¿Quién asesinó a la maestra Susana Ruminot?
Una paupérrima investigación policial, pruebas obtenidas en forma poco fiable y testigos desmemoriados condujeron a dos tribunales a absolver de culpa y cargo a los dos principales sospechosos. Centenario quedó conmocionado.
El mediodía del 21 de junio de 2002, la familia Ruminot encontró a Susana tirada en la cocina-comedor de su casa en el barrio Huemul de Centenario. Estaba maniatada con una media de lycra azul, amordazada y estrangulada con la correa de una cartera. Su hija, de casi tres años, se encontraba oculta y aterrada debajo de la cama de su habitación cubierta con una manta.
El crimen impactó a todo Centenario, a tal punto que, con el correr de los días, comenzaron a surgir denuncias y testimonios claves que permitieron detener a dos personas: Marisol González (29), más conocida como Sol, y Ricardo “Cataco” Vega Delgado (21).
La versión más fuerte fue la que indicaba que Sol había contratado a Cataco, a modo de sicario, para matara a Susana. El trato era seis mil pesos por adelantado y el resto una vez terminado el trabajo.
Lo cierto es que nada de esto pudo ser demostrado en los dos juicios que se realizaron donde, por unanimidad, fueron absueltos de culpa y cargo ambos imputados. La causa ya prescribió, pero ¿cuál fue la trama?, ¿qué pruebas surgieron?, ¿cómo se obtuvieron? Nos embarcamos en un laberinto de pesquisas para terminar cayendo por un tobogán de negligencias, única respuesta a la impunidad que padecen los Ruminot.
La trama es propia de una película de bajo presupuesto y muy bizarra por todas las irregularidades que van surgiendo. Ni al mejor cineasta de humor negro italiano se le habría ocurrido un guion tan absurdo y con tantos desatinos.
Más que una infidelidad
Susana tenía 26 años, era docente y daba clases en la escuela 13 de Centenario.
En cuanto a su vida personal, que es donde se centra para los investigadores y la familia el móvil del crimen, tenía una hija de casi tres años. Esa hija fue fruto de su relación con Claudio Flores con quien convivió varios años en la casa de la calle Leopoldo Lugones al 1500 del barrio Huemul en dicha localidad. La relación finalizó cuando Susana descubrió que su pareja estaba teniendo una aventura con Marisol González. Hasta ahí llegó el vínculo. Susana lo echó de la casa, tenía valores muy firmes y la infidelidad no la perdonaba. Flores salió de una casa y entró en otra, porque terminó conviviendo con Marisol que era estudiante de la carrera de docente en la localidad.
Con el paso del tiempo, el vínculo con Marisol se fue desgastando y Flores, que solía visitar a su hija, le dijo a Susana que pretendía terminar esa relación para reparar el daño causado y volver a estar con ella y la nena.
Marisol estaba obsesionada y celosa, por lo que comenzó a seguir a Flores porque sospechaba que veía con mayor frecuencia a Susana. Cuando lo comprobó, le confesó a Flores que estaba embarazada. El hombre no creyó, pensó que era un ardid de la mujer para retenerlo, por lo que agarró sus cosas y se fue. Le pidió a Susana si le podía guardar algunas cosas en la casa, pero ella se negó. Así que Flores alquiló una habitación en Neuquén donde dejó una cocina, un calefactor y un colchón. La negativa de Susana estaba vinculada a que todavía no consideraba retomar la relación, necesitaba más tiempo para saber y sentir que él había cambiado y, principalmente, para saber que podía volver a confiar en ese hombre que la engañó.
En ese tiempo, Marisol estaba bastante desquiciada y consta en el legajo que hubo amenazas tanto a Susana como a Flores. También es cierto que Marisol no había quedado en una buena posición tras la salida de Flores de la casa, porque estaba esperando un hijo, desocupada y solo se sostenía con un subsidio del estado.
