Dalia Gutmann: "No soy graciosa, pero mi trabajo es hacer reír"
La comediante llega el sábado a Casino Magic con su unipersonal Tengo cosa que hacer, en donde despliega todo su delirio y caos.
De gira por diferentes puntos del país, Dalia Gutmann llega el próximo sábado a Casino Magic con Tengo cosas que hacer, un show “caótico” donde la comediante despliega “personajitos” y se encarga de hablar de su vida acelerada, el disfrute, la culpa, la relación con su cuerpo, la experiencia de ser mujer, la autoestima y esa lista interminable de cosas que quiere hacer. “Siempre digo que somos como sociólogos ‘truchos’. Me refiero a que estamos mirando el mundo con ciertos ojos donde lo estamos estudiando. Y en realidad estamos buscando humor en las cosas cotidianas”, aseguró Dalia previo a su arribo a la ciudad. Además, la actriz, que confesó que es “re chusma”, se refirió al miedo al ridículo, la competencia teatral con SebastiánWainraich (su pareja), el humor mujer vs. hombres y lo que le significa ver una sala llena en medio de una gira, algo que le da “mucha sorpresa” y “orgullo” de poder hacer reír a la gente.
Después de nueve años con Cosas de minas, en donde hacés foco en el comportamiento femenino, retomás Tengo cosas que hacer, que había sido interrumpido por la pandemia. ¿Desde dónde abordaste esta última producción y cuál fue el disparador?
Cosas de minas arrancó en 2011. Tenía 33 años, una hija muy chiquita y el show iba evolucionando, pero me di cuenta de que tenía ganas de comenzar algo nuevo; hablar en una etapa en donde tengo más de 40 años y dos hijos. Fue un desafío importante porque a Cosas de minas siempre le fue bien y me parecía importante sentir un nuevo desafío. Y si bien hay algo de esto de hablarles a las mujeres en esas charlas de amigas, en donde los hombres son bienvenidos porque se enteran de un montón de cosas, es un show que está un poco atravesado sobre el acelere en el que vivimos ahora que es bastante más que años anteriores.
¿En qué punto se diferencia de Cosas de minas?
Si bien lo escribí durante la pandemia, es un show de humor donde la pandemia no es parte. Creo que se anima a tener otros ingredientes. Tiene mucha gente de teatro que está involucrada y una directora que es Mariela Asensio. En la puesta original de Buenos Aires hay una escenografía, bastante cambio de vestuario. Por momentos hago personajes como una pastora, canto, y termino con un musical que es bastante delirante. Es un show muy recargado con respecto a Cosas de minas.
En lo actoral, ¿qué te permitió desarrollar esta obra?
Creo que se nota mucho que hay una dirección. Mariela (Asensio) me limpia mucho porque mi cabeza no para y ella me ayudó mucho a organizar el caos. Si bien el show tiene un espíritu caótico, es un caos ordenado, dirigido, y actoralmente hay pequeños personajes que salen del monólogo más tradicional.
¿Hay un espacio especial en donde generás las ideas para los textos?
No hay un espacio especial. Ahora tengo muchas ganas de hablar de cuando uno no se siente parte de algo, como puede ser un grupo de trabajo. Sé que quiero hablar para un próximo show de ese tema que me apasiona. Después, los chistes van apareciendo. Cuando se me ocurre alguna observación, soy de trabajarla y siempre me la grabo. Después me siento “culo silla” y paso todas esas ideas que me fui grabando caóticamente al archivo correspondiente.
¿Sos de tomar o escuchar conversaciones ajenas para luego desarrollarlas y sumarlas a los shows?
Soy re chusma y estoy escuchando todo el tiempo las conversaciones de la gente. Si estoy hablando con alguien y hay una conversación interesante al lado, soy capaz de hacerle el gesto de que se calle a la persona con la que hablo para poder escuchar. A veces son inspiradoras. Recuerdo estar probándome ropa y escuchar los comentarios de otra mujer que estaba probándose algo al lado mío. Todo es material humorístico. Y sí, soy chusma.
Al hablar de las experiencias o situaciones, ¿cuánto de Dalia tiene esta obra?
Tiene un ciento noventa y nueve mil por ciento. Nunca fui de hacer humor efectivo. De todo lo que hablo en el show son todos temas que pienso mucho y me interesan. Me pasa que cuando termino el show me piden que hable de la menopausia o de salir con “chongos”. Pero cuando me toque sin dudas seguro voy a tener algo para decir. Para mí es importante que el tema me identifique, me resuene y que tenga cierta experiencia para hacer el material.
¿Pensás que los estandaperos tienen una mirada muy particular de la realidad que a otras personas se les puede pasar?
Siempre digo que somos como sociólogos “truchos”. Me refiero a que estamos mirando el mundo con ciertos ojos donde lo estamos estudiando, y en realidad estamos buscando humor en las cosas cotidianas. El stand up se basa mucho en eso, en lo que te puede pasar en un transporte o mientras te bañás. Muchas de esas cosas son conversaciones que la gente tiene consigo misma, y los estandaperos transformamos el material para compartir esos pensamientos en algo humorístico. No es que tengamos una mirada muy particular, sino que la compartimos tratando de buscarle la vuelta graciosa.
Hace casi dos décadas que te dedicás al humor. ¿Alguna vez tuviste cierto temor al ridículo?
Todo el tiempo le tengo miedo al ridículo. El clic que hice fue darme cuenta de que no iba a poder contra él. Es como parte de mi esencia. Hay una frase que dice ‘cuando no puedes contra ellos, únete’, y eso me pasó con el ridículo. A mí me avergüenzan un montón de cosas que hago y que digo. Pero con este laburo trato de dar vuelta esa vergüenza y convertirla en algo.
