El Presidente mantiene casi el mismo nivel de aceptación que cuando asumió y, los aliados esquivos, como el PRO y la UCR transitan estados asamblearios.
Un año después Patricia Bullrich y Horacio Rodriguez Larreta volvieron a pelearse. Esta vez, ella es ministra de Seguridad de Javier Milei y él está en el despoder. Se dijeron de todo por una cárcel que no se construyó. El presidente lo disfrutó en silencio, hasta que no pudo más y dijo estar orgulloso de Patricia para tratarlo de miserable a Horacio por no reconocerle una presunta merma en la pobreza. De un modo u otro, los dos exsocios de Juntos por el Cambio volvieron a hacerle un regalo de año nuevo a Milei. El año pasado le ofrendaron una interna feroz que los demolió ante un actual presidente que, a un año de asumir, sigue capitalizando la fuga de votos por ultraderecha de JxC y la absorción creciente de sus votos.
El presidente libertario llega al 2025 con una acumulación de poder que Mauricio Macri le sigue envidiando. A fines de 2023, cuando logró que Bullrich le transfiera el 80% de los votos que había cosechado, Milei ya había prevalecido después de la brutal disputa de los dos dirigentes del PRO. Después de esa operación, comenzó un plan para sumar a Bullrich y a su compañero de fórmula Luis Petri al Gabinete, pero al mismo tiempo construyó un muro de contención para evitar que esas incorporaciones implicaran el ingreso de Macri al nuevo gobierno.
Un año después de ese momento, Macri sigue sin poder cerrar un pacto con Milei y el proceso de desangramiento del PRO llegó a las puertas de una nueva contienda electoral, donde el liderazgo del magnate corre el riesgo de diluirse ante una creciente mayoría de su partido que no quiere pelearse con un Gobierno que logró hacer, por ultraderecha, el doble de lo que Macri había prometido e incumplió durante casi todo su mandato.
Sin otra agenda positiva que reducir la inflación y realizar un drástico ajuste fiscal, Milei cumplió su primer año en el poder con la misma debilidad original en las dos cámaras del Congreso, pero con casi todas las fuerzas políticas divididas ante el dilema de prestarle votos o darle una pelea abierta que después les reste imagen en las encuestas. Milei mantiene casi el mismo nivel de aceptación que cuando asumió y, los aliados esquivos, como el PRO y la UCR transitan estados asamblearios. Los que le dieron apoyo y votos para conseguir la sanción de la Ley Bases fueron premiados por el Gobierno, al punto de transitar un segundo semestre con una Casa Rosada abierta a quienes se animaron a desafiar a sus conducciones partidarias. Antes de cerrar el año Milei pudo mostrarse con mucho más que los cuatro "radicales con peluca" que fueron puestos al borde de la expulsión del partido por bancar dos vetos presidenciales.
El encuentro que protagonizó con una parte del bloque de diputados radicales, liderados por Rodrigo De Loredo, muestra que a una parte de la UCR le pasa lo mismo que al PRO: dudan de enfrentar a LLA el año que viene, cuando perciben en las encuestas que la fuga de votos del 2023 se ha profundizado. Las encuestas ofrecen datos preocupantes para los dos exsocios de JxC en distritos clave, donde están por debajo de los dos dígitos.
La sensación de fortaleza que pudo construir no tiene correlato dentro de su gobierno. Desde que asumió echó a más de 100 funcionarios y otros renunciaron a poco de asumir. A uno de sus principales colaboradores, como Nicolás Posse, lo puso como jefe de Gabinete y lo expulsó con deshonra cinco meses después. Escenas del ejercicio extremo de un poder presidencialista concentrado, donde Milei gobierna por decreto desde que asumió y cierra su primer año de mandato sin una Ley de Presupuesto aprobada por el Congreso, que le permitirá gobernar en 2025 del mismo modo: a tiro de ampliaciones y distribuciones discrecionales de los fondos sin nadie que se lo impida.
