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La Mañana Historia

Ingeniero Victoriano de la Fuente y Linares, profesor, maestro, inspirador

Fue catedrático de la otrora Universidad del Neuquén, ahora Universidad del Comahue. También, decano de la Facultad de Ingeniería. Su prolífica labor dejó surcos en el camino trazado, pionero de la aerofotometría. A 26 años de su fallecimiento, nuestro homenaje.

En la búsqueda de los mujeres y hombres que escribieron la historia valletana, fuimos analizando la vida familiar a través del relato de sus descendientes.

En este caso, los pormenores de la vida del ingeniero Victoriano de la Fuente fueron suministrados por su hijo Juan José. Me reuní con él y con doña Tita, la esposa del fallecido profesor e ingeniero: el relato surgió fluidamente, con espontaneidad y natural, muestras del cariño y afecto que un gran padre puede legar a sus hijos.

Juan José comenzó su relato citando al escritor español Rafael de Penagos, palabras que describen acertadamente a su padre: “Fue un hombre que llamaba a las cosas por su alma”.

Victoriano de la Fuente y Linares nació en Rosario de Santa Fe el 23 de agosto de 1922.

Era hijo de Pedro de la Fuente López, originario de Burgos (entonces Castilla la Vieja), y de Ángeles Linares, de Granada, provincia de Andalucía, nacidos en 1895.

Pedro fue el primero en llegar a la Argentina, y se estableció en Rosario. Por sus actividades de corredor, fue enviado para “colocar” capitales de inversores españoles en la bolsa de valores rosarina. Con las comisiones de su trabajo logró una sólida posición económica y regresó temporariamente a España donde se casó con Angelita (así llamaban a Ángeles). Poco después retornaría a establecerse en Rosario, donde nació Victoriano, su único hijo.

En 1925, la familia regresó a España. Once años después se desató la Guerra Civil Española. En las postrimerías de la guerra y gracias a sus pasaportes argentinos, además de los buenos oficios del Embajador de Suecia, pudieron trasladarse a Portugal. Allí, Victoriano perdió a su madre: tenía apenas 14 años.

En el país lusitano, Victoriano completó sus estudios secundarios de bachiller en la institución escolar de los Hermanos Maristas de Lisboa. Luego de una estadía en las colonias españolas del norte de África, padre e hijo regresaron a la Argentina. Se establecieron en un hotel de Rosario: al poco tiempo, don Pedro retomó sus actividades en la Bolsa y Victoriano ingresó al colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe. En apenas catorce meses, rindió, como alumno libre, la reválida de todo el bachillerato, ya que no existía convenio de estudios con España.

Estudios Terciarios – Conscripción – Actividad Profesional

Apenas revalidado el secundario, Victoriano ingresó en la Universidad Nacional del Litoral en la carrera de Agrimensura e Ingeniería Civil.

A los 20 años ingresó al servicio militar obligatorio. Por ser estudiante, pudo realizar el curso de AOR (Aspirante a Oficial de Reserva). Con dedicación y esfuerzo, Victoriano alcanzó el grado de subteniente, y por ello fue destinado inicialmente al regimiento de artillería de Diamante, provincia de Entre Ríos. Lo destinaron al Motorizado Buenos Aires, que funcionaba anexo al Ministerio de Guerra, y de allí pasó a la Dirección General de Ingenieros. No obstante, continuaba viajando, con licencias especiales, para seguir, infatigable, sus estudios: por esos días se recibió de agrimensor.

Entre 1948 y 1949, ya en el ámbito civil, Victoriano fue designado inspector jefe de la Junta de Valuación y Catastro del Departamento de Iriondo, Santa Fe. Utilizó por primera vez en el país la aerofotometría (ciencia que permite tomar medidas a partir de la fotografía) para la actualización de los planos catastrales de los departamentos de Santa Fe.

Diversas tareas

Entre 1951 y 1953, Victoriano se desempeñó como jefe de Central Térmica (denominada entonces Canal San Fernando) del Ferrocarril Nacional General Bartolomé Mitre.

A partir de la nacionalización temporaria de Siemens-Schukert, Victoriano creó la empresa Electrodinie y trabajó en ella desde noviembre de 1953 hasta mayo de 1957, primero en Buenos Aires en la preparación y licitación de las líneas de trolebuses como también de representante en la Feria de las Américas en Mendoza, para trasladarse luego a Córdoba como gerente de sucursal.

Durante su estadía en Córdoba, Victoriano cursó para convertirse en ingeniero electricista en la Universidad Nacional de Córdoba. Le faltó rendir dos materias para completar la carrera, debido a que tuvo que retornar a Buenos aires por razones de familia.

