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26 años de la muerte de Carlos Menem Jr.: el caso nunca resuelto

El hijo del entonces presidente falleció tras un accidente con su helicóptero. Su madre, Zulema Yoma, aún lucha por la verdad.

Carlos Saúl Menem estaba en su despacho de la Casa de Gobierno cuando se enteró. Sobre el mediodía del 15 de marzo de 1995, su secretario entró a las apuradas para darle la mala nueva. No era la primera vez que le tocaba dar información trágica, ya lo había hecho tres años atrás con la bomba que explotó en la Embajada de Israel y causó la muerte de 22 personas y menos de un año antes, con la voladura de la AMIA, el derrumbe del edificio y las 85 víctimas fatales. Pero ésta era una tragedia distinta, sumamente personal, dolorosa hasta el infinito: había caído el helicóptero que piloteaba su hijo, Carlitos Saúl, “Chancho” para su padre, para su madre y su hermana menor; “Junior” para el común de la gente en aquellos años 90. Estaba gravísimo. El Presidente dejó de inmediato sus asuntos políticos y salió disparado rumbo al helipuerto de la Rosada, para subir a una nave y viajar a la ciudad de San Nicolás -a poco más de 200 kilómetros al norte de la Ciudad de Buenos Aires- adonde Junior había sido trasladado de urgencia al Hospital San Felipe.

Aquél era un año especial para Carlos Menem. Recién comenzaba a despuntar la actividad de 1995 post verano y él se preparaba para saltar a la reelección que le daría cuatro años más de presidencia. Sin embargo, durante ese corto pero interminable viaje rumbo a San Nicolás, donde su amado “Chancho” agonizaba y era sostenido a la vida por un respirador artificial, Menem pasaba la película de su vida. Se negaba a creer que su hijo estaba muriendo y que él no podría hacer nada para salvarlo; se sentía responsable porque de él había heredado las pasiones por el deporte, la velocidad, el vértigo y otros placeres mundanos. Pero con 64 años, él estaba parado en la cúspide de su vida mientras que su hijo, con 26, a punto de entregarse a la muerte. Pensó en matarse. ¿Pensó en matarse? Cuenta la leyenda que agarró fuerte la manija de la puerta del helicóptero, con su mirada que no veía perdida en el horizonte, y una duda expuesta aun sin pronunciar palabra que llevó a su amigo y secretario privado, Ramón Hernández, a abrazarlo fuerte y traerlo de vuelta a la realidad que, por más dura que fuese, era la de los mortales.

“Tenía lesiones incompatibles con la vida”, recordó años después el director del Hospital, el cirujano Ismael Passaglia -además, hombre importante del PJ bonaerense- al periodista Hugo Alconada Mon. Ya no había nada para hacer por esa vida salvo desconectarlo y dejarlo partir. Fue el médico personal de Carlos Menem, su amigo Alejandro Tfeli, quien le confirmó instantes después que su hijo había muerto. Afuera, en el pasillo, se descomponían del llanto Zulema y Zulemita, madre y hermana, ex esposa e hija. Con ellas, Emir Yoma, hermano menor de Zulema, tío favorito de Carlitos y dueño de la nave Bell 206B JetRanger III, con la que el joven Menem se había matado junto al corredor de autos y ex campeón del TC 2000, Silvio Oltra.

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Los restos del helicóptero en el que murió Carlos Menem Jr.

Los restos del helicóptero en el que murió Carlos Menem Jr.

La poca luz en tantos casos oscuros ocurridos durante en menemismo instalaron en el inconsciente colectivo la sensación de que cualquier elucubración es posible. No importa qué tan claras se vean algunas cosas si está la sensación de que algo turbio las rodea y en esa luz difusa se oculta la verdad. ¿Es posible que la muerte del hijo de un Presidente no haya tenido una resolución concreta? ¿La Justicia es tan pareja que resulta lenta y, a veces, injusta hasta para familias poderosas como los Menem-Yoma? ¿Toda la mugre de este caso fue a parar debajo de la alfombra para tapar un doble homicidio? ¿O simplemente fue un accidente y la verdad es tan lisa y llana como eso?

El tiempo dejó muchas veces a Zulema como una madre desesperada que luchó sola para saber la verdad sobre la muerte de su hijo, en la medida en que supongamos que hay una verdad que no es la que la Justicia e investigadores probaron a lo largo de los años: que la nave que piloteaba el hijo del presidente se enganchó con los cables de media tensión que cruzaban la ruta 9, entre las localidades bonaerenses de Ramallo y San Nicolás, y cayó a tierra porque estaba volando peligrosamente baja.

