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La historia del futbolista más viejo: prófugo por tráfico de drogas y padre de 50 hijos

Ronnie Brunswijk es el vicepresidente de Surinam y a los 60 jugó su primer partido oficial con su propio equipo.

Se metió en el libro de los récords del fútbol de prepo, a fuerza de poder y riqueza. No es Messi ni Cristiano Ronaldo rompiendo alguna marca de goles o partidos jugados, sino un hombre que se convirtió en noticia por haberse transformado en el futbolista más veterano de la historia.

A los 60 años y 128 días, Ronnie Brunswijk jugó para su equipo un partido (54 minutos, en realidad) de la Liga Concacaf. Aunque lo importante no es de qué jugó o cómo jugó, sino quién es. Se trata que del vicepresidente en funciones de Surinam, la excolonia holandesa que se encuentra en el noreste de Sudamérica, entre la Guayana francesa y Guyana.

Rico y poderoso líder político, Brunswijk se presentó en la cancha como capitán del Inter de Moengotapoe (su equipo, literalmente, porque es el dueño del club) frente al Olimpia de Honduras que dirige el argentino Pedro Troglio, pero no llamó la atención por sus dotes futbolístico sino porque su exceso de pesos y por jugar junto con Damián, uno de sus ¡50 hijos!

Agnes, su mamá, confesó hace un tiempo que en más de una ocasión se le acercan hombres y mujeres por la calle y la llaman “abuela”, asegurándole que son hijos de su hijo, uno de los diez que tiene esta mujer de 86 años.

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Agnes, la madre de Ronnie Brunswijk.

Agnes, la madre de Ronnie Brunswijk.

Si alguien puede pensar que entrar a un campo de juego a los 60 años para jugar un partido de fútbol oficial y profesional es toda una aventura, a juzgar de la vida de Ronnie es apenas un jueguito comparado con sus antecedentes. Es conocido como un Robin Hood que robaba bancos para ayudar a los pobres de su pueblo (Moengotapoe), donde dominan los cimarrones, descendientes de esclavos africanos y la etnia más sufrida económicamente de Surinam. Entre sus antecedentes está el de ser prófugo internacional aunque por otro tipo de delito: lo busca Interpol por dos condenas por contrabando de cocaína en Países Bajos y Francia.

Justamente, ese “detalle” judicial hace que si llegase a salir de su país (que no extradita a sus ciudadanos condenados en el exterior) podría ser detenido por la policía internacional y llevado a Europa para cumplir su pena. Por esa razón, Ronnie no podrá lucir la camiseta número 61 y el brazalete de capitán en la revancha contra los hondureños como visitantes, partido en el que su equipo deberá remontar un 0-6, nada menos.

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Es complicado, una tarea titánica, aunque para este político y empresario pareciera no haber impedimentos cuando algo se le pone en la cabeza. De hecho, ya gestó una buena relación con sus rivales, a quienes visitó en el vestuario luego del partido y les repartió una buena cantidad de dinero.

“Les di esa recompensa por gratitud y seguiré comprometiéndome por un mejor deporte”, justificó Brunswijk. Claro que esta situación, que fue grabada con un celular y posteriormente subida a las redes sociales, incomodó a la Concacaf, la Confederación a la que pertenece el fútbol de Surinam y que regula ese deporte en América del Norte, Centroamérica e islas del Caribe. “Estamos llevando a cabo una investigación formal sobre lo que se vio en ese video y manifestamos nuestra preocupación. El asunto se está remitiendo al Comité Disciplinario”, informó en un comunicado la Concacaf, casualmente la entidad del fútbol que más miembros tiene investigados y procesados en el FIFA-Gate.

