El clima en Neuquén

icon
33° Temp
22% Hum
La Mañana Javier Milei

Cómo es la vida en el hotel donde arma su gobierno el nuevo presidente Javier Milei

El futuro mandatario se hospeda allí desde las PASO y es su centro de operaciones. Cientos de personas visitan el lugar todos los días.

Un día antes de embarcar mi vuelo a Buenos Aires, para la presentación de la guía Michelin, todo bajo secreto estricto, me comunicaron que iba a hospedarme en el Libertador Hotel, el mismo donde tiene residencia y arma su gobierno el presidente electo Javier Milei.

Desde las PASO, el líder de La Libertad Avanza se aloja allí, y tras su victoria en el balotaje se volvió el centro de reuniones para el armado del gobierno que asumirá el 10 de diciembre.

Llegué un viernes a la mañana desde Neuquén abrigado a una Buenos Aires caliente de 30 grados. El chofer que me buscó en Aeroparque me anticipó que la esquina de Avenida Cordoba al 600 era un hervidero de gente. Lo comprobé apenas nos acercamos.

Estacionamos en doble fila, mientras las cámaras, los cronistas, la policía, los empleados del hotel y curiosos formaban una postal digna de los años ‘90. Intenté ingresar por la puerta giratoria pero estaba clausurada con un cono y una faja. Muchos hombres de traje hablaban por teléfono. Pregunté por la entrada a alguien que no me prestó mucha atención, y un señor de unos 80 años, también de traje, me señaló con un dedo, sin decir nada, una puerta a la izquierda de la giratoria, dorada cromada, con vidrios gruesos oscuros, pesada.

Empuje con una mano mientras con la otra sostenía mi valija. Un guardia me frena en seco y me dijo que no podía entrar, le expliqué que me alojaba esa noche ahí, chequeó una lista con las reservas y me dejó pasar al lobby del hotel.

hotel libertador.jpg

Una vez dentro del Libertador la foto cambió por completo. El ambiente estaba tranquilo, si bien la atmósfera era la de un hotel silencioso, había destellos que alteraban la naturaleza del sitio: guardias con handy, pequeñas reuniones de gente que entraba y salía en cualquier parte, mozos con bandejas que se perdían a través de unos escalones al costado de la barra del bar.

A través de los vidrios polarizados del hotel y las cortinas pude ver toda la escena de afuera desde otro plano realmente impactante. Una guardia periodística con un sol que rajaba la tierra bancaba los trapos a la espera de que alguien les tire algo o salga algún personaje.

Me acerqué a un mostrador para registrarme y hacer el check in. El conserje me dice que no me entregan la habitación hasta las 15, que puedo registrarme, dejar las cosas, darme una vuelta por Buenos Aires y volver. Son las 10:30 y solo deseo dejar el equipaje y ponerme ropa más cómoda y veraniega. Le pregunté dónde podía cambiarme y me recomienda con la mano que haga un par de metros pasando los ascensores del lobby, suba una rampa, luego unos escalones y busque tres puertas. Me dice que entre a la que tiene el cartel para personas discapacitadas, que es más cómodo, tiene mesa rebatible y voy a estar tranquilo, sin apuro.

Le agradezco, termino el tramite de registro de habitación, tarjeta de crédito, firma y me voy hacia el baño con mi equipaje y todo el calor del mundo encima.

Entro al baño, está impecable. Trabo la puerta. Cuando terminó y estoy apunto de salir para hacer tiempo hasta las 15, escucho detrás de la puerta una voz inconfundible riéndose y hablando alto y cerca. Es Javier Milei.

Una cosa es saber que el próximo presidente transcurre su tiempo, entra y sale, duerme y mantiene reuniones en el mismo hotel donde te toca dormir y otra cosa diferente es saber que está ahí, detrás de la puerta por la que vas a salir.

