Nu cuestionan el plan para estabilizar el tipo de cambio, ni la desregulación de la economía, pero temen por el retraso del tipo de cambio
El claro retraso del tipo precio del dólar preocupa a los industriales argentinos quienes temen que el Gobierno se enamore del mismo, como ocurrió con la convertibilidad en los años 90. Es que se les está haciendo cada vez mas cuesta arriba producir por los elevados costos. Y a todo eso, se le agrega la influencia del ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, partidario de liberar el comercio exterior.
Es por ello que los empresarios que se nuclean en la Unión Industrial Argentina (UIA) esperan con altas expectativas su próxima reunión anual, la 30 Conferencia Industrial, que se llevará a cabo en el Centro de Convenciones de la Ciudad de Buenos Aires este martes
Están invitados a cerrar el encuentro el presidente Javier Milei y el ministro de Economía, Luis Caputo, pero hasta este momento figuran en el programa del encuentro como “a confirmar”.
Hay un problema que genera el tipo de cambio atrasado. Si bien es bueno para frenar la inflación, reducir la brecha y generar un punto de solidez de arranque para la macroeconomía, provoca, por otro lado, problemas de competitividad.
Según señaló la semana pasada el secretario de la Fundación Protejer y directivo de TN Platex, Jorge Sorabilla, “en lo que va del año la inflación acumula una suba del 107% mientras que el dólar subió 30”. Para Sorabilla, la diferencia de 70 puntos saca de la cancha a los textiles locales .
El dólar barato genera problemas de competitividad si no se va ajustando a los precios que determinan las corrientes de comercio.
El industrial mas importante de la Argentina, Paolo Rocca, del grupo Techint, afirmó hace unas semanas que el precio de la divisa debe estar determinado por las corrientes de intercambio comercial y “no por el flujo de capitales de corto plazo”. Precisamente, es la manera que está usando Caputo para bajar el blue, al ofrecer condiciones para lo que se denomina “carry trade”. La combinación de dólar quieto, con tasas en pesos más altas que las de Estados Unidos (aunque sigan por debajo de la inflación) invitan a la aventura de vender dólares invertir en plazo fijo o algún bono del gobierno, y luego “recomprar”.
Economistas como Emiliano Libman, de la Fundación Fundar, advierten que el plan de Caputo para estabilizar la economía no difiere de otros planes usados en el pasado en Argentina y en otros países para bajar la inflación usando al tipo de cambio como ancla. Advierte que en países como Argentina este tipo de programas genera una reactivación en el inicio, pero que luego se quedan “sin nafta” porque se incrementa la demanda de dólares, lo que hace subir el precio. Cuando ocurre eso, los inversores de corto plazo que ingresaron para hacer “tasa en dólares” huyen y retorna el ciclo de crisis.
Claro está que no necesariamente tiene que ocurrir una nueva crisis, como en la convertibilidad, o como en 2018. Hay un elemento que no estuvo presente en experiencias anteriores, que es la solidez fiscal y presupuestaria. Además, la falta de crédito para financiar un potencial déficit de dólares ya pone ciertos límites.
No es que los industriales estén en desacuerdo en todo con el Gobierno. Contra la baja de la inflación no hay discurso crítico que aguante. Gran parte de ellos está de acuerdo con la agenda de desregulación que propone Sturzenegger. Ven una oportunidad única en el nuevo entramado que está adquiriendo la economía global post pandemia y de tensión militar entre las potencias.
Las grandes corporaciones globales están relocalizando sus candenas de proveedores. Las están sacando de Asia y las están acercando a sus centros de producción. Es lo que se llama “nearshoring” o “friendshoring”. O lo que se puede traducir como costas cercanas o costas amigables, en este último caso, de países que no sean hostiles a los gobiernos de Occidente.
Los industriales ven una gran oportunidad en ello para integrarse a grandes cadenas. Toman el ejemplo de México, que les sacó años luz a América latina en ese sentido. Creen que para atraer inversiones industriales es necesario ordenar la macro e ir ofreciendo un entorno más amistoso con los capitales, sobre todo en materia de leyes laborales y de impuestos. En esa aspecto, comparten la agenda del gobierno de Milei. Lo que dudan es de la secuencia. Hoy pareciera que el gobierno está mas preocupado en abrir la importación, antes de generar las condiciones para que las empresas puedan competir.
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