¿Qué busca Macri? Entre darle el botón de la gestión a Milei y el peligro de perder el PRO por su porteñocentrismo
Tomó por primera vez las riendas PRO. Sin Larreta en la cancha y distanciado de Bullrich, se mantiene agazapado y rearma el partido.
Para el próximo 25 de mayo Mauricio Macri ya tiene reservada una silla en Córdoba, la provincia que le dio una de las últimas alegrías electorales de su carrera política. Con cautela, y sin levantar mucho la perdiz, el expresidente cree que Javier Milei todavía tiene tiempo para firmar el Pacto de Mayo con los gobernadores que convocó hace 35 días, ante la última Asamblea Legislativa.
El magnate no llegará desnudo para esa fecha. Si el pacto se concreta, Macri estará enfundado en el traje de presidente del PRO y buscará su lugar en una foto que, al menos por ahora, no tiene garantizada la presencia de todos los mandatarios provinciales. Para ese momento todavía falta poco más de un mes.
El tiempo corre y la Casa Rosada avanza lentamente, con resultado dispar, para acordar la etapa previa que Milei reclamó como requisito indispensable el 1° de marzo. Ante la Asamblea Legislativa, el presidente pidió la aprobación de la nueva versión de la ley ómnibus, aunque el borrador sigue en veremos y recién podría ingresar al Congreso dentro de una semana. No es un tema que desvele a Macri. Dicen que ya hizo lo posible para garantizarle el máximo apoyo parlamentario, incluso a pesar de los desplantes que afrontó durante las negociaciones de diciembre, cuando intentó que la presidencia de la Cámara de Diputados quedara en manos de Cristian Ritondo. Milei eligió, por sugerencia de su hermana Karina, al diputado Martín Menem y le dejó claro al expresidente que el gobierno de La Libertad Avanza no era su "segundo tiempo".
Macri, la relación con Bullrich y Milei
La caída del plan para quedarse con la conducción de la Cámara Baja no se explica solamente en la resistencia del entorno de Milei para limitar la influencia de Macri. El tiro de gracia se lo dio Patricia Bullrich, cuando aceptó la propuesta de Guillermo Francos para sumarla al gabinete como ministra de Seguridad y sin la intervención del expresidente para no empoderarlo como pretendía. La movida incluyó a Luis Petri al frente del Ministerio de Defensa y, sin el pacto que Macri pretendía, la fórmula presidencial de Juntos por el Cambio quedó adentro del gabinete.
Los dos excandidatos cobraron sus dividendos de poder, luego de aportarle a Milei el 80% de los votos que habían obtenido en la primera vuelta del 22 de octubre, cuando Bullrich soportó la derrota y recibió por última vez un abrazo de Macri. El efecto del gesto duró muy poco, porque pocas horas después de consolarla arriba del escenario, el expresidente fue el primer dirigente de JxC en felicitar a Milei por una victoria que implicó el fin formal de la coalición opositora.
Desde entonces el vínculo entre Macri y Bullrich quedó roto. La interna del PRO fue el único espacio donde pudieron dirimir sus diferencias, porque el expresidente no logra incidir en los rumbos del gobierno y mucho menos en la dinámica del gabinete. Ese lugar comenzó a ocuparlo Patricia, desde que decidió demostrarle (por última vez) a Macri que no es su jefe. Para eso ella se empeñó en dejarle claro que tampoco es el dueño del PRO.
El 10 de diciembre juró como jefa de la cartera de Seguridad y se quedó como presidenta del PRO hasta el 19 de marzo. Primero soportó el pedido de expulsión que le plantearon algunos dirigentes impulsados por Macri. La cuestionaron por sumarse al gobierno de otra fuerza política sin respaldo partidario. La bronca interna no escaló y le dio el tiempo suficiente para morder el liderazgo que el expresidente estaba construyendo al frente del partido que fundó hace dos décadas. El PRO nunca lo tuvo como presidente, pero sus dirigentes siempre lo trataron como el dueño.
Cerca del magnate minimizan la última movida de Bullrich para marcarle la cancha en la interna del partido amarillo. En las oficinas que tiene en Olivos, recuerdan que 10 días antes de la fecha límite, le envió un mensaje a Patricia. "Le planteamos que presenten una lista y que fuéramos a internas. Ellos no pudieron armarla porque no tuvieron el acompañamiento de ningún jefe distrital", aseguran en el entorno de Macri, concentrados en relativizar el peso de Bullrich dentro del PRO.
Los días que transcurrieron hasta el 19 de marzo estuvieron marcados por una frase acuñada por los colaboradores de Bullrich. "El PRO está roto", deslizaron y así mantuvieron el desafío hasta último momento. Si Macri no aceptaba entregarle la vicepresidencia del partido a un dirigente de Bullrich, se desataría una interna sin acuerdos y con competencia en las urnas, ante un exiguo universo de 20.000 afiliados. La pelea no escaló, el diputado Damián Arabia pudo quedarse en la vicepresidencia segunda del partido y ella al frente de la Asamblea Nacional.
"Son minoría, sólo se quedaron con el 25% de los cargos del partido", advierten cerca del flamante presidente del partido mientras le cuentan las costillas a la ministra. "Ella nunca tuvo el acompañamiento interno del PRO, agarró la presidencia cuando habíamos dejado de ser gobierno y en todos estos años nunca pudo contar con los jefes distritales. Mauricio es un ruido para el liderazgo que quiere armar ella, porque Patricia sigue siendo funcionaria de un gobierno que no es del PRO, aunque ella haya formado parte del acuerdo para terminar con el kirchnerismo y con el massismo", lanzan cerca del magnate para poner en duda la influencia que le quedó a Bullrich dentro del partido.