Amenaza de muerte
La noche del 20 de junio, cerca de las 22, el papá de Susana, Sergio Ruminot, la había dejado a ella y la nena en la casa de la calle Leopoldo Lugones. La vivienda era humilde. Tenía toda la parte de adelante cercada con un alambrado, salvo el ingreso y el portón. La casa que estaba unos metros más atrás, era una prefabricada de madera, de dos habitaciones, baño y una cocina-comedor. En el fondo tenía un jardín y las tres medianeras estaban levantadas. De hecho, había un vecino que vivía al lado de su casa, atrás estaban construyendo y hacia el otro lado, un terreno que aún estaba en veremos.
Su padre, confió después, que estaba preocupado porque su hija le había contado que tenía miedo de las reacciones de Marisol González. Ella le había contado que Flores quería volver y que su actual pareja estaba muy molesta y los había amenazado.
Esa noche, poco minutos después de que llegó, sintió dos golpes fuertes. Susana pensó que era la nena, pero luego se asomó y una vecina de 9 años le dijo que habían sido unos muchachos. Ni bien ingresó a la casa sonó el teléfono y la voz de un hombre le advirtió: “Susana, estas dos piedras no son nada comparado con lo que te va a pasar esta noche, la concha de tu madre”, y colgaron. La mujer denunció las amenazas. En otras ocasiones solo escuchaba una respiración, pero esta vez había sido un mensaje contundente. La Policía tomó la denuncia y no montó ningún tipo de operativo ni incrementó los rondines en el barrio. Las denuncias de amenazas son una constante en las comisarías y lo que suele suceder, es que no se les da mayor trascendencia.
Lo cierto es que no se supo más nada esa noche. Al día siguiente, 21 de junio cerca del mediodía, la niñera llegó a la casa de Susana, golpeó y nadie salió a atender pese a la insistencia.
Lo irregular de la situación llevó a la joven, que cuidaba a la hija de la docente, hasta la casa de los padres de Susana para saber si hubo un cambio de planes y no le habían podido avisar. La madre de Susana, extrañada por la situación, le pidió a uno de sus hijos que fuera a ver qué pasaba con su hermana. Yul Kirek Ruminot salió de inmediato. Saltó el alambrado del frente porque la puerta estaba cerrada, pero luego se encontró con que la puerta de la casa estaba abierta. Cuando entró, se encontró con la escena del crimen donde su hermana yacía en el suelo muerta.
Las madres suelen tener esos presentimientos que son casi sobrenaturales. A los pocos minutos que Yul salió, ella dejó todo y fue para lo de su hija. Su corazón latía muy fuerte, su cabeza trataba de tranquilizarla, pero la sangre la llamaba por dentro. Cuando Yul le contó lo que vio, la mujer antes de perder cualquier contacto con la realidad preguntó por su nieta. Yul fue hasta la habitación y la encontró aterrorizada debajo de su cama y cubierta con una manta. Así había pasado toda la noche. La niña fue derecho a parar a los brazos de su abuela que puso pies de plomo para afrontar toda la tragedia.
De inmediato se dio aviso a la Policía y la casa quedó cercada para las pericias. La pequeña fue evaluada por una médica del hospital local y tras advertir que el evento vivido fue traumático, aconsejó llevarla en cualquier momento al hospital y ver a un especialista. Los padres de Susana, a partir de ahí, la recibieron en su casa y la criaron. El dolor puede adoptar muchas formas y hacer sucumbir a cualquiera, pero el coraje solo se demuestra estando de pie y luchando, que fue lo que hicieron los Ruminot.
El crimen
Personal forense y de Criminalística arribó a la escena del crimen para formalizar los peritajes de rigor, mientras tanto, afuera, parte de su familia acompañada por decenas de vecinos padecía cada uno de los ingresos y egresos de policías y peritos a la vivienda.
