El vocero presidencial se refirió al incendio y triple crimen de Barracas y, lejos de empatizar con las familias de las víctimas, legitimó un discurso violento.
"Libertad". Si nos guiamos por la Real Academia Española, la quinta acepción de la palabra nos indica que libertad es "en los sistemas democráticos, derecho de valor superior que asegura la libre determinación de las personas". Esta definición es quizás la más representativa del concepto de "libertad" que el Gobierno publicita... pero no parece practicar.
Manuel Adorni fue tendencia en las últimas horas por sus polémicas declaraciones sobre el incendio y triple crimen de Barracas, donde tres mujeres murieron víctimas del odio y la lesbofobia. En lugar de empatizar con las familias que atraviesan el duelo sin encontrar una respuesta del Estado, Adorni eligió polemizar públicamente. Una vez más, digamos, o sea.
El estilo del portavoz presidencial es ya un recurso repetido, que solo parece ser celebrado por los propios en la famosa "calle digital" que el oficialismo tanto pondera. Puertas afuera, sus discursos generan un fuerte rechazo. Son casos de violencia simbólica contra un pueblo incapaz de contestar con la misma repercusión, porque no cuenta con el aparato del Estado.
Durante la conferencia de prensa del portavoz, realizada el lunes en Casa Rosada, Adorni fue consultado respecto al crimen que había tenido lugar en Barracas. Su respuesta fue un claro ejemplo del enfoque discursivo que el Gobierno da a estos temas. Primero, porque brindó sus condolencias, pero lo hizo alejándose del caso puntual: "Las condolencias a la familia, a la de todas las víctimas. También por supuesto a las del episodio particular al que te referís".
No conforme con esa primera instancia de invisibilización, Adorni deslizó que "estas cosas no pueden seguir pasando ni acá ni en ninguna otra parte del mundo", y puntualizó que "a mí no me gusta definirlo como un atentado a determinado colectivo. Está mal, es terrible y repudiable sea contra quien sea que alguien tira una bomba molotov, como en este caso contra estas cuatro personas". Y si bien es cierto que toda violencia es repudiable, el portavoz eligió que el crimen contra las mujeres en Barracas quede fuera del foco de un atentado. Como si el hecho de que las víctimas fueran lesbianas se tratar de una simple casualidad. En la omisión, estimado Adorni, también hay elección.
Como para cerrar de la manera más evidente posible su idea, el portavoz agregó que le parecía "muy injusto solo hablar de este episodio cuando la violencia es algo mucho más abarcativo que simplemente una cuestión contra un determinado colectivo. Hay muchas mujeres y hombres que sufren violencia". Eso, para Adorni, fue injusto. No el crimen, en el que tres personas murieron simplemente por su orientación sexual.
Un concepto de "libertad" demasiado confuso
Libertad. "En los sistemas democráticos, derecho de valor superior que asegura la libre determinación de las personas", dice la RAE. Libre determinación. Entiéndase este concepto como la capacidad de que las personas tomen sus propias decisiones respecto a su vida, o actúen de la forma que quieran, siempre que no atenten contra las libertades ajenas.
Libre determinación, entonces, sería por ejemplo que hoy Pamela Cobas, Roxana Figueroa y Andrea Amarante estuvieran vivas. Que no hubieran sido asesinadas en un violento crimen de odio, en una clara muestra de lesbofobia. Que no siguieran engrosando la lista de víctimas de violencia de género.
Libre determinación sería que una persona pudiera expresar su orientación sexual sin potenciales represalias. O que, por ejemplo, no tuviera que escuchar como un personaje de notable relevancia como Nicolás Márquez, el biógrafo del presidente Javier Milei (y muy cercano a su círculo de confianza), diga abiertamente que "la homofobia no existe, es un invento idiomático" entre otra sarta de frases irreproducibles.
Libre determinación sería que las familias de esas tres víctimas fatales no tuvieran que ver como, en redes sociales, el portavoz presidencial Manuel Adorni decide no retractarse de lo dicho en conferencia y, además, redoblar la apuesta.
Sin embargo, ninguno de esos escenarios tuvieron lugar. Entonces, ¿qué tan palpable es ese concepto de "libertad" que el Gobierno pregona en su eslogan? Con el marketing de ser los "antipolítica" en sus espaldas, en el oficialismo repiten muchas más conductas previamente criticadas de las que les gustaría admitir.
La "calle digital" y las redes, escenario de batalla
Tras la conferencia de prensa de Adorni, la diputada del Frente de Izquierda, Romina del Plá, salió a cruzar al portavoz en X (ex Twitter). "Todo mi repudio a las declaraciones de Adorni. Hablamos de lesbicidio porque es un crimen de odio contra la comunidad LGBT y agravado por el ajuste y el recorte en presupuesto de genero que empeora las condiciones de vida de las disidencias. #FueLesbicidio #EstadoResposable", escribió la funcionaria.
Sin embargo, Adorni optó por seguir por la misma senda y eligió citar el mensaje con un breve texto que decía "Estimada Romina", y un screenshot de la aplicación de la Real Academia Española, en la que se lee "La palabra 'lesbicidio' no está registrada en el diccionario".
