Después de atravesar obstáculos para terminar la primaria, se dedicó a la trashumancia y hoy apuesta por la actividad turística en Manzano Amargo.
Antes, mucho antes de cambiar su vida por completo, Virginia Alfaro fue a la escuela en Pichi Neuquén. Sin muchas posibilidades económicas, caminaba dos kilómetros con la nieve hasta la rodilla para estudiar, hasta que se graduó de la primaria. Y aunque no pudo seguir sus estudios en el colegio secundario, se las ingenió con todas las changas que se le cruzaron por el camino hasta que llegó su oportunidad. Ahora, es la flamante encargada del parador que recibe a los turistas frente a la cascada La Fragua, en Manzano Amargo.
Como muchos habitantes del norte neuquino, Virginia afrontó el clima inhóspito casi sin recursos. Pero siempre tuvo una voluntad inquebrantable que se imponía incluso a la más cruel de las estaciones. "Yo puedo hacer de todo, no me niego a nada, si me toca limpiar, limpio, o si tengo que hacer un revoque o criar una chiva", dice con un tono pausado que no se perturba nunca.
Virginia se casó, tuvo un hijo y pasó un tiempo ocupándose de la casa. Pero siempre creyó en la importancia de ser una mujer fuerte, y salió a buscar el sustento con todas las oportunidades que le presentaban, incluso cuando esto le exigía asumir trabajos duros y lejos de su familia.
"Yo me dedicaba a limpiar casas, y cada octubre, me iba a la Invernada Vieja, a la zona de Butalón, para cuidar a las chivas durante la parición", señala. Y aclara que afrontaba la crudeza del campo sólo acompañada por otra mujer, la dueña de las chivas. Entre las dos vigilaban el proceso de parición de un número importante de ganado. "A veces me tocaban 250 chivas y otras veces, 800", relata.
La mujer, que ahora tiene 39 años, se pasaba la semana entera en la zona de la invernada. Y volvía recién los fines de semana para estar con su hijo en Manzano Amargo, un pueblo de 800 habitantes que dista a 16 kilómetros de su Pichi Neuquén natal.
Desde que el norte neuquino comenzó a posicionarse como un destino del turismo emergente, Virginia encontró nuevas posibilidades. Primero, se quiso formar, y se anotó en un curso de guía de cabalgatas para ayudar a los viajeros a llegar a los puntos más inaccesibles y descubrir paisajes a los que no se puede llegar en auto. "A la gente le gustan muchos los caballos, y en el curso aprendí mucho de cómo hacer las cabalgatas", explica.
También apareció la oportunidad de limpiar cabañas dedicadas al turismo, con un ritmo laboral más intenso del que proponían las casas de familia. Así, Virginia fue encontrando otros nichos para trabajar y proveer un sustento para su familia.
Hace dos años, su vida dio un vuelco. Tras un divorcio, se quedó viviendo sola. Hacía ya bastante que su hijo se había independizado. Dejó Manzano Amargo para mudarse a Las Ovejas con apenas 16 años, decidido a formarse para tener un pasar más promisorio. Allí se casó y tuvo a su propia hija, lejos de su mamá.
Pero a su vida en solitario se sumó un desafío nuevo. Virginia había conocido a Malvina Antiñir, la nueva presidenta de la Comisión de Fomento de Manzano Amargo, que se dejó seducir por la actitud voluntariosa de la mujer. Pronto, se aliaron: la funcionaria la convocó para hacerse cargo del gimnasio municipal, y ella tuvo que dirigir a un grupo de 16 personas para fomentar el deporte en la localidad.
Con la misma sonrisa con la que afronta cualquier desafío nuevo, también aceptó de buena gana cuando le contaron que necesitaban a un empleado municipal para dirigir las actividades del nuevo parador frente a la Cascada La Fragua, una apuesta del gobierno provincial para fomentar el turismo del norte neuquino con infraestructura de calidad que provea nuevos servicios turísticos.
"Este lugar es una belleza pero hasta ahora en el pueblo no había ningún lugar para comer un plato de comida o disfrutar una merienda", explica Virginia sobre el nuevo parador, que estrenó esta semana con un acto oficial que contó con la presencia del gobernador Omar Gutiérrez, el vicegobernador Marcos Koopmann y el ministro de Turismo, Sandro Badilla.
Las fotos muestran a la mujer con su guardapolvo verde y cortando las cintas junto a Malvina y otros compañeros de trabajo. El parador contará con la presencia de dos cocineros, y también de un mozo y un encargado de la limpieza. "Estamos esperando a que los cocineros terminen de armar el menú y ya podemos largar, aunque sea los fines de semana", afirma.
El nuevo espacio gastronómico tiene una posición privilegiada al pie de la imponente cascada. Virginia, que ya acude de lunes a viernes a trabajar al lugar, se deja encantar por ese silencio absoluto en donde los cantos de los pájaros y el sonido incesante de la cascada logran imponerse. "Es hermoso escuchar el agua cayendo, los animales, es paz y belleza", señala.
Si bien el parador todavía no diseñó su menú, la mujer explicó que ya recibieron a varios visitantes, que encuentran en el norte neuquino un tesoro aún sin descubrir. "Viene gente de Santa Fe, de Buenos Aires, han venido brasileros, gente de Río Negro y de Mendoza", dice sobre los nuevos visitantes, que llegan a revolucionar al puñado de habitantes de Manzano Amargo.
Y Virginia, que no es experta en turismo pero sí una habitante orgullosa de la región, conversa con ellos para contarles de las bondades del norte. Les habla de la riqueza de su geografía, pero también de la buena madera de su gente; de sus platos, de su historia, de sus leyendas. Todos sus relatos rebosan de identidad.
"Ahora lo que quiero es aprender más, quiero hacer más cursos y aprovechar que ya tenemos un colegio nocturno para terminar el secundario", dice la mujer sobre el deseo de superarse. Es que la concesión del parador le exige estar a tono con nuevas exigencias, como la administración de las finanzas del establecimiento.
En el parador, el diseño del menú está a cargo de los cocineros Marcela y su hijo Robinson, que el año pasado ganaron el premio al mejor postre provincial con su magdalena de ñaco y manzana, y ahora apuestan a deleitar a los turistas de la cascada La Fragua con platos identitarios del norte neuquino. Si bien Virginia no es experta en cocina, ya se entusiasma con los sabores que proponen: "Van a hacer chivo asado, arrollado de chivo, pollos y pavos de campo; va a ser todo casero, como las tortas fritas o los dulces de ñaco", explica.
Ilusionada con su nuevo puesto laboral, la mujer esperó ansiosa por la inauguración oficial del parador, que promete sentar las bases para otros desarrollos de prestadores turísticos privados que asuman los encantos del norte de la provincia como una oportunidad económica.
Hoy, esta localidad de 800 habitantes cuenta con su primer local de comidas al pie de una cascada, pero el establecimiento podría convertirse en un eslabón más de un circuito turístico que potencie las bellezas de Neuquén. Y así, ese mismo parador que transformó por completo la vida de Virginia podría modificar el rumbo de todos los vecinos del pueblo.
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