En 1958 asumió la Jefatura de la Fábrica de Tractores Pampa, elaborados por DINFIA y a la sazón los primeros tractores de industria argentina, pero tomó la decisión de retirarse cuando la empresa fue adquirida por Fiat.

Desde 1958 a 1962, de la Fuente trabajó como Ingeniero proyectista de líneas de alta tensión para la EPEC (Empresa Provincial de Energía de Córdoba).

En agosto de 1962 se trasladó junto a su familia a Buenos Aires, porque le ofrecieron un puesto de trabajo en SEGBA, donde se desempeñó finalmente como ingeniero analista de Organización y Sistemas. Siempre trabajando y ya con siete hijos, Victoriano siguió acumulando saberes y títulos: analista en Organización y Métodos y licenciado en Análisis Operativo, carrera nueva en el país dictada por el Ministerio de Defensa.

El arribo a Neuquén

En 1969, el Gobierno neuquino lanzó, en las principales empresas eléctricas del país, una convocatoria para cubrir el cargo de director Provincial de Agua y Energía. Victoriano resultó ganador del concurso de antecedentes, renunció a SEGBA y se trasladó, inicialmente sin familia, a Neuquén. Ocupó el cargo por un tiempo, hasta que, por motivos políticos, debió cesar.

La Facultad de Ingeniería en Challacó

Luego de dejar el cargo que lo trajera a la región, Victoriano quedó sin techo propio y con siete hijos. Al frente de la familia le tocó afrontar varios meses muy difíciles, pues ya era considerado viejo para el mercado laboral y, por otra parte, “con demasiado curriculum”. Dados sus antecedentes como profesor ad honorem de la Facultad de Ingeniería de Challacó, asentamiento perteneciente a la Universidad Provincial del Neuquén, fue contratado como profesor titular y luego secretario académico, manteniendo su condición de profesor “full time”. En la misma casa de altos estudios se ocupó, además, como jefe del departamento Energética y en la organización del Centro Universitario Cutral Co / Plaza Huincul.

El rectorado y el decanato

A modo de reconocimiento de su labor y sapiencia, en 1976 Victoriano fue designado decano de Ingeniería y director del Centro Universitario Cutral Co / Plaza Huincul. Mientras, se abocó a la tarea de redactar un moderno Plan de Estudios de Ingeniería Industrial. Continuó al frente de sus cátedras en la Facultad de Ingeniería hasta su jubilación, en 1987.

Su Familia

Victoriano se casó con María Arminda Ferro Sosa, Tita, el 22 de Julio de 1951 en la Iglesia del Salvador de Buenos Aires. Tita nació en el barrio porteño de Belgrano el 8 de septiembre de 1924, la segunda de tres hermanas. Su padre, don Juan Julio Ferro, se desempeñó como periodista del diario La Nación. Había ingresado “de pantalones cortos” (como cadete), y llegó a ocupar cargos importantes en ese medio. Era hijo de Juan Ferro, un armador de barcos, de origen catalán, que luego se radicó en Buenos Aires. Juan Ferro ofreció su importante flota fluvial de comercio en la desventurada guerra contra el Paraguay: en esa infausta gesta la perdería, junto a su vida. Su viuda, doña Catalina Scanavino, no aceptó reparación alguna por parte del gobierno nacional.

La mamá de Tita, Arminda Marcelina Sosa, era hija de estancieros de la localidad bonaerense Balcarce. Tuvo dos hermanos: Agustín y Fidel .

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Los hijos del matrimonio.

Los hijos del matrimonio.

Anécdotas de la familia materna

El abuelo materno de Tita, Agustín Pío Sosa, era hombre “de a caballo”. Realizó con otros estancieros el último gran arreo de hacienda desde el norte argentino hasta los pagos bonaerenses a fines del siglo XIX, puesto que la existencia del ferrocarril iba, de a poco, acabando esta faena.

María Arminda, Tita, cursó la Licenciatura en Historia en la antigua Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, mientras trabajaba como empleada administrativa en SADOS. Nunca ejerció la docencia pues eligió, orgullosamente, ser ama de casa: se dedicó a criar a sus hijos y, luego, a colaborar, hasta muy grande, con el cuidado de sus nietos.

Victoriano y Tita tuvieron ocho hijos: Pedro Luis, Juan José, Víctor María, ya fallecido, María de los Ángeles, Ignacio María, María de la Victoria, María del Pilar, María de las Mercedes. Todos cursaron estudios superiores (terciarios o universitarios). Nietos y bisnietos completan tan prolífica familia.