El cuerpo de Susana estaba en el suelo boca arriba, casi en el medio de la cocina-comedor, las manos las tenía atadas en la espalda. Había una serie de fotos de su hija y su ex, Flores, rodeando su cabeza.
Tras relevar la escena, los forenses trasladaron el cadáver al Cuerpo Médico Forense donde realizaron la autopsia. Se acreditó que primero fue reducida con un fuerte golpe en la cabeza. Fue con un elemento romo, podría ser un martillo, con el cual la dejaron totalmente indefensa. Ahí fue que le ataron las manos a la espalda con una media de varón de nylon azul realizando un nudo en ocho. Luego le pusieron en la boca un pedazo de goma espuma para que no pudiera gritar, quedando a la vista las marcas de amordazamiento.
Se encontraron distintos hematomas. En ambos brazos tenía golpes y marcas de sujeción, al igual que un golpe en el rostro con un elemento acintado que creen que es la correa de cuero de una cartera que fue la que utilizaron para estrangularla, de hecho, su rostro presentaba signos compatibles con la asfixia mecánica que esa fue la causa de muerte.
La data de muerte, de acuerdo al informe médico y unas llamadas de vecinos que sintieron ruidos extraños en la casa de Susana, se estableció pasada la medianoche, es decir en los primeros minutos del 21 de junio, pero el calvario duró entre 20 y 30 minutos.
En la escena del crimen se encontró un solo rastro del autor. Sobre una de las fotos que yacía en el suelo, en torno al cuerpo de Susana, había una media pisada que se había grabado en sangre. A la vista se trataba de un calzado tipo borceguí. En el resto del escenario no se encontró absolutamente nada que pudiera dar una pista clara sobre la autoría, ni siquiera se pudieron levantar huellas digitales de la correa con la que fue estrangulada. En el fondo encontraron que había un andamio del otro lado de la medianera y se sospechó que por ahí ingresó el autor. Además, la puerta trasera de la casa estaba sin llave.
En una extensión de denuncia, el papá, Sergio Ruminot, agregó que le faltaba un anillo de oro que generalmente tenía puesto Susana y una pañoleta que combinaba azul con gris.
Sospechosa
El primero en integrar la lista de sospechosos, como ocurre en casi todos los asesinatos de mujeres, fue el ex, Claudio Flores.
Hubo un antecedente que brindó la familia a las autoridades y que figura en la sentencia y en la casación, donde se da cuenta que Flores, si no volvía con Susana, quería recuperar la casa. El trasfondo de la pertenencia de la casa nunca se investigó, así como tampoco se supo si hubo ADN para confirmar la paternidad del hijo que llevaba Marisol en su vientre. Claudio Flores demostró que había estado la noche del crimen en Picún Leufú. Incluso, hubo un par de testigos que lo constataron.
La segunda sospechosa fue Marisol González. ¿Por qué? Porque la vio un policía en una obra en construcción que daba a la parte de atrás de la casa de Susana por donde se presumió que había ingresado el autor. El que la vio y con el que la mujer charló, además de ser policía, era vecino del lugar que al ver movimientos raros se asomó. Marisol le dijo que andaba buscando a su marido, por Flores, y que creía haberlo visto entrar a lo de Ruminot y como se había llevado algunos muebles suyos quería saber si era así. El policía, que fue uno de los únicos testigos que mantuvo su relato sin olvidar una coma, le dijo que fuera a golpear la puerta de la casa de Ruminot que era la mejor forma de verificar si estaba una persona. A esto Marisol, le pidió que la acompañe y el policía le dejó en claro que las cosas no funcionaban así, por lo que si tenía que denunciar algo o hacer alguna exposición fuera a la Comisaría Quinta.
