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La Mañana Juegos de la Araucanía

Los Romero, una familia con aguante

Virginia, campeona con el vóley, y Matías, plata en fútbol, unidos por el festejo y el amor paternal.

Ricardo Galasso

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NEUQUÉN

Los Juegos de la Araucanía tienen pequeñas historias dentro de la gran historia de esta competencia binacional que cumplió sus bodas de plata. En esta edición, el fútbol y el vóleibol estuvieron hermanados no sólo por el objetivo de pelear el oro, sino porque en ambos equipos dos hermanos compartieron la alegría de estar en el podio: Virginia, campeona con la selección de vóley, y Matías, subcampeón con el equipo de Diego Landeiro. Los chicos no estuvieron solos ya que contaron en todos los partidos con el aliento incondicional de sus padres: Jorge y Rosa Ana, que viajaron especialmente para hacerles el aguante. Un festejo bien familiero del otro lado de la cordillera.

“Hubiera sido lindo haber festejado los dos”, tiró Matías lamentando la derrota por la mínima ante La Pampa que se llevó el título.

Ambos seleccionados representaron los puntos más altos en la actuación de la delegación neuquina en los deportes de conjunto. Con la yapa que significó para el vóleibol haber conseguido la medalla por primera vez en 25 años y nada menos que con Río Negro, histórico dominador de la rama.

Las chicas dirigidas por Ariel Giménez arrasaron, invictas y con sólo un set perdido en la final, ante los rionegrinos.

Jorge Romero y Rosa Ana Castro compartieron el privilegio único de tener a sus hijos en el podio. Fueron días de mucha adrenalina compartida. Con horarios asignados para correr de un lado a otro en función del fixture, los Romero tuvieron que dividirse para poder estar en ambos lados, cuando los horarios se superponían. En el aliento también colaboró el tío Sergio, que se sumó a “la 12 familiar”.

De poder elegir, seguramente Jorge y Rosa Ana Castro habrían optado por el vóley, deporte que ambos abrazaron y jugaron en la Liga Nacional.

“Jugué toda la vida en Neuquén, para Independiente e incluso la Liga Nacional en el clasificatorio del 84. Mi puesto era punta receptor y punta armador”, recordó.

“En cambio, Rosana -este es su nombre artístico, aclara el Jefe- se desempeñó como armadora, jugó en la selección de Catamarca y en Neuquén para Ceppron.

“La verdad que cuando los confirmaron a los dos no podíamos faltar. Los seguimos mucho cuando juegan afuera por distintas actividades y si bien por cuestiones de trabajo no podemos estar siempre, ahora no lo dudamos y viajamos”.

“Es un orgullo tremendo que los hayan convocado y por eso hicimos el esfuerzo para venir a verlos y disfrutar lo que consiguieron”, dijo Jorge, quien destacó la satisfacción que le dieron sus hijos al elegir el camino del deporte porque “abre la mente. Es el mejor tiempo invertido tanto para ellos como para quienes los siguen”.

Para Virginia, el hecho de haber compartido con su hermano este logro la colmó de satisfacción. “Aunque a veces nos peleamos, estoy muy contenta de haber estado con él. Para nuestros papás es también un orgullo que ambos podamos estar en la selección. Fue una linda experiencia”, dijo la flamante campeona, quien juega en El Biguá.

“Este logro fue gracias al equipo que tenemos. Estuve antes en los Juegos Epade, pero este año es el primero en Araucanía. Gracias a todo lo que nos dijo nuestro técnico pudimos ganar”, afirmó.

“Juego desde los tres años al fútbol y en Patagonia desde el 2010. Desde que arranqué en ese club me metí a full”, contó Matías, quien lamentó no haber podido conseguir el oro como su hermana. “Hubiera estado lindo que se nos hubiera dado a los dos, pero estoy feliz por ella y también contento conmigo porque dejamos todo. No tengo palabras para agradecerles a mis padres, a mi tío, a quienes nos permitieron participar. La verdad fue muy hermosa esta experiencia que me llevo en mi despedida de los Juegos”.

>>Los Molini, hermanos de sangre y de sueños

El fútbol también tuvo otra linda historia para contar con dos hermanos que, separados por una brecha generacional, fueron claves para llevar a la selección neuquina a la final de la Araucanía. Se trata de los Molini: Bruno, el volante ofensivo que anotó dos goles clave ante Bío Bío en las semifinales, y el delantero Martín, hoy en Huachipato y cuatro años atrás también en la selección Verde finalista de la edición 2012 de los Binacionales que se disputaron en Valdivia, Región de Los Ríos.

Bruno, que juega en Patagonia, marcó el gol del empate ante Bío Bío, decisivo para llevar el juego a los penales donde también anotó en la definición que le dio al Verde la clasificación a la final (luego cayó ante La Pampa), en una tarde inolvidable porque en las tribunas del estadio Ester Roa Rebolledo estaba Martín, con quien tuvo un reencuentro emotivo.

“Verlo entrar a Bruno, hacer el gol del empate y cómo se sufrió en los paneles hasta ganar, fue muy lindo. Este equipo me sacó también un poco la espina pendiente de 2012, cuando perdimos la final también con Bío Bío (Neuquén cayó 4-1)”. A su lado, Bruno celebró la presencia de su hermano. “Vino a alentar y eso es inolvidable”, contó emocionado.

“Estoy desde 2013 en Huachipato. Hice las inferiores acá y después subí a primera”, recordó.

Destacó el valor que tienen los Juegos de la Araucanía para el futuro de muchos chicos. “Es un torneo importantísimo porque te abre puertas. Antes de venir no se toma dimensión de lo importante que es. Pero acá hay gente de afuera observándote. Y así como me permitió a mí formarme profesionalmente, mañana las puertas se les pueden abrir a otros”, comentó.

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