La foto que se sacaron el titular de AFA con el vocero presidencial y la secretaria general de la presidencia se dio en la presentación de la sede para el Mundial 2030.
Claudio Tapia se sacó una foto que puede significar un antes y un después para el fútbol argentino. Las camisetas que les regaló a Manuel Adorni y Karina Milei con el número 2030 para celebrar la realización del Mundial, que comenzará en Argentina, tienen un peso simbólico muy fuerte en la trastienda de una disputa que viene encarnizada.
De un lado, el Chiqui se puso desde el año pasado a la cabeza de la defensa de los clubes como Asociaciones Civiles, mientras que Javier Milei tiene la introducción de las Sociedades Anónimas Deportivas como una de sus banderas.
La campaña presidencial y puntualmente el balotaje entre Milei y Sergio Massa estuvo teñida con esa discusión. Los dirigentes de fútbol se manifestaron a favor del candidato peronista, que después perdió la disputa electoral decisiva por 12 puntos.
Karina y Adorni son dos de las figuras más fuertes que tiene el oficialismo. De hecho, el vocero presidencial podría dejar su cargo para ser candidato en las elecciones de medio término del año que viene por lo bien que mide en las encuestas que realiza el gobierno.
El vínculo, que por lo menos en términos públicos es flamante, no hace más que ratificar algo que Tapia ha demostrado durante toda su gestión. A él le interesa el poder y está dispuesto a todo para construirlo.
De hecho, en AFA hay clubes que son manejados como empresas y como en todo el mundo tienen resultados dispares. Es el caso de Cristian Bragarnik en Defensa y Justicia, Víctor Stinfale y la marca Speed en Deportivo Riestra y el propio Barracas Central, que parece más una casa de la familia del Chiqui que un club de primera división. Algunas experiencias andan bien como la del Halcón y otras son un papelón.
Las ayudas arbitrales con las que los clubes amigos del poder ascienden en las categorías de ascenso, como el caso de Sarmiento de La Banda, demuestran que las formas le importan poco a Tapia y compañía, más allá de que tanto él como su mano derecha, Pablo Toviggino, digan siempre "No a las SAD".
La Liga Profesional y sus enormes diferencias con el Brasileirao
La última fecha de la Liga Profesional de Fútbol (LPF) se disputará este fin de semana y se definirá al campeón, que podría ser Vélez, Talleres de Córdoba o Huracán.
La pelea por el título promete ser apasionante y también habrá suspenso hasta último momento por la lucha entre Huracán y Boca por clasificar a la Copa Libertadores, mientras que un par de equipos más intentarán entrar a la Copa Sudamericana.
Sin embargo, debido a la quita de descensos para ampliar la cantidad de participantes de 28 a 30, hay una enorme cantidad de equipos que hace semanas no juegan por absolutamente nada.
Esto se vio reflejado en palabras del director técnico de Tigre, Sebastián Domínguez: “No hemos podido volver desde la quita de descensos. La concentración no es la misma y la convicción para afrontar los partidos con ese ímpetu que teníamos no aparece”.
El único equipo de ese lote que marcó la diferencia y pudo competir por algo fue Central Córdoba de Santiago del Estero, que se clasificó a la Copa Libertadores tras ganar la Copa Argentina.
Otro aspecto que genera preocupación es la decadencia en el nivel del fútbol argentino, ya que la cantidad de equipos en la Primera División hace que muchos no tengan un nivel aceptable para la máxima competencia y que todo se nivele para abajo.
El ejemplo más claro para corroborar esto es el Brasileirao, donde todos los equipos pelearon por algo en las últimas fechas. Botafogo y Palmeiras por el título, otros tantos por clasificar a la Copa Libertadores e incluso el Athletico Paranaense, que terminó descendiendo, tuvo chances de entrar a la Copa Sudamericana hasta la última fecha.
Los resultados son más que evidentes. Más allá del poderío económico que tienen, los equipos brasileros llevan seis años consecutivos ganando la Copa Libertadores.
¿La fórmula? Nada de magia. Una liga de 20 equipos con formato ida y vuelta, es decir 38 fechas, en la que seis (esta vez siete por el cupo extra de Botafogo) clasifican a la Libertadores, otros seis a la Sudamericana y cuatro descienden.
Exactamente todo lo contrario a lo que ocurre en la Argentina, que tiene cada vez a más equipos en la Primera División, se eliminan los descensos en el medio del torneo y en el que nadie sabe aún por qué se juega un semestre la Copa de la Liga y otro la Liga Profesional, ni en qué orden se llevarán a cabo.
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