Unos 300 jubilados jugaron, se divirtieron y bailaron en la colonia organizada para la tercera edad. Energía, vitalidad, alegría y ansias de juventud, claves de la unión.
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No podían cancelarla ahora; no cuando llevaban una semana entera esperando el encuentro con otros jubilados; no cuando se celebraba el cierre de la colonia con actividades especiales; no cuando les habían prometido música, reunión y movimiento. Por eso, a pesar del viento y de un termómetro que apenas rasguñaba los 20 grados, unos 300 abuelos asistieron al Neuquén Rugby Club, como todos los viernes de febrero, para el último día de colonia.
El compañerismo y la diversión fueron siempre de la mano en cada rueda de mate, en cada juego y en cada baile.
"Ahora sólo charlamos, porque se nos volaron las cartas", señaló Eliana, del centro de jubilados El Trébol, mientras miraba a otras mujeres que bailaban en el playón. Unos años antes, ella misma hubiera estado en la pista, moviéndose al ritmo cuartetero de la Mona Giméne, pero una operación en una pierna la condenó a actividades más tranquilas.
El pelo blanco y unas arrugas en la frente delataban que Omar debía tener más de setenta años. La piel bronceada, su cuerpo atlético y un conjunto de ropa deportiva señalaban todo lo contrario. Omar camina una hora todos los días y en la colonia se divertía con el tejo y las clases de gimnasia. Además, pertenece a un equipo mixto de Newcom -un deporte similar al vóley adaptado para la tercera edad- por lo que muestra orgulloso un prendedor en el pecho.
300 abuelos asistieron al cierre de las colonias, que se hizo en el Neuquén Rugby Club.
El DJ recorría de forma desprolija una gama musical que incluía cumbia y folclore, hasta quedarse con la que más llenaba la pista. Un valsecito, un escondido y una zamba que las mujeres bailaban con un repasador del asado, que se convertía en un pañuelo de seda para la ocasión.
En la cocina y al resguardo del viento, Isabel le sacaba la cáscara carbonizada a unas batatas hechas a la parrilla. A pesar de estar en la colonia, respetaba los horarios estrictos de su casa, por lo que se apuraba con la ensalada para comer cerca de las doce. Su mesa se inundaba con el penetrante aroma del ajo y unas ramas de albahaca, que regalaba a otras mujeres para que se las colocaran detrás de la oreja. "Yo soy de Jujuy y en Humahuaca todas iban al carnaval con una ramita en el pelo", apuntó.
El último día de colonia prometía cerrar con más cursos y la batucada de una murga local. Y aunque todavía hay que esperar un año para la próxima edición, los jubilados no piensan quedarse quietos, sino que asistirán a sus centros para mantener la misma alegría y una idéntica vitalidad.
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