El emprendimiento Carlipe la rompe con sus tapabocas sublimados. Desde Mafalda a Homero, cualquier diseño puede ser volcado en este elemento que ya es parte de la vestimenta diaria.
En el departamento donde viven Carla Parra y Mauro Azcurra, - “los Carlipes”- la mesa ya no es para almorzar o cenar, sino para trabajar. Una compu, una impresora y una sublimadora, copan el escenario del pequeño living - cocina de esta familia de emprendedores. Ellos son pareja hace más de once años y se vinieron de su Zapala natal para arrancar sus estudios universitarios. Sin embargo, la necesidad y las ganas de emprender los hicieron llegar más lejos, y mientras transitaban sus caminos académicos, se decidieron por sumar un emprendimiento propio.
“Surgimos un poco por la idea de tener una fuente de ingreso propio y con la idea que traje de mi anterior trabajo; yo trabajaba en una fotocopiadora y me tocó conocer de cerca el proceso de sublimación”, relata Mauro. Y así es como Mauro le propuso a Carla, que se recibió de Técnica Psicomotriz y actualmente cursa la licenciatura a distancia.
“Enseguida nos movimos para aprender porque arrancábamos de cero: empezamos a averiguar qué notebook nos convenía, sobre los programas específicos que teníamos que incursionar, qué impresora era la ideal para acompañar el diseño de la sublimación y qué tintas”, recuerda Carla. Después, restó decidirse a hacer la inversión y compraron por piezas su máquina sublimadora, o sea, lo que bien funciona a la manera de una gran “plancha térmica”.
Un proyecto sin límites
Al principio, cuando Carlipe nació en octubre de 2019 -la micro pyme está por cumplir su primer aniversario-, los chicos comenzaron sublimando tazas, llaveros y mates con motivos del día de la madre. “Esos fueron nuestros primeros clientes, amigos y familiares que confiaban en nosotros para hacer un regalito o quienes querían darnos ese empujón tan necesario cuando estás arrancando”, expresa Carla. Pero, como ocurrió con la mayoría de las personas hacia marzo de este año, la estantería del proyecto se movió, en este caso y por suerte, para bien, porque resignificaron su propuesta incorporando una nueva faceta con la cual hoy se sienten muy a gusto: se pusieron a sublimar barbijos. Allí fue cuando entró Ailén, prima de Carla y estudiante de Diseño en Indumentaria. “Le dijimos a Ailén que unamos fuerzas y conocimientos ya que ella tenía máquina de coser y aceptó, así que comenzamos a imprimir tapabocas a medida y diseñados a gusto del cliente”, relata la joven.
El proceso de trabajo comienza con las redes sociales, donde Carla recibe la propuesta del interesado. Luego Mauro plasma esa idea en los programas de diseño y los adecua al formato o soporte donde se va a sublimar ese dibujo. “Las personas eligen el dibujo o veces nos dicen más o menos lo que quieren y nosotros buscamos y retocamos el personaje, a veces también son fotos con frases”, remarca Mauro. Algo así como una co - creación conjunta entre Carlipe y la propuesta de los clientes que los chicos se aseguran que guste enviando una foto del diseño antes de sublimarlo. En el caso de su producto estrella, previamente Ailén ya tiene costurados los tapabocas según el talle del cliente para que Carla ponga en marcha la planchadora digital y sublime lo que su compañero diseñó.
Cuando la mayoría de la población asumió que la necesidad de utilizar elementos de protección sanitarios iba a llevar más tiempo del pensado, comenzaron a asimilar la idea de que un tapabocas pasaba a ser parte obligatoria del atuendo diario y que había que meterle onda, o al menos combinarlo; o, en la medida de las posibilidades, tener más de uno. “Empezamos a tener muchos encargues de barbijos con equipos de fútbol, de los Simpson, de Pepa, Mafalda, Frida, Comics varios, dinosaurios, películas de Disney o simplemente de flores, mariposas, u otros llenos de colores”, cuenta Carla. Hasta han sublimado “La noche estrellada” de Van Gogh, una de sus más famosas obras. Así como fueron probando productos y buscando precios, los chicos aseguran que el acto de emprender “es una cadena de solidaridad”. No estuvieron solos al principio y, además, cada vez que dan un paso se sienten apoyados por otros que están en su misma situación. “Es difícil arrancar, pero si les gusta mucho algo y quieren llevarlo a cabo hay que intentarlo, porque a los emprendimientos hay que ponerles mucho para generar ingresos, y qué mejor que dedicar tu tiempo a algo que te gusta, ¿no?”, concluyen los Carlipes.
Para comunicarse con Carlipe:
- Instagram: https://www.instagram.com/carlipe.19/
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