En escena estás totalmente expuesta. ¿Te ha pasado que te toque un público “difícil”, con pocas ganas de reírse?
Creo que hacer humor es expuesto. Puede pasar y va a pasar siempre que la gente no se ría. Es horrible y hay que bancárselo. En general me angustio mucho y me pongo muy mal cuando la función no sale como quisiera, pero inmediatamente ya quiero volver a actuar. Quiero revancha ya. Si estás dedicado a la comedia, tenés que saber que siempre estás expuesto a que cada tanto te puede tocar un público difícil.
¿Qué cosas te siguen generando nervios?
Lamentablemente, no soy una persona relajada. Lo único que puedo hacer con eso es hacer humor. Todo me genera mucho nervio. Siempre antes de la función tengo muchos nervios y casi todo me da un poco de nervios.
Cuando bajás de escena, ¿considerás que seguís siendo una persona graciosa?
Cuando bajo del escenario, vuelvo totalmente a la normalidad. En la vida cotidiana siento que no soy una persona graciosa. Siento que soy una del montón, pero cuando vuelvo a escena trato de que esa una del montón haga reír. Nunca me consideré y tampoco me pasó de ser muy graciosa, pero mi trabajo es hacer reír.
¿Aún sigue latente el debate entre el humor de hombres y el humor de mujeres?
Por suerte cambió mucho esto de que “las mujeres no me hacen reír”. Lo sigo escuchando cada tanto, pero es raro. Cuando estudiaba comedia en el año 2004, me decían “no hagas el humor minita”. Por suerte, eso siempre me pareció muy prejuicioso. Uno debe hacer un humor con lo que se le cante y bancársela. Nunca le hice caso a eso, pero siempre va haber gente prejuiciosa. Me ha pasado de ir al teatro y decir “¿a ver este qué boludeces va a hacer?”, y después la rompe y te cierra la boca. Es algo que pasa más con las mujeres que con los hombres. Es cierto que hay más prejuicios, pero creo que en las nuevas generaciones que tienen 20, 25 años ya hay algo más repartido.
¿En qué momento sentiste que el teatro era una posibilidad laboral?
Cuando me recibí en el ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica) entré a trabajar en canal Nueve como cronista. Y considero que no era buena. Y comencé hacer un curso de stand up y a analizar que podía dedicarme a la comedia. Comencé a tener trabajitos como ir a una despedida de soltera y escribir para algunas revistas, hasta que comencé a hacer un show en un teatro en donde al final pasaba la gorra. Me di cuenta de que ganaba más que en el noticiero. Y la gorra me enseñó que podía ser mi ingreso principal.
Hace poco Sebastián Wainraich se presentó en la ciudad con Frágil. ¿Se dan esos celos profesionales?
Me pasan dos cosas. Por un lado, deseo profundamente que le vaya espectacular y que a la gente le encante su trabajo porque somos un equipo en la vida real y familiar. Por supuesto pasa que si yo la estoy remando con una fecha y él lleva tres salas agotadas digo “la puta que los parió, viejo”. Tengo un celo, pero está buenísimo. Sería un bajón que ninguno de los dos llene. Es como un “la puta madre” pero bien.
¿Existe en la pareja esta cosa de mirar quién corta más tickets?
Ahora que él corta más, no quiero mirar. Todo en la vida es muy dinámico, pero la idea es que a los dos nos vaya bien. Cuando te dedicás a lo mismo, hay comparaciones que son inevitables. A su vez, nosotros tenemos construido un humor muy sano. Nos ponemos más que contentos cuando al otro le va bien.
Teniendo en cuenta que tu papá era sociólogo y que le gustaba hacer escenas de humor cuando vos eras niña, ¿cuánto tuvo que ver eso con tu elección?
Mi papá falleció hace un par de años y creo que hay algo del chifle que, conviviendo con una persona como él y viendo cómo se movía, sin dudas es una semilla para dedicarme a lo que me dedico. Él nunca hizo teatro ni nada. Hay algo de mirar el chifle y el delirio que él emanaba que tuvo que ver con mi trabajo.
Las entradas para el show se pueden adquirir en entradauno.com, Flipper (Av. Argentina 195) y Casino Magic (Planas 4005)
¿Cuál fue su reacción cuando decidiste en 2006 ir por este camino?
Mis papás, cuando renuncié al laburo estable para dedicarme a la comedia, no entendían nada. Me decían “¿de qué vas a vivir?”, “¿cómo vas a vivir de eso?”. Soy un poco cabeza dura y estuvo bueno animarme. Ahora es un trabajo más normal, pero cuando era chica no existía esto de ser comediante y que sea un laburo. Mis papás no entendían nada y nos les quedó otra que aceptar que la comedia es algo que a mí me gusta.
¿Qué pensás y en qué estado quedás una vez que dejás atrás esas salas que se ven llenas?
Primero, me da mucha sorpresa. Nunca hago una función y salgo creyendo que todo es muy normal. Siempre antes de salir no puedo creer que haya gente que llegue al teatro. También me alegro de estar en un estado físico para poder hacer la obra. Me gusta que el hecho teatral nunca lo tomo con naturalidad. Y ahora que estoy haciendo una gira por todo el país, conociendo gente de otro lugar del que no vivo yo, me gusta y estoy orgullosa de animarme a esta gira. Nada me da más felicidad que escuchar risas y escuchar gente que sale de las funciones con una linda energía. Pienso “qué bueno que la gente pueda venir y qué bueno que valore que todo esto suceda”.
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