Sierra Grande, la futura ciudad del GNL: fue el jefe portuario de la mina china y hoy alegra a Playas Doradas con sus barriletes
Hugo Nicola trabajó en HIPASAM en los '80 y también en la década del 2000, tras la llegada de una empresa china. Su historia de vida.
Cada vez que la brisa del mar se ensaña con la arena, el balneario de Playas Doradas ostenta sus credenciales cartográficas y luce su carácter patagónico con toda su magnitud. Y es ahí cuando Hugo Nicola, uno de los 500 habitantes permanentes de esa aldea costera, sale a domar los vientos con sus barriletes.
"Me encantan los barriletes, siempre estoy armando alguno", aseguró. Y aunque prefiere no explicar cómo llegó a dedicar su vida de jubilado a coser telas de colores y alegrar los cielos con sus creaciones voladoras, sus ojos llenos de lágrimas permiten adivinar que, detrás de su hobby, reposa una historia triste.
El vínculo de Hugo con Sierra Grande comenzó en 1977, cuando apenas tenía 22 años. "Llegué como todos, a trabajar a la empresa HIPASAM, que dependía de Fabricaciones Militares", explicó sobre esa fiebre de hierro que vivió la localidad rionegrina y que hacía de la zona un polo de atracción para los jóvenes que ansiaban nuevas oportunidades.
"Éramos casi 1300 empleados, era un boom en la zona en cuanto a trabajo, competíamos con Puerto Madryn para ver cuál era el mejor lugar para ir a trabajar", dijo sobre una época que los pobladores de Sierra Grande recuerdan con la nostalgia de un tiempo mejor.
Hugo cree que el pueblo se acható, como si el ánimo de sus habitantes se hubiera desinflado junto con los censos de población. La ciudad llegó a tener más de 22 mil habitantes, pero en 1991, cuando cerró HIPASAM por un decreto presidencial de Carlos Menem, los camiones de mudanza hacían fila por la ruta 3.
"Fueron años muy difíciles, los finales de los 90 y el principio de los 2000", dijo el vecino, que se convirtió en uno de los personajes del balneario cuando decidió dejar su casa en el centro para instalarse de forma permanente en su casa de fin de semana en Playas Doradas.
La lucha por resurgir con la mina
Cuando cerró la mina, muchos se fueron. Pero otros se quedaron. Y empujaron una lucha aguerrida por recuperar ese viejo esplendor que todavía los alumbraba con recuerdos. En 1995 consiguieron la provincialización de los yacimientos mineros y, tras marchas y contramarchas, una licitación internacional permitió que una corporación china volviera a explotar el subsuelo rionegrino.
Hugo recuerda bien ese momento. "Fue en 2006, ahí Sierra volvió a resurgir", dijo y agregó: "Yo tuve la oportunidad de volver a trabajar con los chinos, fui jefe de operaciones portuarias hasta el año 2016. Después la empresa paró la producción, no era favorable porque eran más los costos que lo que obtenía para vender".
Cuando los chinos se fueron, el pueblo fue pura desolación. "La gente quedó muy desesperanzada, pero ahora se reavivó la esperanza para los jóvenes y los profesionales", dijo sobre los anuncios que prometen la instalación de una planta de Gas Natural Licuado (GNL) que exportará los recursos de Vaca Muerta al mundo.
Pero Hugo sabe mucho de promesas. Sobre todo, las incumplidas. "Tuvimos tantas frustraciones", se lamentó. Y repasó algunos de esos anuncios que nunca se hicieron realidad: una fábrica de camiones de los ucranianos, la cárcel, la central nuclear, una fábrica de pantalones. Nada de eso sucedió.
Otra esperanza para Sierra Grande
"Esto parece que va más en serio", dijo el vecino y afirmó que, ahora, falta arremangarse para estar a la altura de semejante inversión. Para él, lo más urgente es capacitar a los propios habitantes de la zona para que puedan prestar servicio a este tipo de industria. Y también potenciar al turismo con más servicios para competirle a los balnearios más consolidados.
"Por ahora solo tenemos para ofrecer playa, tranquilidad, naturaleza. El que diga otra cosa, miente", aclaró. Y consideró que las playas extensas y su rica vida marina no son suficientes para atraer al turismo masivo: "La gente busca otras cosas, quiere servicios, casinos, boliches, restaurantes, paseos y shopping. Eso todavía no lo tenemos".
Hoy, como uno de los referentes de Playas Doradas, el balneario a pocos kilómetros del punto exacto donde pretenden instalar la planta, Hugo recibe llamados de viejos amigos o futuros inversores, que buscan una oportunidad para hacer negocios en una tierra donde falta todo por hacer.
Y él comparte su conocimiento de la zona y contagia la esperanza por la reactivación. Pero nunca se olvida de sus barriletes. "La gente se ríe de mí, y yo también", dijo con la voz quebrada, pero sin la mínima intención de abandonar la rutina de siempre y: esa de domar el viento de Playas Doradas y contrastar el azul del mar con esos colores que bailan.
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