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Victoriano en la Universidad del Comahue.

Victoriano en la Universidad del Comahue.

La tarea humanitaria

Por encima del ejercicio profesional en distintas actividades, es importante destacar al ser humano toda su dimensión. Tuvo la caridad cristiana y el servicio a los demás como rumbo para su vida, cuestiones que se ven reflejadas en sus quehaceres. En Córdoba fue presidente de EMAUS, una de las filiales argentinas de la obra que fundara el abate Pierre en la Europa devastada por la guerra. En general, su accionar consistió en la creación, en cuanta ciudad o localidad que habitó, de talleres en los que se reparaban a nuevo aquellas cosas en desuso que la gente donaba o descartaba. También colaboró con la obra del Ateneo Juventud que levantase con gran esfuerzo el R.P. Carmelo D’Agostino: crearon sanas actividades de compañerismo y acción católica en los jóvenes de la Parroquia del Sagrado Corazón de Córdoba.

Cuando era ingeniero en SEGBA fue co-fundador de la Escuela de capacitación para empleados de la rama eléctrica, que funcionaba en el Sindicato de Luz y Fuerza.

Los apuntes universitarios

Como profesor universitario, Victoriano siempre puso su amplísima biblioteca técnica personal a disposición de sus alumnos. Pasaba las noches trabajando en la elaboración de apuntes para todas las materias que dictó, escritos a mano. Muy pocos alumnos podían acceder a los escasos y carísimos libros que había en plaza. Para aliviar el costo en fotocopias, escribía los apuntes en papel vegetal con tinta china, lapiceras especiales y plantillas para gráficos. De esta forma, posibilitaba que sus alumnos pudiesen fotocopiar en forma heliográfica las hojas por planchas que además no se borraban: de este modo, todos podían contar con el material completo de cada materia.

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Su esposa tita.

Su esposa tita.

Las mesas de exámenes

Victoriano era muy querido por sus alumnos. Cuando estaba trabajando en Challacó, y ante la ausencia de un integrante de alguna mesa de exámenes de cualquier materia de Ingeniería, los alumnos solían ir a su casa a solicitarle que integrara la mesa para no perder la fecha. Vale aclarar que su condición de Secretario Académico y profesor titular lo habilitaba a participar, aunque él no formara parte de la materia. Ello le ganó el apodo de Millantú, por entonces un conocido vino de mesa regional, cuyo eslogan publicitario decía: “Vino Millantú, está en todas las mesas”.

El amor por la docencia

Retirado de la universidad, Victoriano siguió ejerciendo la docencia en su domicilio, lo que constituía “un caso fuera de lo común”. Nunca puso su beneficio económico por delante de la enseñanza. Tanto fue así que en varias oportunidades no cobró por su trabajo, o lo hizo a medias. Cada alumno fue su alumno. Expectante durante el cursado y los exámenes, sufrió por ellos como si fueran sus hijos, se alegraba con sus triunfos y los alentó en los fracasos.

Se supo ganar el afecto de sus alumnos y ex alumnos que lo visitaron en el tramo final de su existencia. Luego de su muerte, acaecida el 14 de julio de 1996, su esposa continuó recibiendo la visita de ex – alumnos (hoy profesionales) residentes, incluso, fuera de nuestra provincia.

Proyectos

Su curiosidad científica persistente llevó a Victoriano a ser un adelantado. Entre sus aportes para la posteridad se encuentran varios proyectos sobre energías alternativas. Uno fue bien aprovechado, muchos años después, por el EPEN: la central geotérmica; el acceso por calzada calefaccionada a Copahue, entre tantos.

Aún hoy no está terminada la ruta de circunvalación de Neuquén Capital, en cuyo proyecto colaboró, y también, en la relocalización de la ruta 22. Igualmente participó, sin que formara parte de su área específica, de la diagramación del cruce sobre-elevado de la Avenida Argentina – Olascoaga en las vías del ferrocarril. Los trenes de carga circularían desde la Terminal (que se ubicaría en Valentina) por las bardas (hoy edificadas), empalmando la traza actual a la altura del Barrio Provincias Unidas.

Esta es la historia de un hombre que supo granjearse el respeto académico y personal en la historia neuquina. Su sapiencia, sus aportes, sus ansias de aprender cada día más, de enseñar sin límites y, por sobre todas las cosas, su inefable condición de hombre de bien, quedaron reflejados en su familia y en los alumnos que formó y que aún lo recuerdan.

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