La llegada del calor, en familias o con amigos los neuquinos se dan los primeros chapuzones de la temporada en los huecos de las orillas del Limay.
Sin la posibilidad de escaparse unos días a la cordillera para disfrutar del calor, las familias neuquinas eligen cada rincón del balneario Sandra Canale para refrescarse. Están quienes lo hacen con heladeritas para mantener sus bebidas frescas durante todo el día y otros simplemente lo eligen como el destino final de una larga pedaleada en bicicleta.
En los primeros metros del balneario, gente de todas las edades camina con sus barbijos puestos. Y aunque el caudal del río es bastante más bajo que lo habitual, se sientan a descansar en los bancos blancos con forma de “S” que hay en las orillas. Otros aprovechan la inactividad de los bañeros y copan los puestitos, donde juegan al truco o simplemente fotografían el atardecer.
“Me costó juntar coraje y meterme porque el agua todavía está fresca, pero una vez que entras no querés salir más”, aseguró entre risas a LMN Walter Gutiérrez, un hombre de unos treinta años que se acercó junto a su familia a almorzar unos sanguchitos con gaseosa. Ellos, como tantas otras parejas o grupos de amigos deciden abrirse camino una vez que termina el sendero del balneario y armar su camping en las costas de arena de uno de los brazos del río. Allí respetan el distanciamiento social, toman mate y comen frutas o galletitas.
“Es lo único que tenemos permitido hacer para poder despejar un poco del laburo o de toda esta situación. No es el ideal, pero ya fue”, contó a LMN Gastón Aguirre, un joven de unos 23 años que, junto a dos amigos se encuentran en el balneario y toman un fernet en una botella cortada.
Allí, entre los distintos grupos de personas respetan el distanciamiento social y disfrutan del calor neuquino que cada tanto se corta con alguna brisa. Los patos también son parte del paisaje y cada tanto se los puede sorprender con algún pez en la boca. Pero no son los únicos que pescan, ya que también se acercan al lugar, horas antes del atardecer, cuando todo parece estar más tranquilo, algunos pescadores que buscan ganarse el alimento de cada día.
Los que también son parte del lugar son los caballos que cada tanto los lugareños sueltan para pastar. No son pocas las madres y padres que se asustan cuando los animales aparecen cercanos a sus hijos y no hacen esperar la recomendación: “Nena, nunca te pongas atrás de los caballos porque te pueden patear”. Una vez en la orilla toman agua, se comen los pastos largos crecidos junto a los árboles y se van cuando algún grito los espanta.
“Es un bajón tener que volver con este calor y perderse de las noches en el río, que son algo especial. La manija de tomarse una birra mirando la luna y las estrellas no te las saca nadie, menos las personas que no tenemos patio”, se quejó otro de los amigos del grupo de los que tomaban fernet. Sin embargo, ya para el atardecer emprenden la vuelta. Nadie quiere tener problemas con los controles de regreso a casa pasadas las 20.
La calle Gatica y la Avenida Argentina son las más transitadas a la hora de volver del balneario, y en pequeñas caravanas la gente empieza a dispersarse de regreso a sus hogares. Una especie de ritual y de anticipo de lo que serán las tarde noches de verano en medio de la pandemia.
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