La política de seguridad se ve jaqueada por el conflicto mapuche y la expansión de organización delictiva venezolana “El tren de Aragua”.
La ola de violencia delictiva que vive Chile desde hace ya un par de años, con hechos extremadamente violentos como asesinatos y secuestros, alarma a la población y pone en una encrucijada la política de seguridad del gobierno de centroizquierda de Gabriel Boric, que hace malabarismos para responder a las críticas de derecha, sin defraudar a su electorado.
El vaso se colmó el fin de semana pasado con el atroz asesinato de tres carabineros, acribillados a balazos y luego incinerados en la propia camioneta de la fuerza policial.
Pero la crisis viene desde hace un tiempo. A principios de marzo pasado ocurrió otro caso alto impacto: el crimen del refugiado político venezolano Ronald Ojeda, cuyo cuerpo fue hallado el 2 de marzo enterrado bajo cemento dentro de una valija. La fiscalía afirma que fue organizado desde Venezuela y que tuvo un móvil político.
En lo cotidiano se suceden episodios de violencia delictiva que Chile nunca tuvo. Con las bandas extranjeras, especialmente venezolanas y colombianas, llegaron los secuestros extorsivos, la expansión del tráfico de drogas y los asesinatos.
Preocupación social
La inseguridad es hoy la principal preocupación de los chilenos. Los resultados de la más reciente Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC) revela que el 90,6% de la población percibe un aumento en la delincuencia.
Felipe Harboe, especialista en temas de seguridad, afirmó en diálogo con France 24 que “durante los últimos años aparecieron fenómenos criminales nuevos con altos niveles de violencia que aumentó exponencialmente el temor de la población a ser víctima de homicidio por un simple robo”.
"Tenemos un grave problema, particularmente con los delitos más violentos. Hace diez años, solo 3 de cada 10 delitos eran violentos. Hoy nos estamos acercando a casi a la mitad. Cinco de cada 10 delitos son violentos", agregó Harboe.
Pía Greene, investigadora del Centro de Estudios en Seguridad Pública y Crimen Organizado de la Universidad San Sebastián, apunta que “en Chile el fenómeno criminal ha cambiado mucho en los últimos años. Hoy día ya no estamos frente a delincuencia común, estamos frente al crimen organizado transnacional”.
El sur, bajo el conflicto mapuche y robo forestal
El sur de Chile está atrapado por dos grandes problemas. Primero, el conflicto mapuche, que se extiende desde hace décadas. Segundo, las bandas criminales dedicadas al robo de madera, tráfico de drogas y de armas.
En cuanto al conflicto mapuche, es una disputa territorial en la Araucania y la región de Biobío entre el Estado, algunas comunidades indígenas y empresas forestales que viene desde el siglo pasado.
Hay una mayoría mapuche que reclama la devolución de sus tierras ancestrales en forma pacífica. Pero otros sectores lo hacen de manera violenta, con ataques incendiarios a maquinaria agrícola y propiedades, cortes de ruta y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, que ya dejaron varios muertos.
Han quemado bosques y camiones transportadores de madera, han atacado aserraderos y montado bloqueos de vías para obligar a las empresas forestales a abandonar la región.
Esto se vio agravado por las mafias locales que aprovechan la falta de presencia policial –pese al estado de excepción que rige en la zona- para invadir propiedades, robar madera en los aserraderos y venderla en forma ilegal. Las bandas también suelen secuestrar camiones completos de madera talada.
En esta práctica también caen miembros radicales de la comunidad mapuche que buscan así financiar sus objetivos políticos.
El escenario se completa con las nuevas bandas dedicadas al cultivo y tráfico de drogas, un delito que es cada vez más violento y voluminoso en términos monetarios.
El “Tren de Aragua”, en el norte
Las permeables fronteras de Chile facilitaron la entrada de actividades delictivas graves en el país, especialmente de la mano de la inmigración sudamericana.
El territorio chileno comparte límites con dos países que son grandes productores de cocaína y marihuana a nivel mundial, como Bolivia y Perú.
Históricamente Chile era un país de tránsito. La droga ingresaba desde esos dos países y también desde Colombia y Paraguay, para luego exportarla desde sus puertos a Europa o Australia.
Con el tiempo la situación cambió y ahora no sólo es de tránsito sino también de consumo interno de drogas, lo que trae consigo extrema violencia e inseguridad.
Los expertos señalan que las organizaciones criminales que entran desde el narcotráfico se van ampliando e instalando por el país, y una vez que tienen todas las redes logísticas instaladas, pueden escalar en otros delitos como la trata personas, el tráfico ilícito de migrantes, el tráfico de armas y el contrabando.
La Policía de Investigaciones (PDI) ha identificado aproximadamente ocho bandas criminales extranjeras que operan en el país. Pero la que más se destaca por su crueldad y expansión es el “Tren de Aragua”, de origen venezolano, que interviene principalmente en el norte del país.
El Tren de Aragua saltó a la fama como una pandilla cuya dirección operaba desde la prisión de Tocorón, en el estado venezolano de Aragua. Más tarde el grupo se expandió más allá de las fronteras de Venezuela, aprovechando el éxodo de migrantes que huían de la crisi económica del país a partir de la década de 2010.
Esta peligrosa banda se dedica al narcotráfico, tanto a pequeña como a mediana escala, así como al tráfico de personas y secuestros extorsivos.
Este peligroso combo delictivo está provocando en Chile un drástico aumento de la criminalidad y la inseguridad.
Te puede interesar...
Lo más leído
Dejá tu comentario