De ahí, la mujer se fue a la Comisaría y pidió que la acompañaran a lo de Susana arguyendo la misma situación, incluso hizo mención a que Flores era violento y lo había denunciado en el Juzgado de Familia. Los policías le explicaron que no podían acompañarla y que para llevar a cabo dicha tarea necesitan una orden judicial. Marisol pasó a quedar bajo el radar de los investigadores, porque se la podía ubicar con un testimonio contundente a metros de la casa de Ruminot la noche en que la asesinaron. Pero luego surgieron otros testimonios que complicaron tanto la situación del Cataco como la de Marisol.
Testigos de oídas
Hubo tres testigos que denunciaron a Cataco y Marisol en distintos momentos.
Hubo uno que se presentó en la Comisaría Quinta, después del crimen y declaró que días antes había concurrido a un locutorio, que quedaba cerca de la casa de Cataco.
Y en la denuncia detalló textualmente que “concurrió a la cabina para poder conversar por teléfono con su hija de Neuquén, y ahí vio que esta mujer ingresaba a la cabina, pero no recuerdo cuál de ellas. Que cuando estaba en el locutorio, la chica hizo la comunicación telefónica, yo vi en el visor el número de teléfono al cual ella llamó, yo fui a otra cabina y en ese mismo momento marqué el número, y en eso la comunicación que tenía esta chica la podía escuchar, y me acuerdo que entre las cosas que hablaban la chica, le decía que qué pasaba que se estaban demorando tanto. Además, que pudo alcanzar a escuchar que esta chica hablaba con el Cataco, que también decía que ya tenía ‘el Filo’, donde el otro que hablaba, que supuestamente era el Cataco, le dijo sí, pero cuánto hay, y esta mujer le dijo que tenía seis mil, y lo otro después del trabajo. Bueno, esta bien, le contestó la otra persona, entonces vamos y ahí cortaron la llamada. También escuchó que la chica le comentó que estaba pasando mucho tiempo, que ya tenían que hacerlo”, reza la denuncia policial.
A esto se sumó otro testimonio de un supuesto amigo de Cataco, que el 25 de junio acudió a denunciar que el 21 del mismo mes, le había ido a contar que “se había mandado una cagada, que había ido a la casa de una maestra y la había matado”. Luego le mostró un anillo de oro que tenían como dos hojitas medias atravesadas. Además, le contó que “Marisol le había ofrecido un dinero para cometer el crimen, y que ella también estaba”.
Cataco, supuestamente muy estresado y arrepentido le confió a su hermano toda la trama del crimen de la maestra estando pasado de alcohol, pero como hay un impedimento legal, el artículo 35 del Código Penal que prohíbe denunciar a un familiar, su hermano no acudió a las autoridades. La historia era tan grande y tanta la convulsión social, que el secreto no lo pudo guardar y se lo contó a un amigo, a quien dicho artículo no alcanza, por lo que fue a denunciar lo que le contó el hermano del Cataco.
A esta altura, con el relato de los testigos, todo parece estar claro, pero se sorprenderá con lo que sigue.
Autoincriminación y juicios
El 25 de junio con una orden de allanamiento muy básica. La Policía montó un operativo para los medios, era tanta la presión social para que se esclareciera el caso, que con esos testimonios los investigadores y el juez creían tener en claro quiénes eran los posibles autores.
De hecho, ante la Policía, el Cataco se habría quebrado y revelado el crimen, con algunos detalles e inconsistencias. Que Marisol le hizo una propuesta económica, que estuvo durante el ataque y gritaba “matala, matala”. Luego, le dijo que revolviera todo para que parezca que fue un robo, mientras ella tiraba fotos de Flores y su hija alrededor del cuerpo de Susana, pero también dijo que Marisol solo estaba de campana.
Lo cierto es que la declaración que hizo ante la Policía, es nula porque no fue realizada delante de un juez. Además, después de esa supuesta revelación, el Cataco no volvió a abrir más la boca, tal vez, por recomendación de su abogado defensor.
Lo cierto es que Marisol González quedó con prisión preventiva, dictada a mediados de julio, por cómplice y Ricardo Vega Delgado como autor material del crimen.