Grave error, estimado Adorni. Primero, porque volvió a elegir la confrontación desde un pedestal, en vez de reconocer que quizás hubo alguna falla en la comunicación. Y segundo, porque usted que tanto disfruta de citar mensajes con errores ortográficos, debería tener en claro algunas cuestiones gramaticales.
"Lesbicidio" no forma parte del diccionario de la RAE como una palabra, es cierto. Pero vamos a desandar este camino, porque el dogmatismo respecto a "lo que dice la Real Academia Española" alguna vez debiera ser puesto en jaque.
La RAE es una entidad sumamente respetable. La avalan más de 300 años de historia, y es una referencia ineludible a la hora de hablar de cuestiones del lenguaje español. Sin embargo, creer que posee la verdad absoluta es de un reduccionismo cuanto menos extraño. La RAE es, por ejemplo, la misma entidad que acepta las palabras "almóndiga", "mondiola" o "chundachunda" (para referirse a la música fuerte).
Considerar que el lenguaje es algo estático y que no es una construcción dinámica también forma parte de ese reduccionismo soso, conservador, que pretende que nada cambie aún cuando, a nuestro alrededor, todo cambia.
Entonces, la RAE determina que "lesbicidio" no es una palabra que esté en su diccionario. Sin embargo, la RAE misma termina contradiciéndose -no vamos a culparlos, ¿quién no lo hace?- cuando en sus redes sociales, y ante la insistencia de los usuarios, aclara que "Lesbicidio es un neologismo bien formado a partir de «lesbi(ana)» y el elemento compositivo «-cidio» ('acción de matar') para designar el asesinato de una mujer lesbiana por su orientación sexual".
¿Qué es un neologismo según la RAE, para continuar esta mamushka de construcción de sentidos? El diccionario la define como "vocablo, acepción o giro nuevo en una lengua". Si hablamos de giro nuevo entonces damos por hecho que el lenguaje es dinámico. Y si aceptamos esta definición, entonces el panorama cambió.
Sí, el lesbicidio existe. Que no esté en el diccionario es algo secundario. La acción, el crimen de odio, existe. E invisibilizarla es una negligencia. Manuel Adorni sabe, o debería saber, que está eligiendo callar al respecto.
Las mujeres, esa "molestia" para el Gobierno
Basta con ingresar al usuario de Adorni en X y hacer una pequeña búsqueda para entender de dónde viene esta postura adoptada en la conferencia y en sus redes.
Al vocero presidencial parece molestarle el término "mujeres". De otra forma, no se explica la cantidad de publicaciones en las que sale al cruce del Ministerio de la Mujer, de los cursos contra la violencia de género y de tantas otras cuestiones que involucran a alguien que no sea un hombre blanco heterosexual.
Allá por febrero del 2021, Adorni escribió "Desde ahora, para sacar el registro de conducir habrá que hacer un curso sobre violencia de género, patriarcado y femicidios. Argentina, ese rincón del mundo donde los problemas los atacamos de raíz". ¿Por qué molestaría esa decisión para alguien que, dice, impulsa las ideas de la libertad?
En abril de ese mismo año, compartió una foto de un diploma de "Formación sindical de género, masculinidades y prevención de la violencia y el acoso en el mundo del trabajo" y cerró el tweet con una frase no muy amable: "Merecemos morir en una hiperinflación atómica".
Luego de aquel 2021 con ínfulas electorales que le costó un golpe a la mandíbula a La Libertad Avanza, Adorni pareció calmar sus expresiones públicas... hasta 2023, cuando la carrera por el sillón de Rivadavia tenía al espacio libertario como uno de los protagonistas.
"Trabajaste toda tu vida: hoy tenés una jubilación miserable. Te dan un bono para que te sientas menos estafado. Para vos el bono es de $15.000. Mientras tanto el Ministerio de las Mujeres le otorgó un bono de $65.000 a todas las mujeres de la comunidad LGBT. Te abandonaron. Fin", escribía allá por febrero, visiblemente molesto por aquel bono que poco parecía afectarlo pero que, evidentemente, no era merecido.
Sin embargo, si de violencia simbólica hablamos, quizás el tweet publicado el 8 de marzo del año pasado sea el más demostrativo. Allí, Adorni puso todo su cinismo al servicio y escribió "Gran día para cerrar definitivamente el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad en honor a todas ellas". Sí, en el Día Internacional de la Mujer.
Queda clara la postura del portavoz presidencial. Queda claro, entonces, por qué dijo lo que dijo y por qué sostiene su discurso. Lo que no queda claro, en todo caso, es a qué se debe esa obsesión con atacar a las disidencias.
El Gobierno se ufana de ser garante de libertades. "Somos el primer gobierno liberal libertario del mundo", expresaron en varias oportunidades. Es su señal identitaria.
"Viva la Libertad, carajo" grita Javier Milei en cada aparición pública. Y en tiempos donde el foco suele estar puesto en las formas de comunicar, alguien debería decirlo: el concepto de libertad que impulsa el Gobierno es un oxímoron. No hay libertad posible si ese mismo concepto encierra y encubre la violencia contra las disidencias.
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