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Benedetti por Benedetti

Cientos de personas dieron, ayer, el último adiós a Mario Benedetti en Uruguay.

Por Pablo Montanaro

Sus restos serán inhumados hoy en el Panteón Nacional del Cementerio Central de Montevideo.

Neuquén > La vida y obra de Mario Benedetti, fallecido el pasado domingo a los 88 años en Montevideo, despertó a lo largo del tiempo la admiración, el reconocimiento y el respeto de varias generaciones de lectores. Incluso hubo quienes llegaron a quererlo como a un pariente que les indicaba el camino y los riesgos de la vida.
La literatura tuvo para este escritor un papel “sin demasiadas pretensiones”, simplemente ser “la liga entre el artista y el receptor”, porque cuando se establece esta comunicación entre quien hace y quien recibe el poema “se da una de las mejores condiciones para la existencia del arte y se cumple el papel al que la literatura tiene derecho’’, explicó.
A continuación, algunos pensamientos que el más prolífico y leído de los escritores latinoamericanos plamó en diversas entrevistas.

Infancia
“Vengo de una familia con muchos problemas económicos. Mi padre era químico farmacéutico, pero tuvo muchos contratiempos con la quiebra de una farmacia en la que lo estafaron. Yo tenía cuatro años. Tuvimos que mudarnos de Tacuarembó a Montevideo, y a partir de ahí mi infancia e incluso parte de mi adolescencia fueron muy duras, con muchas privaciones. Con esos problemas económicos que hubo en mi familia, ¿qué me iba a imaginar que iba a ser un autor de éxito y que iba a poder vivir de la literatura?”.

Ser escritor
“En Uruguay era muy difícil que alguien viviera de lo que escribía; ni siquiera Juan Carlos Onetti, que era el mejor, vivía de lo que escribía. Se podía vivir del periodismo, como hice yo, pero eso es otra cosa, no literatura. Recuerdo que de mis dos primeros libros no vendí ni un ejemplar, nada, y las ediciones me las había pagado yo. Mi primer libro de éxito –un éxito relativo, en realidad, porque la edición era muy limitada– fue ‘Poemas de oficina’”.

Poeta
“Soy un poeta que además escribe cuentos y novelas. También me siento cómodo con el cuento, aunque me da mucho más trabajo. Un poema lo puedo escribir en un avión, durante un fin de semana o mientras espero al destino, en cambio un cuento me puede llevar años”.

La vida
“La vida es un paréntesis entre dos nadas. Yo soy ateo, no creo en Dios ni nada por el estilo. Hay gente que tiene sus creencias religiosas y tiende a sentir que después de la muerte está el Paraíso, o el Infierno, porque muchos han hecho mérito para ir al Infierno. Yo creo en un Dios personal, que es la conciencia: a ella es a la que le debemos rendir cuentas cada día”.

Vejez
“El espejo no miente, ahí uno va viendo las nuevas arrugas, las bolsas de los ojos... y sin embargo, a veces, a pesar de los años que se tengan, el espíritu de un cuento o de un poema puede seguir siendo joven. Un poema que tiene alegría, que tiene una cosa vital, lo rejuvenece a uno”.

Amor
“Si mis poemas sirven para el amor me parece una buena empresa. A veces me cuentan que los muchachos copian poemas míos y se los mandan a las novias como si fueran de ellos, y después cuando se casan les cuentan la verdad. Puede que suene cursi, no sé, alguna gente dirá... Pero a mí no me molesta, al contrario. El amor me parece lo mejor de las relaciones humanas”.

Sencillez
“Mis poemas son bastante sencillos, bastante claros, y eso es algo que se convirtió en una obsesión para mí: la sencillez. Hacia el fin de mi adolescencia, cuando yo sabía que iba a ser poeta, leía a los de más prestigio, y aunque los entendía y los disfrutaba, me parecían muy enigmáticos, con toda una retórica que me parece espantaba a los lectores”.

Para qué escribir
“Uno escribe para esclarecer la mente de un individuo, del ciudadano de a pie. Además, es una cuestión de conciencia. Si yo estoy en contra de la globalización de la economía, de la corrupción y de la hipocresía, lo digo y lo escribo. Justamente las causas en las que creo y que son derrotadas son las que me impulsan, porque gracias a que las defiendo puedo dormir tranquilo. No me siento derrotado en cuanto a mis creencias ideológicas y voy a seguir luchando por ellas. Sin éxito, eso sí”.

El periodismo
“El periodismo podría ser un oficio muy interesante y muy revelador. Pero, lo que pasa, es que el periodismo está muy sometido a las grandes empresas y muy sometido al poder omnímodo de la gran potencia. De modo que es muy difícil encontrar el periodismo independiente que uno querría”.

Hombre de pueblo
“Muchos de mis poemas son producto de ser hombre de pueblo, y estar cerca del pueblo siempre ha sido una máxima para mí. Lo mejor que me pudo haber pasado en la vida es que lo que escribo le haya tocado el corazón a esa gente, a ese pueblo, a ese hombre de a pie”.

El prójimo
“Me preocupa mucho el tema de las relaciones humanas, no sólo a nivel literario sino también a nivel personal. La solidaridad social, la política, el amor (que me parece un poco la cumbre de las relaciones humanas) y la relación con temas religiosos. Yo no soy nada religioso, soy ateo, pero comprendo que la gente busque una salida por el lado de la religión. Todo lo que tiene que ver con las relaciones humanas, a mí me preocupa mucho, tanto en los poemas como en los cuentos”.

Utopía
“La utopía es una cosa que debemos mantener. Por definición, la utopía es algo que nunca se realiza por completo, una cosa que parece imposible y después resulta que se realiza. Siempre digo que los tres grandes utópicos que ha dado este mundo son Jesús, Freud y Marx; gracias a ellos la humanidad ha dado pasos positivos. Aunque de cada utopía se realice un diez por ciento, gracias a ese diez por ciento la humanidad ha mejorado un poco. Yo soy un optimista incorregible”.

Exilio
“La pasé muy mal, me amenazaron de muerte, me separaron de mi ciudad, de mi mujer, y sólo por algún azar me fui salvando, pero no por hacer concesiones. Yo hubiera preferido no tener que recurrir al exilio, y sin embargo, en cierta forma el exilio me ayudó. Por un lado, empezaron a interesarse por mis libros, me hizo ser más conocido y eso hasta me permitió un alivio económico. Además, he aprendido mucho de la gente que fui conociendo en los diferentes países donde tuve que vivir. No de los gobiernos, porque de ellos no se aprende nunca nada, pero de la gente sí. Es como un fenómeno de ósmosis: uno le da a ese pueblo que lo recibe lo mejor que tiene y ese pueblo le devuelve cosas a uno”.

La muerte
“La muerte es una presencia, y la barajo en conexión a lo que es la muerte para otros, no sólo para mí. Pienso que una de las formas de sobrellevar la idea de la muerte es darle la cara, hablar de ella, dialogar con ella. Me parece que es una manera de poder soportar ese fin obligatorio. Admitir la muerte es un modo de restarle importancia, porque si no uno está obsesionado con eso. Escribo sobre ella para que no me sorprenda, claro. Su cercanía no tiene que aplastarlo a uno, por eso tengo un poema que se llama ‘Como si fuéramos inmortales’: hay que vivir como si lo fuéramos”.

El futuro
“Me preocupa terriblemente que la humanidad se suicide. Por este camino va hacia la autodestrucción. Mucha globalización, mucho neoliberalismo, pero las grandes compañías cierran y dejan en la calle a miles de obreros. Ese descarte del ser humano es el suicidio de la humanidad”.

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