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El sublime bocado italiano que comenzó a conquistar el paladar neuquino

Luciano Maiolo, el creador de Cannoli e Altri, habló del emprendimiento familiar que sorprende con una propuesta única en la ciudad.

Un viaje de ida al que algunos se subieron y no pudieron más que repetir y recomendar. Un universo de placer signado por el equilibrio perfecto entre lo crocante y una cremosidad delicada que invita a perderse eternamente en cada bocado. Una verdadera bomba de sabor que promete marcar tendencia en la ciudad.

Mientras en Buenos Aires viene pegando fuerte, en Neuquén es toda una novedad. Con apenas dos meses de vida, los cannoli de Luciano Maiolo se convirtieron en una marca registrada. Aclamado por su círculo íntimo en los días en los que jugó a hacer una prueba piloto, el delicioso postre de origen italiano comenzó a ser solicitado cada vez por más personas. Se afianzó con las redes sociales y hoy ya cuenta con un coqueto espacio para salir a la cancha con todo, en Roca 576.

Aunque no lo parezca, detrás esa casa vidreada -cargada de plantas y flores- que hoy abre las puertas como la radiante fábrica Cannoli e Altri, está la inventiva y dedicación de un joven chef y el aliento de toda una familia que se convirtió en horas de planificación y trabajo para refaccionar profundamente un lugar venido a menos.

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Un posteo en Instagram, no podría describirlo mejor: "Después de un mes de pintura, lijas, cemento, enduido, muestras de colores y todo lo que se puedan imaginar de una obra, nos miramos, era un hecho: ¡¡Ya estamos para jugar!!".

La historia -en realidad- comenzó hace unos años, cuando luego de salir del secundario Luciano deambuló sin mucho convencimiento por la carrera de sistemas, hasta que decidió comprometerse con su real vocación: la cocina.

"Siempre me gustó, miraba todo el tiempo programas de cocina, leía sobre el tema, cocinaba con técnicas rudimentarias. Cuando egresé quería ir por ese camino, pero tenía miedo. Hay carreras en las que se piensa que sos un bohemio y no vas a tener una buena salida laboral. Mi familia nunca me dijo eso, ese temor era algo mío, yo lo tenía. El tema que cuando entré en computación me di cuenta que quería hacer algo que me guste, que me haga sentir bien", recordó.

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Después de animarse a derribar esos mitos, comenzó a estudiar gastronomía en Cocineros Patagónicos, cuyo programa de pasantías lo introdujo en el circuito laboral. Tras rotar por diferentes espacios y sumar experiencia en una casa de sushi durante cuatro años, el joven chef decidió hacer una pausa un tanto decepcionado por las condiciones laborales que ofrece el rubro "mal pago y precarizado".

"Me puse a trabajar en hotelería, en una empresa de departamentos temporales porque estaba un poco cansado. No de la gastronómica en sí, sino de cómo se maneja el rubro", aclaró. "Mi idea era armar algo mío, en forma independiente más adelante. Estuvimos un tiempo pensando con mi familia qué podría ser, qué podría ser innovador en Neuquén y se nos ocurrió armar una pastelería italiana enfocada en los cannoli, este postre de la región de Sicilia que está buenísimo porque además de ser algo diferente nos remite a ese país y a nuestras raíces. La mayoría de nosotros tenemos abuelos inmigrantes y nos moviliza un buen plato de fideos, una lasagna, un tiramisú. Es como que nos conmueve culturalmente. Y eso es lo que más me gusta de la gastronomía: causar una emoción con lo que uno prepara", planteó.

La primera vez que Luciano probó un cannoli fue en un evento familiar de la mano de su tía, quien también se dedica a la gastronomía. Sin embargo, fue el consejo de su papá - Nicolás- el que hizo que se metiera de lleno en la receta, probando diferentes métodos hasta dar con su propia versión.

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"En uno de sus viajes a Buenos Aires mi viejo vio que allá la gente estaba a pleno con los cannoli y me propuso la idea. A principios de octubre comencé a hacerlos en casa, mientras continuaba trabajando con los departamentos temporales. Producía los viernes para vender los sábados a conocidos. Todo muy básico y casero, pero tuvo muy buena respuesta, al punto que se hizo una cadena y me empezaron a encargar conocidos de conocidos", contó.

"Me acuerdo que arranqué con unos moldes más chicos porque acá no conseguía los que yo quería y los rellenaba con una crema de ricota con nueces. De a poco los fui mejorando y agregando rellenos", dijo sobre el "cañoncito" que, con su crocancia y ligereza, miente su cocción en aceite y hace perder apuestas a quienes imaginan su paso por el horno.

Mientras planifica ampliar la carta e incursionar con rellenos salados, hoy Luciano la rompe con los cannoli de crema pastelera (elaborada con una receta especial que potencia su suavidad), con pistachos en los extremos e hilos de chocolate.

También se destaca con los clásicos de ricota cremosa, nueces y azúcar impalpable; y su última creación: pastelera de chocolate y lluvia de cacao amargo.

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En los últimos días, además de inaugurar su local, el joven pastelero comenzó a ofrecer un kit para que sus clientes armen sus propios cannoli. La propuesta no solo tiene un costado lúdico, sino que busca evitar que la masa se humedezca si el momento elegido para deleitarse con el bocado se aleja bastante de la entrega del pedido.

Se trata de una caja con mangas cargadas con las cremas elegidas, los cañoncitos y los aderezos de azúcar impalpable, cacao, nueces o pistachos para completar en los extremos. "Siempre aclaramos como indicación que las mangas deben conservarse en frío y, de esa manera, duran cuatro días sin ningún problema. Lo bueno es que lo rellenas cuando lo vas a consumir y disfrutás la crocancia de la masa, la suavidad del relleno y podes tenerlo un par de días sin que pase nada", explicó. "Es ideal para disfrutar los domingos y los lunes que no abrimos, por ejemplo. La idea es que tanto el kit como los cannoli hechos, la gente haga pedidos por mensaje y luego los vengan a retirar", agregó.

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Aunque pasaron apenas más de dos meses, lo vivido por Luciano y su familia se siente como mucho más. "Todo fue muy rápido, todavía la gente nos está conociendo. Yo al principio no podía proyectar en mi cabeza el lugar porque estaba bastante dejado el local que alquilamos, pero confié a ciegas en mi papá. Le metimos plata, tiempo y esfuerzo para que sea lo mejor. Tengo la suerte de que mi familia me apoya en esto", sostuvo con gratitud Luciano.

"Me gustaría que el lugar se haga conocido en Neuquén, que crezca, y -quizás- al día de mañana armar franquicias. Eso sí, siempre manteniendo la calidad. El lugar se llama Cannoli e Altri (Cannoli y otros) porque la idea es armar otro tipo de productos con el tiempo", concluyó, anticipando nuevas delicias.

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