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La casita de la Oma, un clásico de Villa La Angostura que atrae más allá de los cambios

Nacida en los 90', la casa de té sigue convocando a turistas y locales con su pastelería y el encantador marco de su colorido jardín.

Cambiaron el calor húmedo de Entre Ríos, por el frío patagónico. Dos carreras consolidadas, por una vida diferente en la cordillera. Completamente decididos a patear el tablero, con 46 y 51 años, Claudia Gogorza y Juan Pedro Masut se instalaron con su hijos en Villa La Angostura en 2007, apostando a un nuevo comienzo a casi dos mil kilómetros del terruño.

Aprovechando su expertise en la materia, en un primer momento se abrieron paso con un comercio vinculado a la construcción hasta que, en 2019, el colorido jardín de La Casita de la Oma los condujo al mundo de la pastelería para darle continuidad a una tradición, a su modo.

"Mi esposo es licenciado en Administración de empresas y dueño de un hotel familiar en Concordia. Nos vinimos porque nos gustaba mucho Villa La Angostura y a él, el esquí. Teníamos 46 y 51 años en ese entonces. Teníamos ganas de emprender otra cosa", contó Claudia con un tono de voz parecido al de la chef Dolli Irigoyen.

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"Nosotros habíamos venido acá en el 94' y nos gustó mucho", agregó dando cuenta del primer flechazo de la localidad neuquina que, a partir de unas vacaciones, se convirtió en una opción de vida trece años después.

"Invertimos en una casa relacionada a la construcción. Después vinieron un par de complicaciones como el volcán y los sistemas económicos que hicieron que estuviéramos más tiempo en ese negocio del que pensábamos", dijo, recordando las cenizas del Puyehue que en 2011 tiñeron de gris el pueblo.

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En 2019 finalmente pudieron dar en la tecla con lo que estaban buscando. Se vendía el fondo de comercio de La casita de la Oma, la casa de té-instalada como un "clásico" en el corazón de los turistas y la gente del lugar-, que le permitió a Claudia reencontrarse con una faceta muy placentera: la cocina.

"Me gustó mucho la propuesta que tenía, la linda estructura de madera, su jardín. Así que después del cierre comercial, lo encaramos. Solo teníamos el equipamiento que venía de 30 años, por lo que tuvimos que cambiar todo y lo seguimos cambiando en la medida que podemos. Trabajamos en el jardín, cambiamos el mobiliario y la iluminación. Justo en ese momento una sobrina nuestra, Lucía Cartasso, se recibió de licenciada en gastronomía en Buenos Aires. Como le entusiasmó el proyecto, vino y se quedó con nosotros hasta que comenzaron las restricciones por la pandemia . Nosotros abrimos en diciembre del 2019 y ella nos ayudó a darle forma y a reformular algunas recetas que nos había dejado la anterior dueña. Tanto el conocimiento de mi esposo, el gusto mío y la profesionalidad de ella nos permitió armarnos. Es muy buena pastelera, muy inquieta y perfeccionista", subrayó sobre los inicios y la joven con la que cocinaba cuando era pequeña y con la que ahora también comparte su pasión por la arquitectura.

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"Con Lucía diseñamos un menú y lo seguimos reorganizándolo cada seis meses. En septiembre del año pasado vino para capacitar y darle nuevos aires a toda la pastelería. Las que cocinamos en La casita de la Oma somos Beti, que me acompaña desde el primer día, y yo. También está Brian, un joven de 19 años egresado de la escuela Jaime de Nevares que tiene muchas condiciones", agregó para luego destacar que en todas sus preparaciones el hincapié está puesto en los sabores.

"Incorporamos unos scones con crema especiales, muy ricos a partir de una receta de Lucía. También hacemos croissants, brioche y piezas de pastelería francesa muy delicadas, con productos de alta calidad", enfatizó de repasar las propuestas más convocantes de su carta de tortas y tartas elaboradas a partir de recetas caseras reformuladas con frutos de estación.

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"Por ejemplo tenemos la tarta de almendras y manzanas, una tarta de limón hecha con una antigua receta francesa. También tenemos la estructura de una torta que la llamaban 'La Oma'. Nosotros la llamamos 'Torta de frambuesa y chocolate' porque no es la misma, pero tiene esa esencia. Esta torta y todo lo que tenga frambuesa gusta muchísimo, al igual que los scones, los croissants y los brioches", resaltó.