Durante los primeros días del mes de diciembre de 2003 se realizó el primer juicio. Llegaron acusados de homicidio calificado en grado de partícipe necesario en el caso de Marisol y el Cataco con la misma figura, pero en grado de autor y robo simple. La sentencia se dictó el 18 de ese mes.
Todo hacía suponer que la Cámara en lo Criminal Segunda los condenaría, pero no. El Tribunal absolvió por unanimidad a Marisol González y a Vega Delgado de culpa y cargo, es decir que ni siquiera hubo dudas en los magistrados.
El fallo fue apelado. Y tanto fiscalía como querella recurrieron a casación.
El 30 de septiembre de 2004 el Tribunal Superior de Justicia, conformado por Arturo González Taboada, Marcelo Otharán y los subrogantes Alejandro Tomás Gavernet, Lorenzo Waldemar García e Isolina Osti de Esquivel calificaron de “vergonzosa” la resolución, por lo que se anuló el juicio y ordenó un nuevo debate que estaría a cargo de la Cámara en lo Criminal Primera.
“Ahora, vuelvo a creer en la Justicia neuquina. Con esta decisión creo que Neuquén zafó de convertirse en Santiago del Estero, zafó de la impunidad. Hoy me siento orgulloso de ser neuquino”, dijo Sergio Ruminot tras la resolución del TSJ.
El segundo juicio se realizó entre junio y julio de 2006 y el 17 de julio el tribunal integrado por Luis María Fernández, Carlos Manuel Sierra y Héctor Dedominichi, fallaron de la misma forma que lo había hecho el anterior, absolviendo de culpa y cargo a Marisol y al Cataco.
La burocracia judicial siguió traccionando para que se reviera este nuevo fallo y finalmente hubiera justicia por el crimen de Susana. Para resolver si el TSJ casaba o no el fallo, el Tribunal estuvo integrado, en ese entonces, por Ricardo Kohon, Felipe Cía y los subrogantes Fernando Ghisini, Marcelo Medori y Héctor Rimaro.
El 30 de octubre de 2008, se produjo el rechazo por tres votos a dos. El mismo estuvo fundado en los argumentos que supo dar en juicio el defensor oficial Gustavo Vitale y que tenía que ver con las ilegalidades del proceso, que las pruebas reunidas no eran categóricas sin contar el papelón que hicieron los testigos claves que perdieron la memoria en el estrado.
Además, de que no se puede juzgar dos veces a una persona por un mismo hecho y el tiempo que ya había pasado.
“Sin hacer líos y en forma civilizada, pedí justicia y nunca obtuve resultados. No sé qué decirle a las personas que pasan por lo mismo, porque yo siento que perdí tiempo, dinero y gané muchas frustraciones. Ojalá que no me pase nada igual, pero nunca más vuelvo a recurrir a la Justicia", remató ese día ante los medios Sergio Ruminot.
La hora de las pruebas
En la actualidad, pocos policías y fiscales se animarían a relevar una prueba de la forma que se hizo en ese entonces, lo que hace suponer que tanto la Justicia como la Policía avanzan y se perfeccionan.
Arranquemos con la orden de allanamiento que terminó con la detención del Cataco.
El defensor Vitale dijo y quedó asentado en la sentencia: “Fue privado de su libertad, en ese momento ¡Vaya saber a titulo de qué facultades atribuidas por la autoridad policial!, ya que en la orden no se mencionaba su privación de la libertad, dejándose constancia en el acta que se procedió ‘a trasladar a Ricardo Jonathan Vega Delgado al asiento de la Comisaría Quinta a efectos de los trámites pertinentes’, ¿cuáles eran esos trámites pertinentes? No se mencionan en el acta respectiva”.
Incluso los investigadores que conocían la ampliación de denuncia del padre de Susana, sabían lo del anillo y la pañoleta, pero tampoco figura en la orden de allanamiento lo que tenían que buscar, por lo que solo se limitaron a tratar de encontrar prendas de vestir manchadas de sangre y secuestraron un gorro de Boca.
