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Homer El Mero Mero, el rapero neuquino que la rompe en YouTube y llena estadios

Se llama Lucas Giménez, tiene 29 años, nació y creció en Cutral Co y ahí empezó a rapear hace unos años. Sus videos tienen hasta ocho millones de reproducciones. Gira por América Latina y España. Actúa en El Tigre Verón, hizo una película, está escribiendo una novela y da clases en la cárcel.

Por Paula Bistagnino

Al otro lado de la línea llega la voz serena de Lucas Giménez. Habla pausado, se toma el tiempo para elegir las palabras y las dice con certeza. Con la misma certeza con la que habla de barrio, drogas, peligros, marginalidad y hace una crítica social cuando rapea sobre el escenario y en sus videos, que superan el millón de reproducciones en YouTube, promedian dos o tres, y llegan hasta cuatro y ocho millones. Viene de tocar en México, ya actuó en varios países de Sudamérica y ahora habla desde España. Está desde hace un mes allá: grabando nuevos temas y con una gira que empezó en Madrid, siguió en Valencia, Burgos, Málaga, Barcelona, y en un rato va a volver a tocar en Madrid para 30 mil personas. Habla con humildad, con los pies en la tierra, con pasión por lo que hace. “Primero el rap me dio la chance de ocupar mi tiempo en algo que no me haga mal a mí y que no le haga mal a nadie. Hoy es mi trabajo, mi manera de vivir, lo que mantiene frío, lo que me mantiene pensando, lo que me emociona también. Creo que el rap es un 90 por ciento de mi vida”, dice el músico, actor, poeta, escritor y ahora también tallerista en la cárcel: “Homer el Mero Mero”.

Todo pasó en pocos años: Lucas, que tiene 29, empezó a rapear “de grande”. Aunque desde chico cantaba mucho y de todo –le cuenta su mamá-, el camino hacia lo que hace ahora fue con las payadas: improvisaba sobre ritmos de milongas. Ya pasados los 20, fue por sus hermanos y amigos que conoció el rap y el freestyle. Ellos lo llevaron al barrio, pero él fue el que enseguida se destacó: a las pocas semanas ya “freestaleaba” con fluidez, a los tres meses rapeaba con estilo propio y al año la rompía compitiendo en las “batallas de gallos”.

“Nací una mañana de invierno en los 90 / Criado en Cutral Co, Neuquén, a polenta /Tengo mi barrio, mi feria, mis cuentas (…)”. Así comienza uno de sus temas más autobiográficos, que lleva como título la segunda parte de su apodo El mero mero.

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El nombre que hoy vende entradas en el mundo y clickean millones de chicos y chicas de todo el mundo empezó en el barrio Peñi Trapun. Ahí vive su abuela y era donde más tiempo pasaba en su infancia. Ahí sus amigos le pusieron ‘Homero’ y después, con el tiempo, le agregaron ‘el mero mero’ por un personaje de la película Sangre por sangre, sobre una pandilla urbana. Cuando empezó a subir sus temas, hace unos años, sumó los dos apodos y se puso “Homer el Mero Mero”.

“Crecer en los 90 en Cutral Co fue hermoso. Yo estoy muy orgulloso de mi ciudad natal y creo que si me dieran otra vida y elegir dónde me quisiera criar, yo elegiría Cutral Co”, no duda. Dice que tiene recuerdos fugaces de la pueblada (1996), que le pasaron muchísimas cosas allí, a su familia y a sus conocidos, a toda la ciudad; pero que también aprendió muchísimo y que hoy la ve mejor: “Yo veo hoy cómo creció en todos estos años, desde esa época, y me pone contento”.

El rapero de “la realidad”

Cuatro años tiene el video suyo más viejo que se puede encontrar en YouTube. Y lo hizo con su amigo C.R.O.: juntos empezaron a competir en las batallas de gallos y formaron Bardero$. Fue en el primer show que hicieron, en Las Grutas, cuando sintió que el rap podía cambiarle la vida: “Hacía días que habíamos subido los temas y la gente se los sabía, y cantaban porque sigamos tocando y no nos vayamos. Yo creo que en ese momento sentí que esto podía ser más”.

“(…) No puede ser artista / Un tipo que se está drogando todo el día / Ave María que hipocresía poder creer que alguien se esté dañando por culpa mía (…) ¿Cómo podría hacer rap consciente? / Bajo un estupefaciente que deja mi mente y corazón caliente / Que me traten de delincuente como siempre / Y como siempre voy a estar cantando la verdad a mi gente”, dice en su tema Argentina.