"Ofrecemos una selección de té nacionales e importados, los blends los hacemos nosotros. También licuados, tostados. Todo está hecho en forma casera. El pan integral lo hacemos con molienda tradicional de frambuesas de El Bolsón. Los chocolates vienen con licores caseros que hace mi esposo. Tenemos opciones para todos los gustos. Además de lo dulce, hay sándwiches con panificación casera y encurtidos de tomate y hongos que hace mi esposo. A su vez, hay opciones para las personas que no toleran el gluten, como un pan brioche sin Tacc, la espuma de coco con dulce de leche y una mousse de chocolate con crocante de nuez", añadió remarcando la amplitud de su menú pensado para que puedan compartir un momento ameno personas con "diferentes filosofías de alimentación".

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"Este es un emprendimiento con mucho esfuerzo. Desde el primer día pusimos los mejores productos", recalcó antes de referirse a otra marca registrada de La casita de la Oma: el jardín.

"Este jardín tiene treinta años. Ahora estamos manejando otro concepto. Tenemos muchas lavanda, guindos, cerezas, frambuesas, grosellas que usamos en nuestras preparaciones. También tenemos rosas, margaritas, madreselvas, lo que busques. Juan Pedro es quien se encarga de mantenerlo y embellecerlo", contó la arquitecta para luego esbozar una reflexión respecto a su quehacer cotidiano y la faceta de pastelera que pulió con su casita de té.

"Es muy lindo lo que hago. La pastelería es una ciencia que produce mucho placer. Mucho de la arquitectura lo pongo acá con las remodelaciones, la organización, el diseño de los muebles, las tortas y el packaging, el jardín y la iluminación. Es muy grande lo que se diseña en un emprendimiento gastronómico", advirtió.

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Respecto al nombre de su espacio, Claudia manifestó: "Creo que es un nombre de fantasía porque la anterior dueña no es alemana. Al principio pensé en cambiarlo, pero lo cierto es que el lugar tenía ya 29 años, así que decidimos mantener la esencia y el espíritu con nuestro sello".

"Lamentablemente no sé mucho de la historia del lugar, la estoy conociendo a partir de los clientes que vuelven. Solo sé que la antigua dueña lanzó la propuesta con otra socia en 1991. Hacían una repostería muy casera que atrajo mucho al turismo y a gente de Bariloche. También daban almuerzos porque se lo pedían ya que no había muchas opciones en esa época, las calles no eran de asfalto", señaló.

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"Lo que estamos experimentando es que cada uno pone lo que tiene en su historia en cada cosa. Más allá de la pandemia, este último año la gente tuvo la posibilidad de probar nuestras cosas. Y ahí lo interesante es el motivo por el cual cada cual elige ir a un lugar. Tenemos todo tipo de devoluciones. Está el que soñaba volver y no la encontró, hasta ahora; pasando por el que volvió y encontró que era lo mismo o el que advierte lo nuevo. Hay mucho sentimiento por este lugar. Inicialmente, la mayoría de los que nos visitaban eran turistas. Ahora, cuando baja la temporada, también vienen muchas personas que viven acá y eso es algo que nos gratifica muchísimo", subrayó.

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"En lo comercial, tenemos muchos altibajos y contratiempos para poder desarrollar una actividad libre de preocupaciones. Es mucho el esfuerzo que uno pone cuando emprende algo, pero este es el lugar que elegimos. Nuestros hijos aman Villa La Angostura. Los más chicos se criaron acá. Hoy son instructores de esquí, están en Estados Unidos y eso se los dio el Club Andino, el cerro Bayo y mi esposo que le encanta esquiar", expresó entre risas.

"Estamos totalmente conformes, adaptados. Amamos este lugar. A mi me gusta la lluvia, la nieve y todo lo que el clima me propone, lo digo realmente", concluyó.

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Ubicada en el centro de Villa La Angostura (calle Inacayal 303, a tres cuadras de la Ruta Nacional 40), La Casita de Oma abre sus puertas de martes a domingo de 16 a 20. Aunque aceptan reservas por Whatsapp (+5492944582069), atienden por orden de llegada.

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