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No fue la primera vez que anduvo por ahí regalando plata, porque otras de las tantas historias que giran a su alrededor es que supo arrojarles dinero a sus militantes desde un helicóptero en plena campaña. Su vínculo con el dinero, con que todo tiene un costo y todo se paga, posiblemente venga en su ADN, porque en su infancia pasó una pobreza extrema. Era parte de una familia de agricultores que vivían del cultivo el arroz, la yuca y las bananas, lo que les permitían plantar esos suelos arenosos y poco profundos de la región en la que se crió. Para comer carne, se armaba con un machete e iba junto con sus hermanos a la selva a cazar animales salvajes. Así pasaba su vida que “no era buena”, según describe si madre. “Teníamos muchos apuros”, agrega la mujer, quien atribuye la “generosidad” de su hijo ahora vicepresidente de la Nación a lo aprendido en aquellos tiempos, donde la falta de recursos le enseñó a compartir lo poco que había y su fuerza juvenil y habilidad con el machete lo llevaban a cortar leña y repartirla entre los ancianos del lugar, quienes ya no podían con esas tareas.

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Ronnie Brunswijk entregando dinero a los rivales.

Ronnie Brunswijk entregando dinero a los rivales.

Pero a los 10 años un golpe de suerte le cambió la vida, porque un sacerdote católico lo eligió como alumno en una escuela pupilo, en donde además de estudiar descubrió algo que nunca había visto: la luz eléctrica. Y él, 50 años después, financió los tendidos de cables para que su lugar de origen resuelva aquella carencia y tenga por primera vez electricidad.

Conforme fue creciendo físicamente, fueron también creciendo sus deseos de progreso, incluyendo un paso en aquellos años jóvenes por el fútbol, aunque sin tanta relevancia. Pero Surinam vivía momentos complicados desde lo político, en especial a partir de 1975 cuando dejó de ser una colonia de Países Bajos, del que el pequeño territorio sudamericano heredó algunas culturas, gestos arquitectónicos y, en especial, el idioma oficial, el neerlandés. Un golpe de estado encabezado por el general Desiré Bouterse lo tuvo primero como simpatizante y luego en un rol mucho más activo: a los 19 años se enroló en el ejército, donde entre otras cosas fue paracaidista de elite entrenado en Cuba y más tarde nada menos que guardaespaldas del presidente.

Pero en poco tiempo su afecto hacia el dictador se desmoronó cuando supo que el general estaba mandando a asesinar a los opositores a su régimen y a oprimir a comunidades cimarronas (donde él pertenecía) que se manifestaban contra el gobierno militar. Entonces, surgió la otra faceta de Ronnie: desertó del ejército y se convirtió en guerrillero. En esos tiempos, un policía que respondía obviamente a Bouterse persiguió su rastro por todos lados: Chan Santokhi, actual presidente de Surinam y aliado en la coalición de gobierno de Brunswijk. Cosas de la política…

En la clandestinidad, explotó una mina de oro con la que, dice, se hizo millonario y comenzó a donar dinero a las poblaciones más pobres. Al tiempo fue atrapado aunque logró a escapar y se exilió en Europa, donde formó parte de la resistencia que comenzó a planear la caída de Bouterse. Y para ello necesitó dinero y conseguirlo le terminó valiendo la condena -que nunca cumplió efectivamente- por narcotráfico que hoy lo retiene en su país sin poder poner un pie del otro lado de la frontera. Pero al menos, desde su modo de ver, está en Surinam, adonde volvió en los años 80 y retomó su rol de guerrillero hasta derrocar al gobierno de facto.

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Desde entonces, sus finanzas no pararon de crecer y sus dádivas políticas lo convirtieron en un candidato populista que palió las necesidades básicas de los más necesitados. Así, ayudó a muchos refugiados de la guerra civil a recuperar sus hogares y a los más pobres, además de comida, los ayudó pagándoles los gastos de funerales, cuentas médicas o directamente facilitándoles una casa para vivir.

O como hizo con el fútbol: adquirió un club, le puso su nombre al estadio, le compró un auto a cada uno de sus jugadores y, cuando pudo, se dio el gusto de ponerse los pantalones cortos y entrar a jugar. A los 60 años y 128 días.

“Todo lo que tengo se lo doy a la gente, desde niño quise ayudar a los demás. Y ahora tengo la oportunidad de ayudar a todo el país”, aseguró el vicepresidente de Surinam, pero también exguerrillero, paracaidista de elite, empresario en la explotación de una mina de oro y narcotraficante. Ronnie Brunswijk, ahora, también, el jugador más veterano en la historia del fútbol.

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