¿Membrillo o batata?: a cuánto se consiguen los pastelitos en las panaderías de Cipolletti

En cada rincón del país, las fechas patrias no solo se celebran con actos escolares, escarapelas y banderas. También se viven con sabor. El 25 de mayo, como el 9 de julio, es sinónimo de comidas tradicionales, de esos platos que remiten a la historia, a la infancia y a la cocina familiar. Y entre ellos, uno de los clásicos indiscutibles son lospastelitos: masa hojaldrada, frita y crocante, rellena de dulce de membrillo o batata. La eterna disputa nacional.

En una recorrida realizada por LMCipolletti por algunas de las tantas panaderías de la ciudad, la postal fue clara: los pastelitos son protagonistas en las vitrinas, y a pocos días del 25 de mayo, la demanda se disparó.

“Nosotros tenemos pastelitos todo el año”, contó Lucila, de la panadería La Nacional, donde la producción se realiza en una fábrica local en Cipolletti. “Este viernes tuvimos un pico de ventas, reponemos constantemente porque se venden mucho”, detalló. En el local, el más pedido es el de membrillo, que se ofrece a $1.500 la unidad.

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Lucila de panadería La Nacional sobre calles Yrigoyen y Sarmiento, venden todas las semanas pastelitos producidos en el día.

Alejo Maimo

La elección del relleno, sin embargo, no genera una grieta irremontable. Si bien el dulce de membrillo parece ser el favorito en varios locales, en otros la demanda se reparte por igual. En panadería Valen, Mariane destacó que esta semana fue un verdadero éxito: “Nos quedamos sin stock, pero vamos a reponer por la tarde. Acá se venden parejo los dos sabores”, aseguró. En este local, el pastelito se vende a $2.500.

El entusiasmo por la tradición también se percibe en Tentaciones, con tres sucursales en la ciudad. “Cada fecha patria es un boom para nosotros. Esta semana fue un éxito”, afirmaron desde la panadería, donde también señalaron que el de membrillo encabeza las ventas. El precio por unidad es de $1.800.

En La Vieja, una panadería clásica del centro cipoleño, las vendedoras coincidieron: el membrillo es el sabor más elegido, aunque reconocieron que las ventas de esta semana fueron normales, sin grandes sobresaltos. Allí, el pastelito cuesta $2.000.

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Mariane, de pastelería Valen sobre calle Naciones Unidas celebró la venta total de pastelitos, proyectando reposición para el resto del fin de semana.

Alejo Maimo

El circuito no termina ahí. Al momento de la recorrida, tanto en panadería Del Valle como en Estación Margus, los pastelitos se habían agotado. En Margus, se esperaba una reposición por la tarde ante la alta demanda.

La tradición, la nostalgia y el sabor se combinan en cada bocado. Para muchos, los pastelitos remiten a las mesas de las abuelas, a las escuelas decoradas y a los actos patrios. Hoy, se siguen eligiendo no solo por su valor simbólico, sino también por el gusto auténtico que ofrecen.

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Panadería La Vieja, parte de la historia cipoleña ubicada sobre calle San Martín, con ventas normales esta semana.

Alejo Maimo

¿Membrillo o batata?

La pregunta que divide, pero también hermana. “Hay clientes que vienen especialmente por uno u otro, pero la mayoría termina llevando de ambos”, comentó una empleada de Tentaciones con una sonrisa. Porque en definitiva, más allá del relleno, el pastelito sigue siendo ese gesto dulce con el que los argentinos honran su historia y su identidad.

Pero no todo queda en manos de las panaderías. Estas fechas también representan una oportunidad para emprendedores, familias y hasta instituciones que encuentran en los pastelitos una forma de generar ingresos o recaudar fondos. Muchos de ellos organizan ventas especiales por el 25 de mayo y ofrecen el tradicional panificado frito a través de redes sociales, donde por estas horas abundan los anuncios y publicaciones tentadoras.

Los precios suelen ser similares a los de las panaderías, y la modalidad de venta, por encargue o delivery, permite que la tradición llegue a cada casa, hecha en horno propio o frita en sartén familiar. Porque en definitiva, más allá del punto de venta, lo que importa es el sabor y el gesto compartido de celebrar la historia con algo rico en la mesa.