Se supo después que la niña, de casi tres años, solo pudo decir que la persona que atacó a su mamá parecía un duende o un lobo, lo que llevó a suponer que usaba un gorro, pero nunca la pequeña describió colores. Por lo que, en el juicio, la prueba del gorro se cayó y se comprobó que la detención del Cataco fue ilegal.
Ni bien llegó el Cataco a la Comisaría Quinta, ese 25 de junio de 2002, todo era un revuelo. Había prensa afuera y adentro, familiares de la víctima, vecinos y un clima de linchamiento más que notorio.
En la cocina hicieron que Vega Delgado dejara sus pertenencias, como también el cinturón del pantalón y los cordones de la zapatilla, todas medidas de seguridad para que no se ahorque en la celda, básicamente.
Pero en vez de decirle que deje los objetos en la mesa, que sería lo normal, además que tienen una altura que hace más visible las cosas, se los hicieron dejar en el suelo.
Luego, uno de los policías, de dicha dependencia, contó en juicio, que ni siquiera lo alcanzaron a meter a un calabozo, sino que se lo subió a un vehículo de traslado y se lo llevó a Neuquén. Tampoco se hizo un acta de secuestro de sus pertenencias. Todo fue a las apuradas y totalmente irregular.
Acá viene la polémica del anillo, que surge por una foto que publica este diario. En dicha imagen se observa que el Cataco es sacado de su casa esposado y en su mano izquierda lleva un anillo que después arguyeron que era el anillo de Susana. Dicho anillo no estaba entre las cosas secuestradas, pero apareció misteriosamente mientras una empleada de mantenimiento limpiaba la cocina de la Comisaría. Pasando el lampazo por abajo del calefón salió a la luz el bendito anillo que no había sido buscado en la casa del detenido, que no advirtieron a la hora de la requisa que lo tenía puesto y que finalmente estaba abajo del calefón.
Los jueces declararon la “inadmisibilidad de incorporar al procedimiento los elementos de prueba -desfavorables para el imputado- obtenidos ilegítimamente”.
Es decir, si la detención fue ilegal, tiñó todo el procedimiento, incluso la extraña aparición del anillo debajo del calefón que se intuyó que fue plantado por la propia policía.
Ahora, se suma la pañoleta, que fue secuestrada en un segundo allanamiento a la casa de Cataco, con una orden legal. Lo cierto es que la misma fue encontrada prácticamente abierta por completo y tendida en una cama. Lo que resulta un poco extraño, que una persona que supuestamente ha matado tenga una pertenencia de la víctima a la vista de todos, pero que en el primer allanamiento ningún policía la vio, siendo que los oficiales de investigaciones sabían de ese faltante. Además, el Cataco estaba detenido cuando allanaron por segunda vez. La pañoleta corrió la misma suerte que el anillo, terminó excluida como prueba y con tufillo a plantada.
Tampoco la huella en la foto pudo comprobarse que fuera del borceguí de Vega Delgado, incluso habiendo logrado obtener hasta seis puntos de comparación que le daban positivo no se pudo avanzar más allá por lo que se tuvo que descartar.
Lo que sí demostraron los pesquisas fue el vínculo del Cataco y Marisol. Secuestraron a Vega Delgado una tarjeta de colectivo que tenía anotado el nombre de Marisol, su teléfono fijo y celular. Además, encontraron un ticket de una comunicación telefónica a la casa de Ruminot que realizó desde un locutorio el 20 de junio a las 20:40 y duró 111 segundos, casi dos minutos.
Ese ticket quisieron vincularlo con la llamada de amenaza que recibió Susana a las 22:03, a lo que Vitale explicó que no coincidía el horario que había denunciado la víctima que contó que inmediatamente terminaron de amenazarla, colgaron.
