De la salud a la cocina: la historia de Eduardo López y un sueño que dio vida al restaurante "La Julieta"
El chef apostó a un proyecto gastronómico íntimo, inspirado en su madre con un menú por pasos. "Soy un soñador", se define.
Eduardo López Luján no llegó a la gastronomía por casualidad, llegó por una vocación tardía y una necesidad de transformar el dolor en alegría.
Después de más de 40 años trabajando en el ámbito de la salud, primero como licenciado en Diagnóstico por Imágenes en Buenos Aires y luego en la Patagonia, decidió darle forma a un sueño que lo acompañó durante décadas, crear un restaurante íntimo, emocional y profundamente humano.
Así nació "La Julieta", un espacio gastronómico único en Neuquén que en la actualidad recibe a solo 20 comensales por noche, como si fueran invitados en la propia casa de Eduardo.
En sus propias palabras, Eduardo se define como “un soñador”, que fue cocinando ese sueño a fuego lento durante más de 20 años.
Una vocación que llegó de grande
La historia de Eduardo es un ejemplo de transformación personal. A los 40 años decidió volver a estudiar y logró recibirse de Técnico Superior en Gastronomía, una decisión que resume como “la tecnicatura fue la vocación de la vejez”.
Desde ese momento, sin perder un segundo, comenzó un proceso de formación que incluyó pasantías en diversos lugares del Alto Valle, capacitaciones en España en técnicas moleculares y además experiencias en las cocinas de grandes hoteles de Centroamérica.
En diálogo con LM Neuquén, Eduardo explicó que dentro de su cabeza “se abrió una paleta de colores (...) lo artístico de la cocina, los sabores, los aromas que traen recuerdos”. Sin embargo, más allá de esa amplia gama de posibilidades, su eje siempre estuvo claro volver “a los sabores autóctonos argentinos y latinoamericanos”.
La Julieta: un homenaje a su madre
El nombre del restaurante es un homenaje, Julieta era su madre, la inspiración central del proyecto. “Todavía recuerdo el aroma de las bombas de papa o de los buñuelos que había en mi casa”, relató Eduardo. Esa memoria sensorial se convirtió en el corazón de La Julieta: recrear, con técnicas profesionales, los momentos de intimidad, familia y buen anfitrión que vivió en su infancia.
“Comer como en casa, pero con una cocina profesionalizada”, definió. Muchos de los platos actuales están directamente inspirados en ella: “La bondiola, las trufas de queso, las papas cuña saborizadas con romero, tratadas con delicadeza, eso es mi madre”.
Un restaurante íntimo
La Julieta abrió sus puertas a mediados de octubre del 2025, luego de tres años de obra y planificación, incluyendo un diseño arquitectónico pensado específicamente para la experiencia gastronómica. El equipo está conformado por seis personas y el propio Eduardo, quien no se queda encerrado en la cocina.
“Yo siempre salgo. No recibo clientes, recibo amigos, como mi mamá Julieta lo hubiese hecho en su casa”, aseguró. Esa cercanía es parte central del concepto: “Si queremos personalizar la atención, tenemos que estar en contacto. Tiene que ver con la empatía”.
Ubicado en el barrio Rincón de Emilio, en la calle Atlántida 750, el restaurante ofrece un menú de platos basado en cinco pasos pensados para que los clientes puedan disfrutar, sentir y recordar.
Un menú generoso
El restaurante funciona los días viernes y sábados desde las 21.30, con menús por pasos que se renuevan quincenalmente, priorizando productos de estación. La carta vigente de diciembre 2025 se compone de cinco pasos, pensados como una experiencia progresiva y equilibrada:
- Primer paso: Trufas de queso.
- Segundo paso: Gazpacho de remolacha.
- Tercer paso (principal): Bondiola laqueada o suprema rellena en salsa de crema de curry.
- Cuarto paso (pre postre): Granita de “coco loco”.
- Quinto paso (postre): Curd de naranja con crema aromatizada con cointreau.
El valor del menú es de $70.000 mil pesos e incluye bebidas y forma parte del concepto de gastronomía por pasos sin perder contundencia.
“Acá nadie se va con hambre. Las porciones son generosas y están calculadas según estándares gastronómicos reales”, aclaró Eduardo.
Las opciones para Navidad y Año Nuevo
Para las celebraciones de Navidad y Año Nuevo, La Julieta presenta un menú festivo especial de ocho pasos, pensado como una experiencia gastronómica completa:
- Primer paso: Quiche Lorraine.
- Segundo paso: Porchetta crujiente.
- Tercer paso: Terrina Caprese.
- Cuarto paso: Carpaccio de remolacha.
- Quinto paso (opción menú kids disponible): Gigot de cordero con ensalada Waldorf.
- Sexto paso: Granita de hierbas.
- Séptimo paso: Parfait de mango.
- Mesa dulce: Turrón, garrapiñada, pan dulce y budín, con copa de espumante.
Para esta ocasión, la propuesta tendrá un precio de $130.000 mil pesos e incluye una copa de bienvenida, bebidas durante la cena y copa de brindis final.
“Quizás prendamos un fuego, hagamos verduras asadas y que la gente también pueda interactuar con nosotros” agregó el chef.
La Julieta también se destaca por su inclusión gastronómica. Ofrece opciones para vegetarianos, veganos y celíacos, con dos cocinas separadas para evitar contaminación cruzada.
“Esta era mi casa y sigue siendo mi casa. Por eso cuidamos cada detalle”, explicó Eduardo.
La experiencia en La Julieta comienza incluso antes de sentarse a la mesa. El restaurante cuenta con una barra de tragos, a cargo de una bartender que recibe a cada comensal con un trago de bienvenida, pensado como el primer paso del encuentro y como una forma de romper el hielo. La barra acompaña el concepto general del lugar: hospitalidad, cercanía y disfrute sin apuros.
La propuesta incluye tragos clásicos y opciones de autor, además de vinos seleccionados que acompañan el menú por pasos.
Más que un restaurante, La Julieta propone una experiencia íntima. Eduardo lo explica sin vueltas y con la misma calidez con la que recibe a cada comensal: “no van a venir a un restaurante común. Van a venir a un lugar donde van a comer rico y donde los vamos a atender de manera personal” declaró.
La propuesta apunta a recuperar el vínculo entre quien cocina y quien se sienta a la mesa. “No recibo clientes, recibo amigos”, insiste Eduardo, y remarca que la arquitectura del espacio permite ver los procesos de la cocina y compartir el momento.
“Si queremos personalizar la atención, tenemos que estar en contacto. Tiene que ver con la empatía” concluyó.
Te puede interesar...

















Dejá tu comentario