajes, en las reuniones con Elon Musk y detrás de las conferencias que protagonizó Milei, siempre estuvo atrás Werthein, aprovechando su rol de embajador, bien lejos de la canciller Mondino y muy cerca del presidente y de su hermana Karina.
La secretaria general de la Presidencia fue una de las principales detractoras de Milei y le intervino la cancillería a través de Úrsula Basset. Cuando rodó la cabeza de la economista y principal accionista del Banco Roela, sonó la enviada de Karina como ministra, pero el número puesto era Werthein que goza de la confianza directa de los hermanos Milei y del estratega presidencial Santiago Caputo.
La misión de Gerardo Werthein
El nuevo canciller tendrá en sus manos la misión de impulsar una feroz purga dentro del Palacio San Martín. Así como Trump tuvo durísimas peleas con los diplomáticos de carrera del Departamento de Estado, Milei buscará emularlo y el encargado de aplicar esa mano dura será Werthein, con la misma fiereza con la que el asesor Steve Banon le recomandaba al magnate republicano.
El exembajador en Estados Unidos ya sabe que jurará después del supermartes 5 de noviembre y recién podrá impulsar a un reemplazante en Washington. Después le aguarda ponerse al frente del escritorio más importante del piso 13 de la Cancillería, conducir la purga y prepararse para los dos primeros hitos de su nueva agenda: participar del G20 en Brasil, con la dura misión de acercar a Milei con su par Luis Inácio Lula Da Silva y después recibir en Buenos Aires a la primer ministro italiana, la líder ultraderechista Giorgia Meloni.
Son solo dos puntos previstos para las semanas que vienen, hasta que Werthien vuelva a Washington para acompañar a Milei en la asunción del próximo mandatario estadounidense. La ceremonia, como es tradición, será el 20 de enero.
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