Abro la puerta, salgo del baño y Milei está ahí, en persona, con su campera negra, su buzo azul, despeinado y unas carpetas en la mano. Está riendo y hablando con una persona que lo acompaña a una especie de mini lobby previo a una sala de reuniones. El presidente electo apenas me mira cuando aparezco en escena, me clava los ojos, devuelvo esa mirada, la sostengo. Veo que escanea mi equipaje y vuelve a mirarme, yo también lo observo y luego una mujer aparece en escena, lo abraza, él la mira: “¿Qué haces acá?”, le dice y ella responde con un contundente “vine a saludar al presidente”.

Automáticamente retomo el camino, vuelvo esos metros hasta el conserje con mi equipaje, se lo dejo (mochila y carry on), me da unos tickets y me quedó tildado. El empleado del hotel me mira y pregunta: ¿Lo viste? “Si”, contesto mientras detrás entra y sale gente, alguien recibe por la puerta cromada a las personas y va anotando en una lista, también observo personajes protagonistas de la campaña de Milei, que tomaron trascendencia en los últimos meses tensos, discutiendo entre ellos.

Agradezco al conserje y salgo a la calle. Afuera el cachetazo del calor te anticipa la jornada, mientras cronistas, fotógrafos, policías, personal de seguridad, turistas y periodistas copan la esquina más observada del país.

Regreso al hotel a las 15 a tomar posesión de mi habitación. La situación afuera es similar a la de la mañana y dentro sigue entrando gente y siguen anotando en una lista. Dos muchachos que no superan los 25 años con atuendos informales y notebooks con funda en las manos tienen prioridad en esa lista. Ingresan y alguien los va a buscar y se pierden por la zona donde horas antes tuve mi encuentro con Milei.

Los mozos siguen pasando con bandejas de café y agua. La seguridad murmura y observa a todos los que estamos ahí. La calma tensa se mantiene.

WhatsApp Image 2023-12-02 at 12.21.29.jpeg

Me buscan a las 18, junto a otras personas, nos llevan a la ceremonia de entrega de estrellas Michelin. Cuando regresamos, cerca de medianoche, la situación es completamente opuesta a la de la mañana. Me preparo para salir nuevamente, son casi las 24, pido un Uber y salgo de mi habitación en el piso 11. Llamo al ascensor, llega, las puertas se abren, entro, las puertas se cierran y el ascensor no baja, sube.

Se frena en el piso 18, las puertas se abren y entran dos mujeres, una de ellas es rubia, su cara me resulta familiar, es Karina Milei. Lleva en la mano una bolsa, que podría se de una tienda de ropa o de alfajores o de algo por el estilo. Mientras bajamos, quien la acompaña le dice que el pelo le quedó mejor, que en la tele se pudo ver que lo tenía lindo.

karina milei.jpg
Karina Milei en el Libertador Hotel. Fotos Télam

Karina Milei en el Libertador Hotel. Fotos Télam

“Volví a mi color original, me lo dejó como antes”, contesta Karina. Ambas giran y me miran como si yo hubiese dicho algo o emitido algún sonido o algo. Lo único que me sale es decir que como tanta gente los peluqueros tienen sus días (una idiotez que no revela ni aporta nada). Sin sacarme los ojos de encima, la hermana Milei comenta que "por suerte agarré en un buen día al mio, si no me deja morocha”. Hay risas, tímidas.

La puerta del ascensor se abre, llegamos a recepción, me quedo en el lobby esperando al Uber que está a dos minutos. Karina se acerca al conserje y le dice algo de la puerta de la escalera de incendios y al toque regresa al ascensor con un guardia, su asistente y la bolsa en su mano.

Afuera aún la guardia periodística se mantiene, me subo al coche y me voy repasando las situaciones de ese viernes. A la mañana siguiente, nuevamente la prensa está instalada en las afueras del hotel, dentro del mismo se arma el gabinete, entra y sale gente mientras se cocina a fuego lento el destino del país.

Te puede interesar...

Lo más leído

Leé más

Noticias relacionadas

Dejá tu comentario