Sus colegas lo halagan y dicen que es uno de los mejores por su estilo, por su talento, y porque “es real”. Sus seguidores le agradecen el reflejo de la vida en los barrios y en la calle. Él lo vive con humildad: “Yo estoy agradecido de todo. Argentina está llena de artistas exageradamente buenos. Y tanto en el trap como y en el rap tenemos a muchísimos talentosos, tipos que escriben con el corazón y que pueden poner a bailar hasta al más aburrido en la sala. Así que lo tomo con orgullo”, dice. Y esa relación se ve en sus colaboraciones con artistas como Ysy A, Duki y Cazzu, entre otros de los más populares de hoy. También hace dúo con su hermano, Troca, que fue el que lo introdujo en esto.

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En En Punga, tema que le da nombre a su último y más exitoso disco, vuelve a su barrio: “En la ciudad donde nací se respira la droga / En las esquinas de mi barrio ella se vende sola / No queda más que hacer que estar en punga a todas horas / Que no me pare el gorra, tengo vibrando el tórax (…) Yo ya tendría perpetua asegurada por mis frases”. Muy lejos de la marginalidad, en el negocio de la música, dice que su relación es excelente. “Jamás tuve un problema con la industria ni lo pienso tener. Me gusta progresar y soy un amante del progreso ajeno. Me gusta cuando veo a colegas creciendo y mejorando, cuando ellos comparten mi crecimiento también”. Y la industria, claro, cada vez lo busca más.

Tiene muchos tatuajes, de distintas épocas, tamaños, estilos; en todo el cuerpo. El que más se ve es el del cuello, que le atraviesa la garganta sobre la nuez y dice “Argentina”. Pero hay otro, entre armas, hamburguesas, frases y zapatillas, que no se ve en los videos y es el de la ex presidenta Cristina Fernández. Él se ríe con la pregunta y dice: “Sí, sí, me tatué a Cristina. Soy su fan. Y también soy fanático de sus ideales”, declara sin vueltas, aunque dice que trata de estar al margen de la política. “Creo que la música y la política no van de la mano. Yo solamente cuento mi simpatía por la señora. El resto puede hacer lo que quiera y opinar lo que quiera. Respeto todo tipo de opiniones”, agrega.

Homer tiene un fanatismo más, que se hizo en Buenos Aires: el club Lanús, al que sigue y le dedicó el tema Los mismos de siempre. También tiene un tema dedicado a Mamá, Mariana: “Ella me ayuda a mantener los pies en la tierra. Tenemos muchas charlas. Yo siempre estoy atento a sus consejos. Ella está en Cutral Co, pero hablamos todos los días”.

Película, novela y un futuro enorme

Dice que extraña Argentina, que un mes ya es bastante y quiere volver. Y después de unos días de descanso piensa volver al ruedo del trabajo. Pero ahora no son nuevas letras, sino una novela que está escribiendo en los tiempos que le quedan de una agenda que ya casi no maneja. Aun no tiene título –o al menos no lo dice- y mucho no quiere contar todavía: “Es una novela con mucho drama y también mucha acción. Es muy argenta, exageradamente argenta, con mucho suspenso y partes muy emotivas, partes muy callejeras… La idea es que se pueda publicar para el verano. Ya me imagino a la gente leyéndola en la playa. Cuando compongo, cuando escribo, me gusta pensar en quién lo va a recibir, en lo que siente esa persona que lo escucha, sea en su casa, en la calle, en un penal”.

Sabe de qué habla cuando dice “penal”. Además de alguna caída, desde hace un año da talleres de rap en cárceles: hizo el proyecto con su manager, lo presentó al Estado y empezó: primero en el penal de José León Suárez, y ahora en Ezeiza. Cuando puede va todas las semanas.

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Pero no todo es rap para Homer: quiere actuar más. Este año rodó una película: se llama Panash, es un drama musical con varios artistas del hip-hop y es de un alemán llamado Christoph Behl. Y quiere seguir actuando. Tiene muchas propuestas, además de que probablemente vaya a estar otra vez en la segunda temporada de El Tigre Verón –en esta tuvo un bolo-.

De hecho, ni siquiera sabe si será siempre el rap: “Puedo decir lo que quiero decir de muchas maneras: hablando, escribiendo o con otras músicas. No le doy el mérito al rap en ese sentido”, aclara. El tiempo dirá. Ahora sus planes son seguir girando con su música, meter más videoclips, tener tiempo para visitar Cutral Co. “Siempre estoy mirando la agenda, a ver si hay un hueco o me toca una fecha allá”, dice. Quizá sea hacia fin de mes: el 25 y 26 de octubre ya tiene fecha en Río Gallegos con Bardero$. “Amo volver, amo estar allá”, concluye.

De fondo se escucha el bullicio del público que lo espera: 30 mil personas en otro continente van a escuchar a Homer El Mero Mero, un chico de Neuquén que le pone letra y música a la vida en un barrio de la Patagonia argentina, a sus códigos, a sus peligros, a sus dolores, a su crítica social y a su esperanza. Y que hace vibrar a multitudes. “Un abrazo, que Dios te bendiga. Ya estoy por tocar”, dice antes de despedirse.

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