El festejo de esta fecha comenzó hace pocos años en Argentina y se extiende cada vez más entre los niños.
La celebración de Halloween en nuestro país, junto con el “Día de San Patricio” y el “Día de los Enamorados de San Valentín” comenzó hace no más de 20 años y al principio, dichas efemérides pasaron desapercibidas y cuestionadas sólo en ocasión por algunos sectores.
Es indudable que el proceso de colonización cultural se debe en gran parte a los medios masivos de comunicación, que a través del cine y sus películas, las series televisivas y la estética homogeneizadora imponen las modas en las redes sociales.
De pronto los chicos del barrio tocan a la puerta disfrazados de zombis, vampiros, brujas y calaveras pidiendo golosinas y amenazando con que, en caso de no recibirlas, se vengarán con una pequeña broma, a veces de mal gusto. Entonces el dueño de casa se preguntará qué es eso de “Dulce o Truco”, anhelando que este tipo de cosas ocurran en la época del carnaval y dentro de las travesuras de una “murguita” callejera como en sus buenos tiempos.
Los disfraces y la ambientación tienen su origen común en la “Noche de los Difuntos” que pasó de ser una efeméride religiosa a la parodia de la muerte como un show en el que asume la personalidad de cualquier personaje del género del terror.
La idea de disfrazarse es porque en la antigüedad se consideraba que era la hora en que reinaban los muertos y los espíritus de la noche se hacían presentes en el mundo de los vivos y de ese modo se podía pasar desapercibido” comenta Alejandra una joven que si bien no celebra la “Noche de Brujas” está muy al tanto de los detalles y pormenores que componen esta tradición.
El Halloween tiene sus antecedentes en la cultura del pueblo celta, ancestrales habitantes del extremo noroccidental del Europa, cuyos ritos agrícolas y sistema de cosmovisión, integrado a la interacción con la naturaleza, escapan a nuestra concepción actual de dioses y demonios. Las divinidades celtas no eran malvadas, ni benévolas, sino más bien con todas las características indómitas de las fuerzas naturales. La muerte para ellos no era el final de todo, sino la continuidad de un ciclo que la equiparaba con la vida. El mundo de los vivos y el de los muertos para los Celtas, corrían de forma paralela uniéndose en innumerables puntos de contacto, uno de los cuales era ciertamente la Noche de Halloween o la celebración de la fiesta de Samhain que marcaba el punto intermedio entre la mayor lejanía y cercanía del Sol con respecto a nuestro planeta.
La cultura Celta llega a nuestro país por un lado, gracias a un importante caudal de inmigrantes irlandeses, siendo el más ilustre de ellos el Almirante Guillermo Brown,- padre de la Armada Argentina- y por otra parte con los inmigrantes españoles de la región de Galicia que son quienes conservan entre sus tradiciones el más fuerte acervo de la raíz céltica en la península ibérica. Es en esa región en la que el Día de los Muertos, los deudos acuden al cementerio para invitar a sus difuntos, en forma ceremonial a acompañarlos a regresar a la casa por día, dejándoles un lugar vacío en el auto y un sitial desocupado en la mesa, ante la cual se presenta el plato favorito del difunto. Al término del almuerzo retornan al cementerio del mismo modo hasta el año siguiente. Una celebración similar es la que se mantiene vigente en México y en muchos otros países de Latinoamérica.
“Yo los mandaría de vuelta a la casa a esos chicos y que vuelvan el Día de la Tradición vestidos de gauchitos y chinas a pedir empanadas o pastelitos y en cuanto al truco…que aprendan a jugarlo a los naipes” dice Carlos, un criancero de la zona apegado a las costumbres criollas locales y a quién no le convencen estas nuevas costumbres.
Algunas versiones sobre del auge de Halloween en nuestra ciudad, remontan el origen de los festejos a las actividades de los Institutos de Inglés de la ciudad, que comenzaron haciéndolo con la finalidad de generar instancias de intercambio cultural. Es indudable que, aunque “La Noche de Brujas” tiene una profunda raigambre británica, llega a nuestro país vía Estados Unidos cuya industria cultural resignifico estás tradiciones convirtiéndolas en un producto de consumo, tal como lo hiciera con otras celebraciones tales como la pascua o la navidad.
La programación de los canales de televisión se satura de películas de terror, en especial de la aquellas que pertenecen al cine bizarro de bajo presupuesto, y del género humorístico en el que se remedan las historias de espanto y horror. Los negocios de cotillón exhiben en sus vidrieras ofertas de disfraces y accesorios, que los más pequeños consumen ávidos y los no tan pequeños también con la excusa de revivir una fiesta de disfraces como si se pudiera vivir un carnaval anticipado.
En las escuelas evangélicas se motiva a que los estudiantes a celebrar en esa noche el Festival de la Luz. En la página web “Octubrillante” se explica el origen esta alternativa, que es mucho más que una fiesta para que nuestros niños no celebren la muerte. "¡Es la fiesta de la vida!", explican en el sitio.
Es una alternativa evangelística y contracultural que viene desarrollándose con una visión de unidad desde el año 2012. “Para los satanistas y brujos esto no es un juego, al contrario, es la ceremonia más solemne del año. Ellos establecieron la noche del 31 de octubre como la noche de todos los demonios”, agregan.
La iglesia católica, y sobre todo en Irlanda debido al histórico proceso de sincretismo (la asimilación de la una cultura por otra dominante), no incorpora al calendario de las celebraciones esta fecha, se entiende que forma parte de la cultura popular que se apoya de algún modo a la observancia del “Día de los Fieles Difuntos”, teniendo presentes a quienes en esta vida alcanzaron la promesa de la eternidad y que de algún modo son rememorados como un aspecto afectivo del proceso de duelo y ausencia. Otros sectores más apegados a la ortodoxia canónica del catolicismo rechaza también de plano el Halloween del mismo modo que todo el arco de las iglesias de tipo protestante.
Esa noche, además proliferar las pijamadas, en cuyas rondas se cuentan las clásicas historias de terror, apuntándose con una linterna en la cara, los boliches proponen fiestas temáticas, algunas vidrieras incorporan una calabaza sonriendo cadavéricamente y los supermercados, ofrecen ofertas espeluznantes de golosinas, con envoltorios de arañas e insectos cuyo valor suele resultar quizás, lo más tétrico de esta parte del año.
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