Mauricio es dueño y así se comportó para quedarse con la presidencia del partido. Hay muchos que le tienen miedo y no quieren pelearse con él
Entre otros puntos, se amparan en el pronunciamiento que firmaron en febrero 19 jefes partidarios locales para respaldar a Macri para presidir la fuerza amarilla. Atrás quedó el exalcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta, desde que perdió con Bullrich la interna por la candidatura presidencial del PRO.
Del otro lado del ring, sin ánimo de regresar a esa arena, los bullrichistas de paladar negro tienen otra interpretación. "Mauricio es dueño y así se comportó para quedarse con la presidencia del partido. Hay muchos que le tienen miedo y no quieren pelearse con él", deslizan los defensores de la ministra, concentrados en empañar la última victoria del magnate. Las posiciones contrapuestas reflejan que la interna del PRO, que no llegó a medirse en las urnas, buscó ordenar los platos rotos pero sólo pudo esconder los restos debajo de la alfombra.
Aunque no se sorprenden de las lecturas de Bullrich, cerca de Macri coinciden en algo. "Con Mauricio no van a armar quilombo porque nadie le discute poder", vaticinan. Con esa certeza, el expresidente mantendrá el perfil bajo que busca pulir desde que fue desautorizado por Milei en su primer intento de cogobierno. Ahora, lejos del desplante de Bullrich y sin ella en la conducción del partido, el magnate se prepara para reconstruir la fuerza que fundó y financió hace dos décadas, pero que nunca presidió hasta el 19 de marzo.
Al igual que Milei, prefiere pensar en las elecciones legislativas del año que viene que tropezarse en los problemas estructurales de La Libertad Avanza. No tienen gobernadores propios, cuentan con 41 de los 257 diputados y con siete de los 72 senadores. Ante la fragilidad parlamentaria del oficialismo, brillan los respaldos del PRO. En vez de volver a chocar por el actual gobierno, Macri y Milei optaron por postergar esas disputas hasta que las urnas del año que viene dictaminen si hay futuro.
En eso anda Macri desde que evitó una escalada en la interna del PRO. "Está concentrado en recuperar al partido como era: un partido moderno, sin una visión estatista, con la importancia de estar vinculados al mundo. Va a reordenar el partido, pero sin perder el perfil de embajador de la Argentina que construyó desde la conducción de Boca, la jefatura de gobierno porteña y la presidencia de la Nación", vaticina una fuente que le cuida las espaldas.
Si a Milei le va bien el PRO puede diluirse en el nuevo oficialismo.
Macri no sólo tuvo que ceder con Bullrich para evitar que el partido se trizara más. Los jefes provinciales le pidieron que abandone su porteñocentrismo ancestral. La realidad partidaria es otra: el PRO recién pudo cruzar la General Paz y el Riachuelo con la victoria de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires, pero fue Macri el que se negó a que desdoblar las elecciones bonaerenses para no quedar pegada a una derrota del entonces presidente por su reelección. Los dos perdieron en 2019 y el PRO volvió a ser una fuerza puramente porteña hasta las generales de 2023, cuando Ignacio Torres ganó en Chubut, Rogelio Frigerio en Entre Ríos y Jorge Macri extendió el predominio amarillo en la Ciudad a 16 años, con el regreso del apellido que le quitó el control de la capital al progresismo en 2008. A ellos se sumaron las victorias de dos aliados del larrerismo: Claudio Poggi en San Luis y Humberto Orrego en San Juan.
Con esa base de poder territorial, las filiales provinciales del PRO reclaman participar de las decisiones. No sólo donde gobiernan, sino en distritos clave, como Córdoba, donde Macri obtuvo el 61% en octubre de 2019 y Milei superó el 73% en la segunda vuelta de 2023. El expresidente deberá atender esas realidades, en un momento paradójico: si a Milei le va bien el PRO puede diluirse en el nuevo oficialismo.
Eso se sabrá recién el año que viene y quedará demostrado en las listas que traman para las próximas elecciones de medio término y ampliar los bloques legislativas. Los gobernadores de JxC ya se mostraron nuevamente a favor del pacto de mayo, pero siguen afrontando durísimos costos políticos por el ajuste que la Casa Rosada le aplica a las provincias, en una pulseada con final abierto.
La rosca de los próximos meses será silenciosa para Macri. Seguirá hablando con Milei y se reunirá con su entorno en la residencia presidencial de Olivos, como lo hizo el 4 de marzo. Estuvo tres horas con el presidente, con el jefe de Gabinete Nicolás Posse y con Karina, secretaria General.
Mientras cuida el vínculo institucional, también cultiva la relación personal con Milei. El mandatario habría pedido el encuentro y giró en torno a la gestión. "El gobierno no ha logrado encontrar ese botón, y nosotros tenemos cuadros técnicos para hacer funcionar la maquinita de la gestión", resumió un conocedor del vínculo entre ambos. La propuesta del cogobierno quizás pasó a un segundo plano, pero Macri sigue agazapado, esperando ponerle los funcionarios que necesite cuando llegue el momento del recambio ministerial. En el PRO siguen pensando que sólo es cuestión de tiempo.
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