Vitale reprodujo las palabras de la amenaza: “Susana, estas dos piedras no son nada comparado con lo que te va a pasar esta noche, concha de tu madre…”.
Luego, estimó que cuánto se puede tardar en decir dicha frase y cortar unos 12 segundos como mucho. Por lo cual quedó desacreditada la amenaza con ese ticket del locutorio.
¿El Cataco había llamado? Sí, a las 20:40 y hasta se supone que sostuvo una conversación porque fueron casi dos minutos y lo que se puede hablar en ese tiempo es bastante, sino haga el ejercicio de cronometrarse hablando frente al espejo durante dos minutos.
Testigos desmemoriados
En ambos juicios, los testigos que complicaron a los dos detenidos, sufrieron severos problemas de memoria a tal punto que les tuvieron que leer por completo sus denuncias. Pero también hubo policías que no recordaban ni lo que habían visto en el allanamiento ni durante la requisa en la cocina. La pérdida de memoria fue un síndrome muy importante en el caso Ruminot.
Por lo general en un juicio, cuando hay un dato contradictorio en la declaración de un testigo se puede recurrir a la denuncia original, que está en los expedientes que permanecen a mano, para que ratifique o rectifique sus dichos o para poner en evidencia la contradicción. Dependiendo de la carta que quiera hacer jugar cada una de las partes.
Pero en este caso, los testigos no recordaban datos clave que habían brindado en sede policial, teniendo en cuenta que fue un caso de alto impacto, por tratarse de un homicidio a pedido. Semejante dato es sumamente relevante y no se pierde la memoria de dicha experiencia en dos años o cuatro, que fue cuando se desarrollaron los juicios.
Incluso, uno de los testigos clave llegó a decir en juicio que no recordaba haber declarado en comisaría. Cuando le mostraron el texto y la firma de abajo, se limitó a señalar “esa es mi firma y si está ahí escrito lo debo haber dicho”.
Más allá de lo que parece un papelón, surge la hipótesis de un apriete a los testigos, la pregunta es ¿de parte de quién?
Tanto el Cataco como Marisol eran dos personas de escasos recursos. Incluso, si los hubiesen condenado, quedaban en evidencia las limitaciones que tenían para trazar un plan. Porque si se contrata a un sicario, no se acude a la escena del crimen a corroborar que se cumpla el trabajo, es ridículo. En tanto, el sicario no se queda con ninguna pertenencia de la víctima, el fin último de dicho trabajo es el dinero y no aceptan nada que los vincule al caso. Pero bueno, también hay que entender que todo era Made in Centenario.
En la segunda sentencia absolutoria, los jueces citan a Erich Döringh, un penalista que tiene un libro “La prueba, su práctica y apreciación”, en el que asevera: “Cuantas más inexactitudes se hayan comprobado y cuánto más pongan estas en duda la confiabilidad general del testigo, tanto menos podrá confiarse en su relato conjunto”. Calcado fue lo que experimentaron los magistrados que absolvieron de culpa y cargo a Marisol y el Cataco.
¿Y quién mató a Susana?
En el recorrido inicial de la historia, todo parecía claro. Marisol y el Cataco la asesinaron, tal vez fue así, pero las torpezas de la Policía y el intento de acomodar los elementos por parte de la justicia para armar un relato criminal careció de toda legalidad y credibilidad.
A Susana Ruminot la asesinaron de manera cruenta. Su causa no solo prescribió, sino que quedó impune y va a cumplir 20 años el próximo 21 de junio.
De los dos imputados solo se puede dejar en claro que la justicia los declaró en dos ocasiones absueltos de culpa y cargo, pero la sombra de la sospecha los perseguirá de por vida.
Los Ruminot tendrán de por vida el sabor amargo en boca que deja la impunidad. Mientras que la pequeña, que ya debe estar en los 24 o 25 años, seguramente sigue buscando en sus recuerdos la cara del duende o el lobo que le arrebató a su madre.
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