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No era el primer accidente que tenía Menem Jr. al mando de un helicóptero. Unos meses antes de su muerte, a pocos metros de aterrizar en Anillaco, la riojana ciudad natal de su papá, se precipitó a tierra. También tuvo no menos de cinco accidentes como piloto de rally y, según detalló el diario La Nación, esto se debió a un choque en moto, en 1989, por el que sufrió fracturas expuestas de tibia y peroné, que le causaron la pérdida de sensibilidad en su pierna izquierda de la rodilla hacia abajo. Aquel miércoles 15 de marzo a la mañana cuando el hijo del presidente partió, de los 210 kilómetros que separan al lugar del despegue con el del accidente, el último tramo fue volando tan bajito que debía elevarse ante la proximidad de cada puente que cruzaba la ruta 9.

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Una versión, la que se impuso en la Justicia y es la que tiene a la causa sin más culpables que la propia negligencia de Menem hijo y está muy próxima a cerrarse definitivamente, habla de que una conocida modelo había subido a la nave junto a Carlitos y a Oltra, pero como no se sintió bien con el modo de pilotear del hijo del Presidente, bajó en la localidad de San Pedro (a unos 170 km de la Capital) y se subió al auto de una amiga, donde siguió por tierra rumbo a Rosario, destino final del viaje. Junior, tal vez para coquetear, dedicó el resto del vuelo-hasta el accidente- a mostrar sus destrezas como piloto ante las chicas que, no muchos metros más abajo, iban sobre cuatro ruedas.

La otra versión, la de Zulema Yoma, nunca negó el vuelo bajo de la nave que conducía su hijo sino que expuso la razón para hacerlo de forma tan temeraria: según sostuvo, tres grupos de francotiradores colocados estratégicamente en la ruta le dispararon a su hijo, por eso éste maniobró para tratar de evitar los impactos. La ex esposa de Menem siempre tuvo temores acerca de su integridad y la de sus hijos y le venía insistiendo al respecto a su ex marido. Horas después de la muerte, se encontró en Olivos con el jefe de la custodia de Carlitos, el oficial de la Policía Federal Oscar Barcelona, quien le dijo que no había podido acompañar a su hijo en el viaje pero que había quedado en encontrarse directamente en Rosario. Ese “descuido” inició la sospecha de la mujer, que comenzó a investigar, a poner peritos y a hacer reclamos, asegurando que Junior había sido asesinado. La sociedad tuvo una piadosa empatía por la tristeza de ella, aunque la mayoría la observó como una persona a la que el dolor la había quebrado de tal modo que no aceptaba la posibilidad del accidente.

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Hace un año, en declaraciones a La Nación, Zulema ratificó su idea. Hoy tiene 78 años y sostiene que a su hijo lo mataron. “Menem me dijo que tenía un tiro en la frente”, declaró. Y como en un principio, dudó y duda de todo, pero por más que las sospechas y las teorías conspirativas sean muchas y apasionantes desde el relato, las pruebas que concreten los hechos, no están. Los restos que descansan en la tumba familiar del bonaerense Cementerio Islámico de San Junto -mismo lugar donde desde hace un mes están los de Carlos Saúl padre- son de Carlos Saúl hijo, según los exámenes de ADN. Las perforaciones y deformaciones en el helicóptero producto de los impacto de los disparos de los supuestos francotiradores, que constataron los peritos de gendarmería en 1997, para la Justicia no se determinó si efectivamente fueron durante ese vuelo (y provocaron la caída) o después (con el avión en tierra y destruido por la caída). La grabación en la que Carlitos informa a la torre de Control del aeropuerto de Ezeiza, antes de estrellarse, que le estaban disparando, nunca apareció y la Fuerza Aérea directamente negó la existencia de esa comunicación. Incluso, Jack Suttle, de la empresa fabricante de la nave, Bell, no informó acerca de algún tipo de orificio de bala.

La causa en la actualidad continúa abierta. Fue archivada en 1998 por el juez Villafuerte Ruzo, decisión ratificada en todas las instancias superiores incluso la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Pero, después de mucho insistir y con la ayuda de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en 2011 Zulema logró que el tema volviera a tomar fuerza y llegase a la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH). Y también consiguió que el propio Carlos Menem, que siempre había homologado el accidente, en los últimos años apoyara tibiamente la idea de su ex esposa. Igual, nada hizo en vida para demostrarlo y todo indica que es cuestión de poco tiempo para que se cierre definitivamente.

El expediente está completamente inactivo. Mientras Zulema Yoma afirma que es “una madre que va a morir sin saber la verdad”, sólo la conciencia de Carlos Saúl Menem, cuyo reciente fallecimiento movió un poco la causa más para la prensa que para la Justicia, sabe si en su último rapto de lucidez la verdad que él durante tantos años dio por válida, es la real. O, como la fantasía de la gente común tantas veces elucubra, hay una verdad turbia y paralela, y nunca se podrá comprobar si efectivamente es cierta.

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