Después de calzarse la banda presidencial, Milei le dio la espalda al Congreso. Siguió haciéndolo casi todo el año y con muy pocos costos, al punto de cerrar el 2024 con una relación virtualmente rota con su vicepresidenta, Victoria Villarruel. Hace más de un año fue una aliada clave para construir una oferta electoral competitiva y desde que asumió la conducción del Senado, el vínculo se deterioró hasta un punto de aparente no retorno.
Sin mayoría propia en ninguna de las dos cámaras, pudo construir un muro de contención para evitar que la oposición le anule dos vetos aunque los errores propios lo debilitaron. Por eso este año el Congreso hizo caer por primera vez desde la reforma constitucional un Decreto de Necesidad y Urgencia, con el revés de las dos cámaras, que se negaron a respaldar la ampliación del presupuesto de la SIDE a 100.000 millones de pesos.
Las heridas que quedaron en el Congreso fueron más costosas para la oposición que para el oficialismo, que continúa fragmentado y con internas solapadas que pasan a segundo plano a partir de la absorción contínua y silenciosa de dirigentes del PRO y de la UCR. ¿Cómo podrán germinar esas semillas que crecen a escondidas? Con una ola violeta de aliados en todas las provincias, que podrían obligar a Macri a ceder en su intento de condicionar a Milei, cuando lleva un año intentándolo, sin éxito, y ofrendándole un respaldo en el Congreso por el que sigue sin cobrar dividendos.
El peronismo todavía no termina de ordenar el impacto de la derrota electoral del 2023 y el Gobierno parece enfocado en aumentar la ultrapolarización con Cristina Fernández de Kichner. La dos veces presidenta ahora tiene las riendas del PJ, pero no afloja la interna que mantiene con el gobernador bonaerense Axel Kicillof, convencido de desdoblar las elecciones provinciales de las nacionales, una decisión que el cristinismo considera suicida.
Sin embargo, el panperonismo también está dividido por Milei. El mapa de gobernadores refleja que el tucumano Osvaldo Jaldo y el catamarqueño Raúl Jalil están dispuestos a explorar acuerdos electorales, como una forma de hacer crecer los apoyos que le prodigaron este año que terminó en el Congreso. La ola violeta también puede aumentar las divisiones del peronismo y reeditar un viejo objetivo que se había trazado Macri para prevalecer: lograr la fractura del peronismo entre kirchneristas y antikirchneristas para poder repotenciar las exiguas fuerzas propias.
La pata peronista tuvo un revés amargo, con la detención de Edgardo Kueider en la frontera de Paraguay con Brasil. El destituído senador sigue detenido en Asunción y su expulsión dejó heridos en todos lados, pero con un Milei que buscó bancarlo, al punto de poner en duda la sesión que lo despidió. Lo hace porque tiene espalda, dicen en su entorno, para justificar que el presidente ahora tiene capacidad de tragar sapos sin que eso le reste credibilidad ante ese electorado. Lo mismo pasó con la promesa de sancionar la Ley de Ficha Limpia y la ausencia de sus diputados para darle media sanción en una Cámara donde el PRO y a UCR quedaron solos en dos oportunidades para lograr ese cometido.
Aún así, el presidente sigue sin pagar costos políticos por convalidar decisiones que contradicen sus propios postulados de campaña. Milei sigue encerrado en un dispositivo de poder muy reducido, donde sólo intervienen su hermana Karina, a cargo de la secretaría General de la Presidencia y el consultor Santiago Caputo. Los tres cuentan las horas para que se cumpla uno de sus principales anhelos: ver al magnate republicano volver a la Casa Blanca como presidente de los Estados Unidos. Sucederá el 20 de enero y Milei será uno de los invitados. Como quien espera renovar un plazo fijo con altos intereses, el presidente aguarda que el regreso del trumpismo al poder le permita sostener su política económica y enfrentar las elecciones del 2025 sin deberle favores al PRO ni la UCR. Por el contrario, con una parte de ambos partidos adentro de LLA, y con Macri condicionado por sus propios seguidores.
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